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6. Invitados a ofrecernos con Cristo: por Cristo, con Él y en Él

LA BELLEZA DE CONTEMPLAR, AMAR Y SEGUIR A CRISTO

APRENDIENDO A REZAR CON LAS PALABRAS DE LA LITURGIA

La Eucaristía, el misterio central de nuestra fe

SEXTA CHARLA

Invitados a ofrecernos con Cristo:
por Cristo, con Él y en Él

 

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Planta basilical

Planta circular

Planta cruz latina

 

 

Simbología del Templo

Nave: miembros de Cristo reunidos en asamblea eucarística junto a su Cabeza.

Pies de Cristo: simbolizan el ingreso a la fe por el Bautismo: agua bendita.

Altar y crucero: unión de lo humano y lo divino. Misterio Eucarístico: centro del templo. Lugar de los ministros.

 

ROMANICO s. IX-XII

Gruesos muros que resuenan, importancia de la audición y de la Palabra. Sentido descendente: el misterio de Dios penetra por las ventanas estratégicamente abiertas.

 

Basílica de San Clemente, Roma. Vista de la nave. En primer lugar el Bema y luego el altar coronado por el ábside.

Las iglesias y las catedrales románicas, caracterizadas por el desarrollo longitudinal —a lo largo— de las naves para acoger a numerosos fieles; iglesias muy sólidas, con gruesos muros, bóvedas de piedra y líneas sencillas y esenciales. La introducción de las esculturas representa una novedad. Al ser las iglesias románicas el lugar de la oración monástica y del culto de los fieles, los escultores, más que preocuparse de la perfección técnica, cuidaron sobre todo la finalidad educativa. Puesto que era preciso suscitar en las almas impresiones fuertes, sentimientos que pudieran incitar a huir del vicio, del mal, y a practicar la virtud, el bien, el tema recurrente era la representación de Cristo como juez universal, rodeado por los personajes del Apocalipsis. Por lo general esta representación se encuentra en los portales de las iglesias románicas, para subrayar que Cristo es la Puerta que lleva al cielo. Los fieles, al cruzar el umbral del edificio sagrado, entran en un tiempo y en un espacio distintos de los de la vida cotidiana. En la intención de los artistas, más allá del portal de la iglesia, los creyentes en Cristo, soberano, justo y misericordioso, podían saborear anticipadamente la felicidad eterna en la celebración de la liturgia y en los actos de piedad que tenían lugar dentro del edificio sagrado.

Benedicto XVI, 18 de noviembre de 2009.

Detalle ábside San Juan de Letrán

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Basílica Sant’Angelo in formis. Capua

 

 

 

 

Duomo de Monreale

Detalle del Duomo Monreale

GÓTICO s. XII-XIII

 

Desmaterialización de los muros, marcada influencia de la luz y de la visión. Sentido ascendente: el hombre se lanza hacia la altura de Dios. El templo ya es el cielo.

Sainte Chapelle, París

Aprendemos que la luz de la fe está vinculada al relato concreto de la vida, al recuerdo agradecido de los beneficios de Dios y al cumplimiento progresivo de sus promesas. La arquitectura gótica lo ha expresado muy bien: en las grandes catedrales, la luz llega del cielo a través de las vidrieras en las que está representada la historia sagrada. La luz de Dios nos llega a través de la narración de su revelación y, de este modo, puede iluminar nuestro camino en el tiempo, recordando los beneficios divinos, mostrando cómo se cumplen sus promesas.

Francisco, Lumen Fidei, 12.

 

La arquitectura gótica, con dos características nuevas respecto al románico, que eran el impulso vertical y la luminosidad. Las catedrales góticas mostraban una síntesis de fe y de arte expresada con armonía mediante el lenguaje universal y fascinante de la belleza, que todavía hoy suscita asombro. Gracias a la introducción de las bóvedas de arco ojival, que se apoyaban en robustos pilares, fue posible aumentar considerablemente la altura. El impulso hacia lo alto quería invitar a la oración y él mismo era una oración. De este modo, la catedral gótica quería traducir en sus líneas arquitectónicas el anhelo de las almas hacia Dios. Además, con las nuevas soluciones técnicas adoptadas, los muros perimétricos podían ser perforados y embellecidos con vidrieras polícromas. En otras palabras, las ventanas se convertían en grandes imágenes luminosas, muy adecuadas para instruir al pueblo en la fe. En ellas —escena tras escena— se narraba la vida de un santo, una parábola u otros acontecimientos bíblicos. Desde las vidrieras coloreadas se derramaba una cascada de luz sobre los fieles para narrarles la historia de la salvación e implicarlos en esa historia.

Benedicto XVI, 18 de noviembre de 2009.

 

RENACIMIENTO 1400-1600

Vuelta a las líneas clásicas. Acercamiento humanista la misterio de Dios, visión más antropocéntrica.

San Pietro in Montorio

 

Catedral de Florencia

 

 

BARROCO 1600-1750

Formas llenas de movimiento, energía y tensión, espacios grandes y escenográficos. Preocupación por el potencial dramático y por el contraste de luces y sombras. Intensidad e inmediatez, que promueven el individualismo y el detalle.

Vista aérea, destaca la cúpula sobre el altar de la confesión. Visión de la planta de cruz latina prolongando la línea del altar.

Altar, ciborio y cúpula

Ábside Cátedra de San Pedro

Ábside Basílica de San Juan de Letrán. Cátedra

IGLESIAS MODERNAS Y CONTEMPORÁNEAS

Basílica de Luján

 

Iglesia de la Sagrada Familia. Antonio Gaudí

N. S. do Novo Mundo. Brasil, Claudio Pastro

Santuario de Santa Teresita. Taboada, Brasil, Claudio Pastro

REPRESENTACIONES DE LA EUCARISTÍA

 

La via pulchritudinis, el camino de la belleza, es una senda privilegiada y fascinante para acercarse al misterio de Dios. ¿Qué es la belleza, que escritores, poetas, músicos, artistas contemplan y traducen en su lenguaje, sino el reflejo del resplandor del Verbo eterno hecho carne? Afirma san Agustín: “Pregunta a la belleza de la tierra, pregunta a la belleza del mar, pregunta a la belleza del aire dilatado y difuso, pregunta a la belleza del cielo, pregunta al ritmo ordenado de los astros; pregunta al sol, que ilumina el día con su fulgor; pregunta a la luna, que mitiga con su resplandor modera la oscuridad de la noche que sigue al día; pregunta a los animales que se mueven en el agua, que habitan la tierra y vuelan en el aire; a las almas ocultas, a los cuerpos manifiestos; a los seres visibles, que necesitan quien los gobierne, y a los invisibles, que los gobiernan. Pregúntales. Todos te responderán: “Contempla nuestra belleza”. Su belleza es su confesión. ¿Quién hizo estas cosas bellas, aunque mudables, sino la Belleza inmutable?” (Sermo CCXLI, 2: p l38, 1134).

Queridos hermanos y hermanas, que el Señor nos ayude a redescubrir el camino de la belleza como uno de los itinerarios, quizá el más atractivo y fascinante, para llegar a encontrar y a amar a Dios.

Benedicto XVI, 18 de noviembre de 2009.

Prensa mística

 

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