Primera charla

¡Oh, hermanos míos, qué no ha hecho el orgullo! y ¡qué poder posee la humildad! ¿Había necesidad de tantas idas y venidas? Si desde el principio el hombre hubiese sido humilde y obedecido a los mandamientos, no hubiese caído. 

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LA MISERICORDIA Y LA TRINIDAD EN LA RB

 

El punto de partida.

Con motivo de la convocatoria al Año de la Misericordia los teólogos han llamado la atención sobre la casi ausencia de este tema en los tratados de teología dogmática. Y se han señalado posibles causas, motivos. El más señalado es que la teología abstrae y con ello deja de lado de la misericordia que no hace a la “esencia” de la naturaleza divina, omnipotente por excelencia. Sin embargo este planteo encierra un error: el pensar que lo más importante de la teología pasa y pasó por los tratados dogmáticos o por la enseñanza catedrática. Desde los Padres de la Iglesia lo principal acerca del “discurso” sobre Dios pasó por la liturgia y los comentarios bíblicos. Y allí el tema siempre fue central.

Por eso esto no fue así en el ámbito monástico, en el que siempre estuvo presente y de modo muy central, como es en los tratados medievales. Tal vez el más característico y conocido es el Tratado sobre los grados de soberbia y humildad, de san Bernardo. Pero no es el único. Es verdad que coincidentemente con él, en las nuevas universidades nacientes para el estudio de la teología, la misericordia, como atributo divino, queda relegada a un segundo plano. Los motivos son varios: a. se separan la espiritualidad de la teología; b. la teología se abstrae y por eso relega el total protagonismo de las Escrituras; c. la misma dificultad del tema de la misericordia, que siempre conserva su rasgo de acto libre de Dios, que no responde necesariamente a los imperativos de la naturaleza divina. Cuando se estudia “la naturaleza divina” es casi automático el dejar de lado la misericordia, porque Dios es estudiado en su “ser” y la misericordia no se desprende directamente del “ser”, sino del obrar, y para eso es necesario ver a Dios obrando, con su omnipotencia pero también con su libertad, que hacen posible el obrar misericordioso que, de algún modo puede parecer que no es totalmente consecuente con la “santidad” objetiva.

 

 

El dato Bíblico: el relato del Génesis 1-3

24 Dijo Dios: «Produzca la tierra animales vivientes según su especie: bestias, reptiles y alimañas terrestres según su especie.» Y así fue. 25 Hizo Dios las alimañas terrestres según especie, y las bestias según especie, y los reptiles del suelo según su especie: y vio Dios que estaba bien.

26 Y dijo Dios: «Hagamos al ser humano a nuestra imagen, como semejanza nuestra, y manden en los peces del mar y en las aves del cielo, y en las bestias y en todas las alimañas terrestres, y en todos los reptiles que reptan por la tierra.

27 Creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya,

a imagen de Dios lo creó,

macho y hembra los creó.

28 Y los bendijo Dios con estas palabras: «Sed fecundos y multiplicaos, y henchid la tierra y sometedla; mandad en los peces del mar y en las aves del cielo y en todo animal que repta sobre la tierra.»

1 La serpiente era el más astuto de todos los animales del campo que Yahvé Dios había hecho. Y dijo a la mujer: «¿Cómo es que Dios os ha dicho: No comáis de ninguno de los árboles del jardín?» …6 Y como viese la mujer que el árbol era bueno para comer, apetecible a la vista y excelente para lograr sabiduría, tomó de su fruto y comió, y dio también a su marido, que igualmente comió. 7 Entonces se les abrieron a entrambos los ojos, y se dieron cuenta de que estaban desnudos; y, cosiendo hojas de higuera, se hicieron unos ceñidores.

8 Oyeron luego el ruido de los pasos de Yahvé Dios que se paseaba por el jardín a la hora de la brisa, y el hombre y su mujer se ocultaron de la vista de Yahvé Dios por entre los árboles del jardín.9 Yahvé Dios llamó al hombre y le dijo: «¿Dónde estás?» 10 Éste contestó: «Te he oído andar por el jardín y he tenido miedo, porque estoy desnudo; por eso me he escondido.» 11 Él replicó: «¿Quién te ha hecho ver que estabas desnudo? ¿Has comido acaso del árbol del que te prohibí comer?» 12 Dijo el hombre: «La mujer que me diste por compañera me dio del árbol y comí.» 13 Dijo, pues, Yahvé Dios a la mujer: «¿Por qué lo has hecho?» Contestó la mujer: «La serpiente me sedujo, y comí.»

 

 

Un esclarecimiento de Doroteo de Gaza (Conferencia 1,9).

¡Oh, hermanos míos, qué no ha hecho el orgullo! y ¡qué poder posee la humildad! ¿Había necesidad de tantas idas y venidas? Si desde el principio el hombre hubiese sido humilde y obedecido a los mandamientos, no hubiese caído. Y después de su falta Dios le volvió a dar una ocasión para arrepentirse y así alcanzar misericordia (elemosúne). Pero el hombre mantuvo la cabeza erguida. En efecto, Dios se acercó para decirle: ¿Dónde estás, Adán? (Gn 3,9), es decir: ¿de qué gloria has caído?, ¿en qué miseria? Y después le preguntó: ¿Por qué has pecado? ¿Por qué has desobedecido?, buscando con ello que el hombre le dijera: ¡Perdóname! Pero, ¿dónde está ese perdóname”? No hubo ni humillación ni arrepentimiento, sino todo lo contrario. El hombre le respondió: La mujer que Tú me has dado me engañó (Gn 3, 12). No dijo: mi mujer, sino: la mujer que Tú me has dado, como si dijera: La carga que Tú me has puesto sobre mi cabeza. Así es, hermanos: cuando el hombre no acostumbra a echarse la culpa a sí mismo, no teme ni siquiera acusar al mismo Dios. Entonces Dios se dirigió a la mujer y le dijo: ¿Por qué no has guardado lo que te había mandado?, como queriendo decirle: Al menos tú di: Perdóname, y así tu alma se humille y alcance misericordia (elemosune). Pero tampoco recibió el perdóname. La mujer por su parte le respondió: La serpiente me ha engañado (Gn 3,13), como queriendo decir: Si él ha pecado ¿por qué voy a ser yo la culpable? ¡Qué hacen, desdichados! ¡Al menos pidan disculpa! Reconozcan su pecado. ¡Tengan misericordia (elemosúne) de su desnudez! Pero ninguno de los dos se quiso acusar, y ni uno ni otro mostró el menor signo de humildad.

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