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Peticiones del Padrenuestro: perdónanos nuestras deudas

“Luego, como sea un hecho que, aun después del Bautismo, pecamos, nos da también aquí el Señor una gran prueba de su amor, mandándonos que vayamos a pedir perdón de nuestros pecados al Dios misericordioso y le digamos así: Perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores. ¡Mirad el exceso de su amor! Después de librarnos de tamaños males, después de regalarnos un don de inefable grandeza, todavía se digna concedernos el perdón de nuestros pecados. Porque que esta súplica convenga a los fieles, no sólo nos lo enseñan las leyes de la Iglesia, sino el preludio mismo de la oración. Un catecúmeno, en efecto, no podía llamar Padre a Dios. Si, pues, esta oración conviene a los fieles y estos piden que se les perdonen sus pecados, es evidente que tampoco después del Bautismo se nos quita el beneficio de la penitencia. Si no hubiera sido eso lo que quiso mostrarnos, tampoco nos hubiera mandado pedir perdón en la oración. Mas cuando Él nos recuerda nuestros pecados, y nos manda pedir perdón de ellos, y nos enseña la manera de alcanzarlo, y nos allana el camino para ello, es evidente que, si nos puso ley de orar así, es porque sabía, y así nos lo mostraba, que, aun después del Bautismo, podíamos lavar nuestras culpas. Con el recuerdo de nuestros pecados, nos persuade la humildad; al mandarnos perdonar nosotros a los demás, nos libra de todo resentimiento; con la promesa de que, a cambio de ello, Dios nos perdonará a nosotros, dilata nuestra esperanza, a la par que nos enseña a meditar sobre la bondad inefable de Dios”.

San Juan Crisóstomo

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