XII Domingo del Tiempo Durante el Año. Ciclo B

El secreto de la santidad es la amistad con Cristo y la adhesión fiel a su voluntad. “Cristo es todo para nosotros”, decía san Ambrosio; y san Benito exhortaba a no anteponer nada al amor de Cristo.

BENEDICTO XVI, 19 de agosto de 2005


CristoLerinsCristo, presente en la Misa, no es distinto del que aparece en el Evangelio esparciendo por los caminos de su vida los testimonios de bondad y benignidad con los hombres, demostrando la inmensidad del amor divino con innumerables milagros. Las páginas del Evangelio vuelven a repetirse en cada venida del Señor a los hombres. Se condensan, por decirlo así, en el rostro invisible que se entrega bajo las apariencias del pan. La lectura del Evangelio pone ante los ojos del sacerdote y de los fieles el rostro de Cristo histórico, el resplandor amoroso que dimanando de su persona llamó la atención de los discípulos. Esa llamada de amor “hoy” se cumple, Cristo en la Eucaristía solicita de los fieles en primer lugar la adhesión personal. (JEAN GALOT – Eucaristía y Vida)

 

Oración Colecta: Concédenos, Señor y Dios nuestro, vivir siempre en el amor y respeto a tu santo nombre, ya que en tu providencia nunca abandonas a quienes estableces en el sólido fundamento de tu amor. Por nuestro Señor Jesucristo tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

 

Lectura del libro de Job                                                                                  38,1.8-11

El Señor habló a Job desde la tempestad, diciendo: ¿Quién encerró con dos puertas al mar, cuando él salía a borbotones del vientre materno, cuando le puse una nube por vestido y por pañales, densos nubarrones? Yo tracé un límite alrededor de él, le puse cerrojos y puertas, y le dije: “Llegarás hasta aquí y no pasarás; aquí se quebrará la soberbia de tus olas”.

 

Salmo responsorial Sal 106,23-26.28-31

 

E/ Dad gracias al Señor porque es eterna su misericordia.

 

Entraron en naves por el mar, comerciando por las aguas inmensas. Contemplaron las obras de Dios, sus maravillas en el océano. E/

Él habló y levantó un viento tormentoso, que alzaba las olas a lo alto: subían al cielo, bajaban al abismo, el estómago revuelto por el mareo. E/

Pero gritaron al Señor en su angustia, y los arrancó de la tribulación. Apaciguó la tormenta en suave brisa, y enmudecieron las olas del mar. E/

Se alegraron de aquella bonanza, y él los condujo al ansiado puerto. Den gracias al Señor por su misericordia, por las maravillas que hace con los hombres. E/

 

 

Lectura de la segunda carta a los Corintios                                       5,14-17

Hermanos: El amor de Cristo nos apremia, al considerar que si uno solo murió por todos, entonces todos han muerto. Y Él murió por todos, a fin de que los que viven no vivan más para sí mismos, sino para Aquél que murió y resucitó por ellos. Por eso nosotros, de ahora en adelante, ya no conocemos a nadie con criterios puramente humanos; y si conocimos a Cristo de esa manera, ya no lo conocemos más así. El que vive en Cristo es una nueva criatura: lo antiguo ha desaparecido, un ser nuevo se ha hecho presente.

 

Evangelio según san Marcos                                                                    4,35-41

Un día, al atardecer, Jesús dijo a sus discípulos: “Crucemos a la otra orilla”. Ellos, dejando a la multitud, lo llevaron en la barca, así como estaba. Había otras barcas junto a la suya. Entonces se desató un fuerte vendaval, y las olas entraban en la barca, que se iba llenando de agua. Jesús estaba en la popa, durmiendo sobre el cabezal. Lo despertaron y le dijeron: “¡Maestro! ¿No te importa que nos ahoguemos?” Despertándose, Él increpó al viento y dijo al mar: “¡Silencio! Cállate!” El viento se aplacó y sobrevino una gran calma. Después les dijo: “¿Por qué tienen miedo? ¿Cómo no tienen fe?” Entonces quedaron atemorizados y se decían unos a otros: “¿Quién es éste, que hasta el viento y el mar le obedecen?”

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