Oración: “Acepta, Señor, nuestro corazón contrito y nuestro espíritu humilde”
“Acepta, Señor, nuestro corazón contrito y nuestro espíritu humilde; que éste sea hoy nuestro sacrificio y que sea agradable en tu presencia, Señor, Dios nuestro”.
Esta oración la pronuncia el sacerdote inclinado y en secreto. Nos da, una vez más, el sentido que tiene que tener la Misa: una ofrenda de todo nuestro ser al Señor, asumiendo su voluntad y adorándolo en todos los acontecimientos con espíritu humilde y arrepentido. La oración está inspirada en el libro del profeta Daniel que dice así: “Ya no hay más en este tiempo, ni jefe, ni profeta, ni príncipe, ni holocausto, ni sacrificio, ni oblación, ni incienso, ni lugar donde ofrecer las primicias, y así alcanzar tu favor. Pero, que nuestro corazón contrito y nuestro espíritu humillado nos hagan aceptables como los holocaustos de carneros y toros, y los millares de corderos cebados; que así sea hoy nuestro sacrificio delante de ti, y que nosotros te sigamos plenamente, porque no quedan confundidos los que confían en ti”. En este pasaje se reflexiona sobre cuáles tienen que ser las disposiciones interiores del corazón cuando uno celebra la liturgia: arrepentimiento, humildad, adoración, confianza en el Señor. Las oraciones que se pronuncian en secreto nos recuerdan la importancia de acompañar los gestos externos con espíritu de fe y amor al Señor. Nos enseñan la profunda relación entre la liturgia y la vida.