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SAN ANTONIO, ABAD

Se celebra el 17 de enero


La vocación de Antonio y sus primeros pasos en la vida monástica

Por San Atanasio de Alejandría

Antonio fue egipcio de nacimiento. Sus padres eran de buen linaje y acomodados. Como eran cristianos, también el mismo creyó. (…) Después de la muerte de sus padres quedó solo con una única hermana, mucho más joven. Tenía entonces unos dieciocho o veinte años, y tomó cuidado de la casa y de su hermana. Menos de seis meses después de la muerte de sus padres, iba, como de costumbre, de camino hacia la iglesia. Mientras caminaba, iba meditando y reflexionaba como los apóstoles lo dejaron todo y siguieron al Salvador (Mt 4,20; 19,27); cómo, según se refiere en los Hechos (4,35-37), la gente vendía lo que tenía y lo ponía a los pies de los apóstoles para su distribución entre los necesitados; y que grande es la esperanza prometida en los cielos a los que obran así (Ef 1,18; Col 1,5). Pensando estas cosas, entró a la iglesia. Sucedió que en ese momento se estaba leyendo el pasaje, y se escuchó el pasaje en el que el Señor dice al joven rico: Si quieres ser perfecto, vende lo que tienes y d selo a los pobres; luego ven, sígueme, y tendrás un tesoro en el cielo (Mt 19,21). Como si Dios le hubiese puesto el recuerdo de los santos y como si la lectura hubiera sido dirigida especialmente a él, Antonio salió inmediatamente de la iglesia y dio la propiedad que tenía de sus antepasados: 80 hectáreas, tierra muy fértil y muy hermosa. No quiso que ni él ni su hermana tuvieran ya nada que ver con ella. Vendió todo lo demás, los bienes muebles que poseía, y entregó a los pobres la considerable suma recibida, dejando sólo un poco para su hermana.

Pero de nuevo, entró en la iglesia, escuchó aquella palabra del Señor en el Evangelio: No se preocupen por el mañana (Mt 6,34). No pudo soportar mayor espera, sino que fue y distribuyó a los pobres también esto último. Colocó a su hermana donde vírgenes conocidas y de confianza, entregándosela para que fuese educada. Entonces él mismo dedico todo su tiempo a la vida ascética, atento a sí mismo, cerca de su propia casa. No existían aún tantas celdas monacales en Egipto, y ningún monje conocía siquiera el lejano desierto. Todo el que quería enfrentarse consigo mismo sirviendo a Cristo, practicaba la vida ascética solo, no lejos de su aldea. Por aquel tiempo había en la aldea vecina un anciano que desde su juventud llevaba la vida ascética en la soledad. Cuando Antonio lo vio, “tuvo celo por el bien” (Gl 4,18), y se estableció inmediatamente en la vecindad de la ciudad. Desde entonces, cuando oía que en alguna parte había un alma que se esforzaba, se iba, como sabia abeja, a buscarla y no volvía sin haberla visto; sólo después de haberla recibido, por decirlo así, provisiones para su jornada de virtud, regresaba.

Ahí, pues, pasó el tiempo de su iniciación y afirmó su determinación de no volver mas a la casa de sus padres ni de pensar en sus parientes, sino de dedicar todas sus inclinaciones y energías a la práctica continua de la vida ascética. Hacía trabajo manual, pues había oído que “el que no quiera trabajar, que tampoco tiene derecho a comer” (2 Ts 3,10). De sus entradas guardaba algo para su manutención y el resto lo daba a los pobres. Oraba constantemente, habiendo aprendido que debemos orar en privado (Mt 6,6) sin cesar (Lc 18,1; 21,36; 1 Ts 5,17). Además estaba tan atento a la lectura de la Escritura, que nada se le escapaba: retenía todo, y así su memoria le serví en lugar de libros.

Así vivía Antonio y era amado por todos. El, a su vez, se sometía con toda sinceridad a los hombres piadosos que visitaba, y se esforzaba en aprender aquello en que cada uno lo aventajaba en celo y práctica ascética. Observaba la bondad de uno, la seriedad de otro en la oración; estudiaba la apacible quietud de uno y la afabilidad de otro; fijaba su atención en las vigilias observadas por uno y en los estudios de otros; admiraba a uno por su paciencia, y a otro por ayunar y dormir en el suelo; miraba la humildad de uno y la abstinencia paciente de otro; y en unos y otros notaba especialmente la devoción a Cristo y el amor que se tenían mutuamente.

Habiéndose así saciado, volvía a su propio lugar de vida ascética. Entonces hacía suyo lo obtenido de cada uno y dedicaba todas sus energías a realizar en sí mismo las virtudes de todos. No tenía disputas con nadie de su edad, pero tampoco quería ser inferior a ellos en lo mejor; y aún esto lo hacía de tal modo que nadie se sentía ofendido, sino que todos se alegraban por él. Y así todos los aldeanos y los monjes con quienes estaba unido, vieron que clase de hombre era y lo llamaban “el amigo de Dios” amándolo como hijo o hermano.

 

Explicación de un icono de Antonio

 

El autor de este icono es un monje copto contemporáneo. Afirma: “Atanasio en su Vida de Antonio y Jerónimo pintaron verdaderos iconos con palabras…al leer su relato, lo único que hago es traducir su narración en imágenes, plasmar el icono que ellos vieron.”

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  1. El fondo del icono es dorado. La única perspectiva, el único horizonte de un icono es la “luz deífica”.
  2. La mirada de Antonio va más allá de lo visible. Se ha adentrado en el mundo de las tinieblas. La Palabra ha sido la luz en su camino y es capaz de ver a Dios más allá de lo inmediato y fugaz.
  3. Después de veinte años de reclusión en la fortaleza, Antonio “ no estaba gordo por la falta de ejercicio ni delgado por los ayunos. No se turbaba ante la multitud. No se mostraba triste ni relajado, no se dejaba dominar ni por la risa ni por la aflicción. Se mantenía en equilibrio y se encontraba en armonía con su naturaleza” (Vida de Antonio 14, 3 ss).Tiene la barba blanca porque es anciano en sabiduría y lo será en edad.
  4. Antonio está apoyado sobre un bastón en forma de T.Es la Tau griega, símbolo de la CRUZ (STAUROS).
  5. Antonio apoya su mano sobre las Escrituras. Se lee el texto del evangelio de Mateo 19, 21: “ Si quieres ser perfecto, ve, vende todas tus posesiones y dáselas a los pobres, y después ven y sígueme y tendrás un tesoro en los cielos”.El rollo es largo y va desenrollándose y revelando su sentido a medida que caminamos…LA DOCTRINA DE ANTONIO ES CLARA: SÓLO APOYÁNDONOS EN LA CRUZ DEL SEÑOR Y EN SU PALABRA PODEMOS RECORRER EL CAMINO DE LA VIDA MONÁSTICA
  6. Según el relato de San Jerónimo, un cuervo solía traer todos los días media hogaza de PAN a Pablo el ermitaño. Cuando Antonio fue a verle… el cuervo trajo un pan entero. El PAN DE LA PALABRA Y EL DE LA EUCARISTÍA PROCEDEN DE LO ALTO.
  7. Cuando marchó al desierto interior, Antonio encontró en aquel lugar unas palmeras “que le proporcionaban alivio”. El desierto se vuelve oasis. LA VIDA MONÁSTICA ES UNA VUELTA AL JARDÍN, AL PARAÍSO, A LA INOCENCIA PERDIDA
  8. Antonio también encontró agua en abundancia en el desierto. LA VIDA MONÁSTICA ES UN NUEVO ÉXODO en que el agua brota de la roca. Es también sumergirse a fondo en las aguas de nuestro BAUTISMO, en el agua viva de la PASCUA
  9. Al principio los animales salvajes destrozaban los cultivos de Antonio, pero a menudo que se fue reconciliando con su propio corazón, la creación se reconcilió con él: las fieras se volvieron mansas y dos leones le ayudaron a enterrar a Pablo. LA VIDA MONÁSTICA ES VUELTA AL PARAÍSO Y PREFIGURACIÓN DE LA ERA MESIÁNICA EN QUE EL LOBO PACERÁ CON EL CORDERO: EL MAL Y LA VIOLENCIA NO TENDRÁN LA ÚLTIMA PALABRA
  10. La mano de Antonio bendice. El gesto tiene un sentido simbólico: en el alfabeto copto, como en el griego, se refiere a la primera letra del nombre de Jesús. Antonio se apoya constantemente en la ORACIÓN DEL NOMBRE DE JESÚS. La vida monástica es UNA BENDICIÓN DE JESÚS PARA LOS HOMBRES Y MUJERES que abrazan esta vida y para quienes se acercan a ellos.
  11. El “SKEMA” es como una cruz pectoral, de cuero, que llevan los superiores coptos sobre su hábito. SÓLO DESDE LA EXPERIENCIA DE LA CRUZ SE ACCEDE A LA PATERNIDAD ESPIRITUAL
  12. El desierto y la CUEVA son el espacio de la interioridad, de la lucha contra los demonios y del encuentro con DIOS
  13. La INTERIORIDAD lleva a Antonio a la CARIDAD y a la HUMILDAD: sale al encuentro de Pablo el ermitaño, para ayudarle en sus últimos días y pedirle su bendición
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