Presentación de los dones
Terminada la oración universal, los fieles se sientan… los ministros colocan sobre el altar el corporal, el purificador, el cáliz, la palia y el misal. Conviene que los fieles expresen su participación en la ofrenda llevando, alguno de ellos, el pan y el vino…
(Misal Romano – Ordinario de la Misa – Rúbricas).
La presentación de las ofrendas no es sólo como un “intervalo” entre la liturgia de la Palabra y la eucarística… este gesto humilde y sencillo tiene un sentido muy grande: en el pan y el vino que llevamos al altar toda la creación es asumida por Cristo Redentor para ser transformada y presentada al Padre. En este sentido, llevamos también al altar todo el sufrimiento y el dolor del mundo, conscientes de que todo es precioso a los ojos de Dios. Este gesto, para ser vivido en su auténtico significado, no necesita enfatizarse con añadiduras superfluas. Permite valorar la colaboración originaria que Dios pide al hombre para realizar en él la obra divina y dar así pleno sentido al trabajo humano, que mediante la celebración eucarística se une al sacrificio redentor de Cristo.