Santa Escolástica

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Hoy celebramos la fiesta de Santa Escolástica, que es una mujer que ha vivido hace unos mil quinientos años antes de nuestro tiempo. Ella era hermana gemela de San Benito, y ambos se entregaron a Dios desde muy jóvenes y alcanzaron la santidad en la vida religiosa. Cuando su hermano se fue a Monte-casino a establecer el famoso Monasterio, ella se estableció a unas cinco millas de distancia, en Plumbariola, donde fundó un Monasterio: la Orden de las monjas benedictinas, la cual gobernó siguiendo la Regla de su hermano San Benito.

Santa Escolástica y San Benito, regularmente se reunían para orar juntos y compartir la vida espiritual. En una ocasión se hizo tarde, y San Benito quería irse. Pero su hermana, no pudiendo con-vencerlo de quedarse, imploró la intervención del Señor, que hizo llegar una tormenta tan fuerte que lo constriñó a permanecer por la noche. Y Benito enojado se lamentó diciendo: “Que Dios te perdone, hermana: ¿qué acabas de hacer?”. Respondió ella: “Te lo pedí, y no quisiste escucharme; rogué a Dios, y me escuchó”. Y San Gregorio que relata este encuentro, comenta: “No es de extrañar que al final la mujer fuera más poderosa que el varón, ya que como dice Juan: Dios es amor. Y por esto pudo más, porque amó más”.

María, que encontramos en el Evangelio de hoy, ha descubierto el mismo amor. Escuchando la palabra del Señor, ella fue tocada por el misterio que emanaba de la persona de Jesús, que le hacía olvidar todos los preparativos que demandaba la presencia de huéspedes en la propia casa. En este momento ella ha encontrado el tesoro que llenaba su corazón: era como si el tiempo se hubiera parado, la sola cosa que contaba era escuchar la palabra del Maestro. Para ella, las preocupaciones de su hermana Marta habían perdido todo sentido.

María y Escolástica han sido seducidas por el Señor, como relata el profeta Oseas. El Señor las ha conducido al desierto: lugar de silencio, de soledad, para hablar a sus corazones. Como lo hizo con su pueblo, él quiso unirse a ellas en matrimonio: término usado, que expresa esta misteriosa unidad e intimidad, de la cual es imagen el matrimonio humano.

Queridas hermanas, ustedes han escogido el mismo camino. Vuestro Monasterio es el desierto, donde lejos de la baraúnda del mundo, ustedes buscan la íntima comunión con Dios, que las ha llamado a ser sus esposas en este mundo. Con su vocación dan testimonio de que el futuro de la humanidad no es la incesante transformación de la materia, sino el mundo de Dios que es Espíritu y Amor, y que nos ha destinado a ser sus hijos adoptivos.

Como ha escrito el Papa Benedicto: Ese mundo espiritual, es la verdadera realidad de las cosas creadas; porque el Espíritu de Dios es también el origen de la materia. Lo que contemplamos en este mundo como a través de un espejo, se manifestará en su esplendor al final de nuestro peregrinaje, cuando el Padre invitará a la esposa del Cordero a la celebración del banquete celestial. El último libro de la Biblia nos revela, por lo tanto, el destino que anhelamos: esto es, la comunión definitiva con la Sma. Trinidad en la Casa del Padre, que su Hijo ha preparado para nosotros.

 

Sr. Nuncio Apostólico Mons. Emil Paul Tscherring
Homilía del 10 de febrero de 2014. Solemnidad de Santa Escolástica.

 

Oración Colecta: Oh Dios, que adornaste a santa Escolástica virgen con el don de una vida pura e inocente; concédenos la gracia de agradarte siempre con una conducta sin tacha, para poder disfrutar algún día en el cielo cantando tus alabanzas junto al coro de las vírgenes. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

 

Del Profeta Oseas 2,16b.17b.21-22

Asíhabla el Señor: Yo la llevaré al desierto y le hablaré a su corazón. Allí, ella responderá como en los días de su juventud, como el día en que subía del país de Egipto. Yo te desposaré para siempre, te desposaré en la justicia y el derecho, en el amor y la misericordia; te desposaré en la fidelidad, y tú conocerás al Señor.

 

Gradual:

Grandes aguas no pudieron apagar el amor ni los ríos lo anegarán. Aunque un hombre ofreciera todos los haberes de su casa por amor, los desdeñaría como nada. Ct 8,7

 

Del libro del Apocalipsis 19,1.5-9a

Yo, Juan, oí algo parecido al clamor de una enorme multitud que estaba en el cielo, y exclamaba: “¡Aleluya! La salvación, la gloria y el poder pertenecen a nuestro Dios”. Luego salió del trono una voz que decía: “Alaben a nuestro Dios, ustedes, sus servidores, y los que lo temen, pequeños y grandes”. Y oí algo parecido al clamor de una enorme multitud, al estruendo de una catarata y al estallido de violentos truenos. Y decían: “¡Aleluya! Porque el Señor, nuestro Dios, el Todopoderoso, ha establecido su Reino. Alegrémonos, regocijémonos y demos gloria a Dios, porque han llegado las bodas del Cordero: su esposa ya se ha preparado, y la han vestido con lino fino de blancura resplandeciente”. El lino simboliza las buenas acciones de los santos. Después el Ángel me dijo: “Escribe esto: Felices los que han sido invitados al banquete de bodas del Cordero”.

 

Secuencia:

Brilla el mediodía y la virgen Escolástica tiene un feliz reposo. Entra en la alcoba: pide los besos del Esposo, a quien ha amado de un modo único. ¡Con cuántos gemidos y ardores del corazón ella buscó a su amado! Movió los cielos con sus lágrimas, y con grandes lluvias apaciguó el corazón de su hermano. ¡Qué gratos coloquios, cuando Benito explica los gozos del cielo! Arden los deseos y el virginal Esposo provoca los suspiros del alma. Ven hermosísima, esposa amadísima, ven, serás coronada. Dormirás entre lirios, abundarás en delicias y serás embriagada. Oh paloma de las vírgenes, tú que desde las riberas de los ríos te acercas al palacio de la gloria. Atráenos con tus perfumes, apaciéntanos también con las riquezas de la gracia inmortal.

 

 

Evangelio según san Lucas 10,38-42

Jesús entró en un pueblo, y una mujer que se llamaba Marta lo recibió en su casa. Tenía una hermana llamada María, que sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra. Marta, que estaba muy ocupada con los quehaceres de la casa, dijo a Jesús: “Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola con todo el trabajo? Dile que me ayude”. Pero el Señor le respondió: “Marta, Marta, te inquietas y te agitas por muchas cosas, y sin embargo, una sola es necesaria. María eligió la mejor parte, que no le será quitada”.

 

 

Homilía del 10 de febrero de 2014. Solemnidad de Santa Escolástica

Sr. Nuncio Apostólico Mons. Emil Paul Tscherring

 

Reverenda Madre Abadesa, queridas hermanas, hermanos y hermanas en Cristo, queridos hermanos sacerdotes:

Es para mí la primera vez que tengo el gusto, el honor de visitar esta Abadía. En el nombre del Papa, del Santo Padre Francisco, les traigo su bendición y sobre todo su saludo y sus felicidades por esta fiesta de Santa Escolástica. El Santo Padre, conociendo este Monasterio, está especialmente cerca de todos nosotros en el día de hoy, y ciertamente está celebrando esta fiesta también en Roma.

Hoy celebramos la fiesta de Santa Escolástica, que es una mujer que ha vivido hace unos mil quinientos años antes de nuestro tiempo. Ella era hermana gemela de San Benito, y ambos se entregaron a Dios desde muy jóvenes y alcanzaron la santidad en la vida religiosa. Cuando su hermano se fue a Montecasino a establecer el famoso Monasterio, ella se estableció a unas cinco millas de distancia, en Plumbariola, donde fundó un Monasterio: la Orden de las monjas benedictinas, la cual gobernó siguiendo la Regla de su hermano San Benito.

Santa Escolástica y San Benito, regularmente se reunían para orar juntos y compartir la vida espiritual. En una ocasión se hizo tarde, y San Benito quería irse. Pero su hermana, no pudiendo convencerlo de quedarse, imploró la intervención del Señor, que hizo llegar una tormenta tan fuerte que lo constriñó a permanecer por la noche. Y Benito enojado se lamentó diciendo: “Que Dios te perdone, hermana: ¿qué acabas de hacer?”. Respondió ella: “Te lo pedí, y no quisiste escucharme; rogué a Dios, y me escuchó”. Y San Gregorio que relata este encuentro, comenta: “No es de extrañar que al final la mujer fuera más poderosa que el varón, ya que como dice Juan: Dios es amor. Y por esto pudo más, porque amó más”.

María, que encontramos en el Evangelio de hoy, ha descubierto el mismo amor. Escuchando la palabra del Señor, ella fue tocada por el misterio que emanaba de la persona de Jesús, que le hacía olvidar todos los preparativos que demandaba la presencia de huéspedes en la propia casa. En este momento ella ha encontrado el tesoro que llenaba su corazón: era como si el tiempo se hubiera parado, la sola cosa que contaba era escuchar la palabra del Maestro. Para ella, las preocupaciones de su hermana Marta habían perdido todo sentido.

María y Escolástica han sido seducidas por el Señor, como relata el profeta Oseas. El Señor las ha conducido al desierto: lugar de silencio, de soledad, para hablar a sus corazones. Como lo hizo con su pueblo, él quiso unirse a ellas en matrimonio: término usado, que expresa esta misteriosa unidad e intimidad, de la cual es imagen el matrimonio humano.

Queridas hermanas, ustedes han escogido el mismo camino. Vuestro Monasterio es el desierto, donde lejos de la baraúnda del mundo, ustedes buscan la íntima comunión con Dios, que las ha llamado a ser sus esposas en este mundo. Con su vocación dan testimonio de que el futuro de la humanidad no es la incesante transformación de la materia, sino el mundo de Dios que es Espíritu y Amor, y que nos ha destinado a ser sus hijos adoptivos.

Como ha escrito el Papa Benedicto: Ese mundo espiritual, es la verdadera realidad de las cosas creadas; porque el Espíritu de Dios es también el origen de la materia. Lo que contemplamos en este mundo como a través de un espejo, se manifestará en su esplendor al final de nuestro peregrinaje, cuando el Padre invitará a la esposa del Cordero a la celebración del banquete celestial. El último libro de la Biblia nos revela, por lo tanto, el destino que anhelamos: esto es, la comunión definitiva con la Sma. Trinidad en la Casa del Padre, que su Hijo ha preparado para nosotros.

Queridas hermanas: en el mundo que ustedes han dejado, todos hablan pero nadie escucha; los hombres son bombardeados por miles y miles de voces que les hablan, los seducen con promesas sinnúmero. Todos corren y se mantienen ocupados, para huir del vacío que los asusta y los persigue apenas llega un momento de silencio: un silencio que es insoportable y desenmascara el dolor de no amar y de no ser amados. Ellos son parecidos a la Marta del Evangelio, que piensa cumplir sus deberes pero pierde la única cosa que tiene importancia, esto es, el profundo silencio del corazón: donde cesan todas las actividades y preocupaciones humanas, y el corazón se abre a la acogida de la Palabra de Dios. En su Palabra, Dios se da a sí mismo y transforma nuestro ser en un templo de su amor. Pero quien es amado y responde con amor no permanece como en una isla, sino que rompe los límites del espacio y del tiempo de su propia condición, y se abre al universo. Esta es la experiencia de todos los santos.

Me gusta a menudo citar a santa Teresita, que decía: “El celo de una carmelita debe abarcar el mundo”. El deseo profundo de esta santa, fue ser misionera: y en su búsqueda de cómo realizar esa vocación, hizo un maravilloso descubrimiento. Ella nos relata: “Al fin he hallado mi vocación: mi vocación es el amor. Sí, hallé el lugar que me corresponde en el seno de la Iglesia; lugar, oh Dios mío, que me habéis señalado Vos mismo: en el corazón de mi Madre, la Iglesia, seré el amor. Así lo seré todo, así se realizarán mis anhelos”.

Queridas hermanas: ser misioneras en el corazón de la Iglesia, es también su misión. El corazón bombea la sangre a través del entero cuerpo: todos los miembros reciben vida y nutrición del corazón. Si se para, todo movimiento cesa y el cuerpo muere. La Iglesia es el cuerpo de Cristo, su corazón es el Espíritu, que es el amor del Padre y del Hijo y que vivifica y nutre todo el cuerpo de la Iglesia. Su amor pulsa a través de las venas del cuerpo de Cristo, y da vida a todos los miembros.

Estando ustedes en el mismo corazón de la Iglesia, sus sacrificios, su oración y la oblación de su propia vida, llegan a todos los miembros de la Iglesia: su amor da vida y fuerza al Papa, a los obispos, los sacerdotes y fieles en todo el mundo. Sus oraciones hacen a los misioneros anunciar la Buena Nueva. Convierten a los pecadores, obtienen perdón para los hombres y abren los canales de la infinita misericordia de Dios para el mundo entero.

El Santo Padre Francisco llama a toda la Iglesia a una nueva evangelización. En su Exhortación Apostólica Evangelii gaudium, él escribe: “Cómo quisiera encontrar las palabras para alentar una etapa evangelizadora más fervorosa, alegre, generosa, audaz, llena de amor hasta el fin, y de vida contagiosa. Pero sé que ninguna motivación será suficiente, si no arden los corazones con el fuego del Espíritu”. Y un poco más adelante el Papa observa: “Sin momentos detenidos de oración, de encuentro orante con la Palabra, de diálogo sincero con el Señor, las tareas fácilmente se vacían de sentido, nos debilitamos por el cansancio y las dificultades, y el fervor se apaga”. Y el Papa concluye: “La Iglesia necesita imperiosamente el pulmón de la oración”.

Queridas hermanas, queridos hermanos en Cristo: sean ustedes el pulmón de la oración, el amor en el corazón de la Iglesia. Así, como discípulos de Cristo, serán el motor que hace mover a los evangelizadores, inspirar a los predicadores, que hace abrir los corazones de los jóvenes para que acepten la llamada del Señor, y hace resplandecer la belleza del Evangelio que humaniza y es fuente de gozo que lleva a una vida nueva. Amén.

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