Profesión solemne de las monjas fundadoras
De la crónica del priorato de santa Escolástica de 1943
El día 22 de noviembre, a las ocho las campanas repicaron alegremente. La Iglesia estaba ya completamente llena.
Bajo la mirada y la protección de la Reina de las Vírgenes en el santuario de la Reina de la Paz, las primicias de Santa Escolástica, las 7 primeras candidatas, van a consagrarse al Señor. Los Grandes preparativos precedieron la profesión solemne de las siete primeras monjas de “Santa Escolástica”.
En la tarde del 12 de noviembre con “un solo corazón y una sola alma” todas comenzamos un retiro espiritual para gozar durante ocho días de una vida más recogida y silenciosa y prepararnos así a las grandes gracias que nos reservaba el Señor.
Dos coros, el de los monjes y el nuestro, ejecutan las partes cantadas hasta el Gradual; comienza alegremente el “Prudentes vírgenes preparad vuestras lámparas”, cantado por el presbítero asistente, Dom Andrés Azcárate O.S.B., cuya alegría en este momento es comparable a la del amigo del Esposo. El coro formado por las siete que cantan “Y ahora te seguimos” es magnífico y conmovedor, así como el “prometo” que cada una responde arrodillada teniendo sus dos manos entre las del Prelado.
Se pronuncian los votos de virginidad: “Vírgenes son y siguen al Cordero dondequiera que vaya”.
A continuación se leen las cartas de profesión. Todos los monjes presentes se unen a nuestro coro y renuevan su propia oblación. Es el momento culminante de la ceremonia y quizá el que más ha tocado a los asistentes.
Luego, todas se postran para las letanías, que son recitadas, y a continuación los monaguillos se acercan con las insignias: las cogullas, los anillos y las coronas.
A la invitación del Prelado: “Ven esposa de Cristo” cada una se aproxima para recibir la corona y luego todas juntas cantan “El Señor me vistió”. Ya poseen todo lo que deseaban, son profesas y eternamente consagradas a Dios. De su alma brota un canto de alegría: “Ya veo cumplido mi deseo más ardiente, estoy unida en el cielo con Aquel a quien amé de todo corazón en la tierra”.
La antífona tan bellamente cantada es en verdad la expresión de todo lo que sucede en sus almas. En el momento del Ofertorio todas se aproximan al Prelado para ofrecerle el cirio encendido, homenaje de reconocimiento al consagrante pero también de la fe viva y del vehemente amor que las abrasa.
Se forma la procesión para entrar en clausura y nos dirigimos al coro donde después de la oración de acción de gracias la Madre Priora instala a cada una en su respectivo sitial.
La solemne jornada llegó a su fin, pero no lo que en ella se ha realizado, porque sus frutos son frutos de vida eterna.
Los fundamentos de Sta. Escolástica están ya puestos, las piedras vivas, las sólidas columnas del nuevo edificio donde se celebrará la alabanza divina de día y de noche, y donde se servirá al Señor con amor. Es ella quien ha formado las almas que van a realizar esta sublime vocación y a plantar en suelo argentino un nuevo retoño del árbol quince veces secular cuya savia siempre fresca lo vivifica y lo santifica.
Todas unidas alabamos al Señor por la magnificencia de su obra.