El Santo: En la Biblia y en la historia
El Santo se inspiró principalmente en Isaías 6,3: “Santo, Santo, Santo es el Señor de los ejércitos, llena está toda la tierra de tu gloria”. Isaías contempla a Dios en los cielos y ve a los ángeles que le aclaman, destacando su santidad y la irradiación de su gloria en el mundo. También Juan contempla a los cuatro seres del Apocalipsis (4,8) que aclaman al Señor diciendo: “Santo, Santo, Santo, Dios todopoderoso, Aquel que era, que es y que vendrá”. Del salmo 117, 25-26, está tomado el Hosanna: “Señor, danos la salvación, Señor danos prosperidad. Bendito el que viene en nombre del Señor”. La exclamación: “Da Señor la salvación”, en hebreo es: Hosanna, y así pasó a la Liturgia como una expresión de júbilo que correspondería a un “¡Viva!”. El Domingo de Ramos Jesús fue aclamado por la multitud que iba delante de Él con estas palabras: “¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!” (Mt 21,9). Ya en la época de Cristo y en esas circunstancias Hosanna significaba: “¡Viva!”
En una de las bendiciones que se pronunciaba en las Sinagogas se decía algo semejante al Santo de la Misa. La Iglesia primitiva lo tomó de allí, pero lo utilizaba fuera de la Misa. Recién lo encontramos en la Misa en el siglo V. El Santo destaca especialmente el carácter de alabanza que tiene toda la Misa. “Lo que ofrecemos a Dios juntamente con Cristo no son nuestras obras terrenas, a las que pudiéramos atribuir valor propio: son nuestras alabanzas, por las cuales, olvidándonos de nosotros mismos, así como de nuestra vida perecedera, nos perdemos en la adoración de la divina majestad” (Martimort, A. La Iglesia en oración, p. 426). En nuestra época en la que sobrevaloramos nuestras acciones, nuestros méritos e intereses personales es muy importante que volvamos a tomar consciencia de la primacía de la oración de pura alabanza, y eso nos lo enseña cada Misa.