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Solemnidad del Sagrado Corazón

El culto al Sagrado corazón nace cuando los escritores místicos medievales, tanto alemanes como franceses, enfervorizaban a las almas en la devoción a la Pasión de Cristo, poniendo de relieve las escenas más dolorosas, y particularmente las llagas de las manos, de los pies y del costado (el corazón), traspasado por la lanza del centurión romano.

La devoción al Sagrado corazón de Jesús era común en el monasterio de Helfta, en Sajonia, donde vivían Santa Matilde y Santa Gertrudis (1302); y en aquella época estaba muy extendida en Alemania. En Italia, Santa Ángela de Foligno habla varias veces de ella en el libro de sus visiones. No faltaban tampoco las imágenes que representaban aquel corazón abierto por la lanza o con la inscripción IHS, o también circundado de llamas o rodeado de dos pies y dos manos traspasados.

Con el descubrimiento de América, la devoción al Sagrado Corazón encontró nuevo campo de difusión a través de la propaganda de los misioneros jesuitas y fue en Brasil, en la diócesis del Espíritu Santo donde en 1585 se erigió la primera Iglesia en honor del Sagrado Corazón de Jesús.

Es a San Juan Eudes a quien corresponde el honor de haber inaugurado el culto al Sagrado Corazón cuando el 8 de Marzo de 1670 obtiene la facultad de celebrar solemnemente cada año, el 31 de Agosto, la fiesta del Sagrado Corazón en las casas de la congregación por él fundada. Muchos obispos siguieron su ejemplo y comenzaron también a celebrar la fiesta. A esto se unió, en 1690, las revelaciones de Nuestro Señor a Santa Margarita María de Alacoque, monja de la Visitación en Paray-le-Monial. Y de aquí partieron las primeras proposiciones a la Santa Sede para la institución de una fiesta en toda la Iglesia. En 1765, bajo Clemente XIII, la fiesta del Sagrado Corazón, fijada el viernes de la octava de Corpus, entraba en el ciclo de las fiestas cristianas. Los textos del Oficio y de la Misa compuestos para ella querían dejar claro que, bajo el simbolismo del corazón, se quería glorificar la caridad de Cristo, que le había llevado a morir y a sufrir por los hombres y a instituir para ellos el sacramento de la Eucaristía. Por ejemplo el invitatorio aludía a ello diciendo: Christum pro nobis passum, venite adoremus.

En 1889, León XIII realizó la consagración de todo el género humano al Sagrado Corazón y Pío X la prescribió cada año para el día de la fiesta. Pío XI en 1928 introdujo un nuevo formulario para el oficio y la Misa dotándola de Prefacio propio. Los nuevos textos se han inspirado más en el concepto de la reparación debida por los fieles por las culpas cometidas en relación con la Eucaristía que en el recuerdo de la Pasión.

 

                                                                        Historia de la Liturgia T. I
Righetti págs. 875-877

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