Sexta charla

Aprendió por sus padecimientos la obediencia. De este modo supo lo que era la misericordia.

No quiere decir que Aquel cuya misericordia es eterna ignorara la práctica de la misericordia,

sino que aprendió en el tiempo por la experiencia lo que sabía desde la eternidad por su naturaleza.

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LA MISERICORDIA SEGÚN SAN BERNARDO

LA CIENCIA DE LA “INFIRMITAS”

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  1. La misericordia como “ciencia de la infirmitas” del monje, y de Dios “médico”

San Bernardo, al comentar el texto de la Carta a los Hebreos 5,7 que dice: Cristo, aun siendo Hijo, aprendió por sus padecimientos lo que es obedecer…

Comenta:     No quiero decir que mediante esta experiencia se haya vuelto más sabio. Lo importante es que ahora está mucho más cerca de nosotros, débiles (infirmi) hijos de Adán. Tampoco tuvo reparo en llamarnos y hacernos hermanos suyos; y todo para no dudar más en confiarle las flaquezas (infirmitates) que, como Dios, puede curar; y que, como cercano, quiere curar. Ya las conoce, porque sufrió. Con razón lo llama Isaías hombre de dolores conocedor de los sufrimientos (scientem infirmitatem). El Apóstol añade (se trata de la Carta a los Hebreos): “Nos tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades (infirmitates)”. E indica a continuación el motivo de su compasión: “Probado en todo, igual que nosotros, excluido el pecado”. (Tratado Grados de soberbia y humil. 9, 1)

San Bernardo, siguiendo a san Benito, nos presenta una ciencia del hombre basado en la misma revelación que Dios nos hace. En Dios no sólo se revela el Misterio de Dios, sino también que conocimiento tiene Dios del hombre, de cómo lo ve y cómo lo auxilia. Y aquí toma todo su valor esta calificación del hombre como “infirmus”.

  1. El fundamento paulino de la “infirmitas” de Cristo y del hombre.

San Pablo reconoce a Cristo revestido de “infirmitas”, por lo cual padeció:

2Cor 13: si vuelvo otra vez, obraré sin miramientos, 3 ya que queréis una prueba de que habla en mí Cristo, el cual no es débil (infirmus) para con vosotros, sino poderoso entre vosotros.4 Pues, ciertamente, fue crucificado en razón de su flaqueza (infirmitas), pero está vivo por la fuerza de Dios. Así también nosotros: somos débiles en él, pero viviremos con él por la fuerza de Dios sobre vosotros.

Y por eso san Pablo se gloría de sus propias “infirmitates”

2Cor 12: 7 Y por eso, para que no me engría con la sublimidad de esas revelaciones, me fue dado un aguijón a mi carne, un ángel de Satanás que me abofetea para que no me engría. 8 Por este motivo tres veces rogué al Señor que se alejase de mí.9 Pero él me dijo: «Mi gracia te basta, que mi fuerza se realiza en la flaqueza (infirmitas)». Por tanto, con sumo gusto seguiré gloriándome sobre todo en mis flaquezas (infirmitates), para que habite en mí la fuerza de Cristo. 10 Por eso me complazco en mis flaquezas (infirmitates), en las injurias, en las necesidades, en las persecuciones y las angustias sufridas por Cristo; pues, cuando soy débil (infirmus), entonces es cuando soy fuerte.

  1. La “infirmitas” en la Carta a los Hebreos. La propia experiencia como presupuesto para la misericordia

Carta a los Hebreos 4, 14-16:

14 Teniendo, pues, un gran sumo sacerdote, que penetró los cielos –Jesús, el Hijo de Dios– mantengamos nuestra confesión de fe. 15 Pues no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas (infirmitates), ya que ha sido probado en todo como nosotros, excepto en el pecado. 16 Acerquémonos, por tanto, confiadamente al trono de gracia, a fin de alcanzar misericordia y hallar la gracia de un auxilio oportuno.

Dice san Bernardo:

     Dios es dichoso. El Hijo de Dios también es dichoso en aquella condición por la que no se aferró a su categoría de ser igual al Padre. El era impasible antes de despojarse de su rango y de tomar la condición de esclavo. Hasta entonces no entendía (non expertus erat) de miseria y de sumisión; tampoco conocía por experiencia (experimento) la misericordia y la obediencia. Sabía por su naturaleza, no por propia experiencia (experientia). Pero se anonadó a sí mismo, haciéndose poco inferior a los ángeles, que son impasibles por gracia, no por naturaleza; y se rebajó hasta aquella condición en la que podía sufrir y someterse. Esto, como ya se dijo, le era imposible en su categoría divina. Por eso aprendió la misericordia en el sufrimiento, y la obediencia en la sumisión. Sin embargo, como dije antes, por esta experiencia no aumentó su caudal de ciencia, sino que aumentó nuestra confianza, ya que por medio de este triste modo de conocer se acercó más a nosotros Aquel de quien tan lejos estábamos. (9, 2)

  1. La misericordia como “ciencia por semejanza” a los hombres.

Heb 2, 14 ss.:

14 Por tanto, como los hijos comparten la sangre y la carne, así también compartió él las mismas, para reducir a la impotencia mediante su muerte al que tenía el dominio sobre la muerte, es decir, al diablo, 15 y liberar a los que, por temor a la muerte, estaban de por vida sometidos a esclavitud. 16 Porque, ciertamente, no es a los ángeles a quienes tiende una mano, sino a la descendencia de Abrahán. Por eso tuvo que asemejarse (omoios, 5 veces) en todo a sus hermanos, para ser un sumo sacerdote misericordioso y fiel en lo que toca a Dios, y expiar los pecados del pueblo. 18 Pues, habiendo pasado él la prueba del sufrimiento, puede ayudar a los que la están pasando.

San Bernardo:     A todos éstos les viene bien aquel dicho tan conocido: Ni el sano siente lo que siente el enfermo, ni el harto lo que siente el hambriento. El enfermo y el hambriento son los que mejor se compadecen de los enfermos y de los hambrientos, porque lo viven. La verdad pura únicamente la comprende el corazón puro; y nadie siente tan al vivo la miseria del hermano como el corazón que asume su propia miseria. Para que sientas tu propio corazón de miseria en la miseria de tu hermano, necesitas conocer primero tu propia miseria. Así podrás vivir en ti sus problemas, y se te despertarán iniciativas de ayuda fraterna. Este fue el programa de acción de nuestro Salvador: quiso sufrir para saber compadecerse; se hizo miserable para aprender a tener misericordia. (6, 4)

  1. La misericordia como “ciencia de lo padecido” (pasjein).

Heb 5. 7 El cual, habiendo ofrecido en sacrificio en los días de su vida mortal ruegos y súplicas con poderoso clamor y lágrimas al que podía salvarlo de la muerte, fue escuchado por su actitud reverente, 8 y aun siendo Hijo, por los padecimientos (pasjein) aprendió la obediencia; 9 y llegado a la perfección, se convirtió en causa de salvación eterna para todos los que le obedecen, 10 proclamado por Dios sumo sacerdote a la manera de Melquisedec.

San Bernardo dice: Por eso se ha escrito de él: Aprendió por sus padecimientos la obediencia. De este modo supo lo que era la misericordia. No quiere decir que Aquel cuya misericordia es eterna ignorara la práctica de la misericordia, sino que aprendió en el tiempo por la experiencia lo que sabía desde la eternidad por su naturaleza.

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