19 de diciembre: Radix Iesse
Oh raíz de Jesé, que te mantienes firme como signo de los pueblos, ante quien cerrarán los reyes su boca, a quien invocarán las naciones: ven a librarnos, no tardes ya.
El título de “raíz de Jesé” lo encontramos en Isaías 11,1-16: “Saldrá un renuevo del tronco de Jesé y una rama brotará de sus raíces”. El renuevo es el vástago que echa el árbol o la planta después de haber sido podado. Un árbol podado es casi un árbol muerto, sólo la fuerza de Dios lo hace rejuvenecer. Esa novedad es Cristo que vendrá de la familia de David, que fue hijo de Jesé. Jesús viene a traernos una vida nueva y nos injerta por medio del Bautismo en el gran árbol de la Iglesia, del cual Él mismo es la raíz.
“Se posará sobre Él el espíritu del Señor: espíritu de sabiduría e inteligencia, espíritu de consejo y de fortaleza, espíritu de ciencia y de temor del Señor” e inaugurará un tiempo de paz y de reconciliación: “serán vecinos el lobo y el cordero, el leopardo se echará con el cabrito, el novillo y el cachorro pacerán juntos y un niño pequeño los conducirá” (Is 11,6). Y un poco más adelante dice: “Aquel día la raíz de Jesé se erigirá como emblema para los pueblos” (Is 11,10), es decir, que esta raíz estará colgada de un árbol que sabemos es el árbol de la Cruz.
Esta antífona que nos habla de Jesús como Raíz también nos habla del misterio de su muerte: Jesús es el siervo de Yahvéh que tiene que sufrir mucho y ante quien los reyes cerrarán la boca: “Así como muchos se asombraron de Él –pues tan desfigurado tenía el aspecto que no parecía hombre ni su apariencia era humana- otro tanto se admirarán muchas naciones, y ante Él los reyes cerrarán la boca” (Is 52,13 – 53-12).
La humanidad ansía la salvación y en esta antífona grita: ¡No tardes ya! Sin embargo, los tiempos de Dios son distintos de los nuestros. Él no está sometido al tiempo, sino más allá del tiempo y del espacio. El tiempo de los hombres queda como desbordado desde dentro por la irrupción de Dios, Señor de todo lo que existe, Señor también del tiempo.