Salmo Responsorial
EL SILENCIO ES NUESTRA RESPUESTA INICIAL
A LA PALABRA DE DIOS
QUE ESCUCHAMOS EN LA PRIMERA LECTURA.
Un silencio que no es solamente pensar intensamente en lo que hemos escuchado. Es sobre todo un silencio de estupor y adoración ante la presencia de Dios que nos ha hablado. ¿Qué respuesta podremos dar a lo que se nos ha revelado? ¡ Qué pobre es nuestra palabra ante la suya! El silencio de la asamblea en este momento es el mismo que leemos en la liturgia celeste descrita en el libro del Apocalipsis: “Cuando el Ángel abrió el séptimo sello, se hizo en el cielo un silencio de casi media hora” (Ap 8,1). Es pues un silencio en el que podemos reflexionar, tomar ejemplo, agradecer, pedir perdón. Cristo resucitado está presente en mi corazón y abre mi inteligencia (Lc 24,25)
Para responder acudimos a los salmos, el libro de lo cantos de Israel, el libro de la plegaria de Jesús cuando vivió en nuestra tierra. Inspirados por Dios expresan alegría, estupor, gratitud, arrepentimiento, profecía. El mismo Jesús dijo: “Es necesario que se cumpla todo lo escrito sobre mi en la ley de Moisés y en los salmos”(Lc 24,44). Y así, Cristo toma prestado el talento y la voz del cantor que hace cantar a la asamblea y usa su voz para orar en medio de la asamblea.