Tercera charla

Nadie puede decir: “Soy pobre y no tengo con qué hacer limosna”. Porque si no puedes dar como aquellos ricos que echaban sus dones en el tesoro (cfr. Mc 12,41; Lc 21,3), da dos monedas como la viuda pobre. Dios las recibirá de ti más gustoso que los dones de los ricos. ¿No tienes ni esas dos monedas? Tienes al menos fuerzas y podrás ejercer misericordia sirviendo a tu hermano.

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Bula 2: Misericordia es la palabra que revela la Trinidad (expresión del Papa Francisco)

El Misterio Paulino, Louis Bouyer,

Una de las bases de la noción de misterio en san Pablo es que la obra de Dios con respecto al hombre y a toda creatura no le es puramente exterior sino algo en que El está personalmente interesado. Es más, ese trabajo de Dios, en su acabamiento final, no puede separarse de El. Lo que El hace no es solamente una revelación misteriosa de sus ideas, sino de sí mismo. De una manera “misteriosa” El se pone a sí mismo en su obra. Por eso Cristo es el Misterio, al mismo tiempo que lo revela en su plenitud porque en él encontramos a la vez a Dios y al hombre, no como dos seres o realidades separadas, sino como una sola realidad. Así el hombre mismo no puede ser conocido en su plenitud sino en la revelación de la plenitud de Dios. Las dos revelaciones,las dos plenitudes forman una unidad en el Misterio. (Piedad Litúrgica, Cuernavaca 1957 117-165.)

 

Bula 15: Obras de Misericordia… para con Dios

 

Texto tomado del libro “Vocación” de Von Balthasar:

“Que el Hijo de Dios se hizo hombre, pequeño y desnudo y desamparado, que vivió entre nosotros como uno entre innumerables: este hecho era ya la forma más plena y extrema de la llamada de Dios. Él descendió tan hondo, se inclinó tan humildemente, para mostrar cuán grandes son las intenciones del corazón de Dios, para exponer cuán necesaria es la respuesta a sus deseos, cuán poco quisiera quedarse solo. Él ha llevado solo todas las cosas, también la cruz, en soledad. Pero su estar solo y su estar abandonado testimonian de un modo aún más claro y sonoro su llamada (a nosotros). Ambos estados son una expresión de su amor dirigido a los hombres. No sólo del amor que lleva y sostiene, también del amor que requiere y necesita. No sólo del amor que se prodiga, también del amor que sin la liberalidad de los demás no puede ser.

 

Vida de Dositeo (Doroteo de Gaza)

El joven era muy suave y gentil en todo lo que hacía. Servía a los enfermos en la enfermería, y estaban satisfechos con su servicio, pues todo lo hacía pulcramente. Si se impacientaba con uno de los enfermos y le decía alguna palabra fuerte, dejaba todo y se iba llorando al depósito. Cuando los otros que atendían la enfermería entraban para consolarlo y no lo conseguían, decían al Abad Doroteo: “Señor, ten la caridad de ver qué tiene este hermano, porque está llorando y no sabemos por qué”. Entraba y lo encontraba sentado por tierra, llorando. Le preguntaba: “¿Qué pasa, Dositeo? ¿Por qué lloras?”. Respondía: “Perdóname, señor, pero me enojé y hablé mal a mi hermano”. Y le decía: “Ah, Dositeo! ¿Así que te enojas, y no te avergüenzas de airarte y hablar mal a tu hermano? ¿No sabes que él es Cristo y que obrando así, entristeces a Cristo?”. El muchacho bajaba los ojos llorando, sin decir palabra. Cuando veía Doroteo que ya había llorado bastante, le decía: “Dios te perdone. Levántate, comencemos de nuevo a partir de ahora. Estemos atentos y Dios nos ayudará”. Apenas oía esto, se levantaba y corría alegremente a su trabajo, creyendo verdaderamente que había recibido el perdón de Dios.

Efesios 4,29: No salga de vuestra boca palabra dañosa, sino la que sea conveniente para edificar según la necesidad y hacer el bien a los que os escuchen. No entristezcáis al Espíritu Santo de Dios, con el que fuisteis sellados para el día de la redención. Toda amargura, ira, cólera, gritos, maledicencia y cualquier clase de maldad, desaparezca de entre vosotros. Sed amables entre vosotros, compasivos, perdonándoos mutuamente como os perdonó Dios en Cristo.

Mateo 25: Entonces dirá el Rey a los de su derecha: “Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y acudisteis a mí.” Entonces los justos le responderán: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; o sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos forastero, y te acogimos; o desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y acudimos a ti?” Y el Rey les dirá: “En verdad os digo que cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis.”

 

Bula 9 del Papa Francisco: “Dichosos los misericordiosos” (Mt 5)

 

Doroteo, Conf 14, 156. Debemos pues conocer el bien de la limosna (elemósina, misericordia) y su virtud; porque ella es grande y tiene hasta el poder de borrar los pecados, según la palabra del Profeta: El rescate del hombre es su propia riqueza (Pr 13,8). Y además: Rescata tus pecados con tus limosnas (Dn 4,24). El Señor mismo ha dicho: Sed misericordiosos como vuestro Padre celestial es misericordioso (Lc 6,36). No ha dicho: “Ayunad como vuestro Padre celestial ayuna, ni, sed pobres como vuestro Padre celestial es pobre”, sino: Sed misericordiosos como vuestro Padre celestial es misericordioso. Porque es especialmente esta virtud la que imita a Dios, ella es propia de Dios. Es preciso entonces, como decíamos, tener nuestros ojos fijos en tal meta y hacer limosna con ciencia…

Nadie puede decir: “Soy pobre y no tengo con qué hacer limosna”. Porque si no puedes dar como aquellos ricos que echaban sus dones en el tesoro (cfr. Mc 12,41; Lc 21,3), da dos monedas como la viuda pobre. Dios las recibirá de ti más gustoso que los dones de los ricos. ¿No tienes ni esas dos monedas? Tienes al menos fuerzas y podrás ejercer misericordia sirviendo a tu hermano enfermo. Si tampoco puedes hacer esto, puedes todavía reconfortar a tu hermano con algunas palabras. Haz caridad con tu palabra y oye a aquel que dice: Una palabra es un bien superior a un don (Ecli 18,16). Suponiendo que no puedas siquiera dar la limosna de tu palabra, puedes, cuando tu hermano esté irritado contra ti, tenerle compasión y soportarlo durante su cólera, viéndolo atormentado por el enemigo común y en lugar de decir algo que lo excite aún más, guardar silencio ejerciendo así misericordia con respecto a su alma, al arrancarla del enemigo. Puedes todavía, si tu hermano ha pecado contra ti, ejercer misericordia perdonándole su falta a fin de conseguir tú mismo el perdón de Dios. Pues está dicho: Perdonad y seréis perdonados (Lc 6,37). Así ejercerás caridad con el alma de tu hermano, perdonándole las faltas que ha cometido contra ti. En efecto, Dios nos ha dado el poder de perdonarnos nuestros pecados los unos a los otros.

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