El ensanchamiento y la fruición de las cosas ante Dios

“El hombre vivía en las delicias del paraíso, en la oración y en la contemplación, colmado de gloria y honor (Sal 8,6), y poseía la integridad de sus facultades en el estado natural en que había sido creado.”

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EL DINAMISMO DE LA ORACIÓN EN EL C. 7 DE LA REGLA

II PARTE

EL ENSANCHAMIENTO Y LA FRUICIÓN DE LAS COSAS ANTE DIOS

1. La “inspiración divina” de nuestra oración

Regla capítulo 20. Por eso la oración debe ser breve y pura, a no ser que se prolongue por un afecto inspirado por la gracia divina. Pero en comunidad abréviese la oración en lo posible.

Ese dinamismo, para los Padres, es así: el Espíritu Santo inspira, ante todo, llevándonos a situaciones como las descritas en cado grado de humildad o en cualquier pasaje de las Escrituras (salmos!). No inspira por iluminación interior, sino por conducción exterior. Como dice san Pablo: llegamos al puerto de… y el Espíritu Santo nos impidió embarcar. Después de este primer paso viene nuestra mirada de Fe sobre aquello que estamos viviendo (perdimos el barco…), o no. Allí está la Fe y comienza la humildad y el Espíritu comienza a purificar de vicios y pecados. Al mirar con Fe, reconocemos la Presencia de Dios y, muy seguramente que eso ya fue presentado en algún lugar de la Escritura (pongamos un solo ejemplo: la Cruz; y por eso se cumplieron las Escrituras), lo que lleva a recordar algún texto de Ella y recitarlo como oración propia (Hágase Tu voluntad). Y, por lo tanto, brota de nuestros labios el texto sagrado, sea un versículo del salmo o de las Escrituras o derivado de ellas. Allí se dio la “inspiración”, tal como la entendían los Padres. Como podemos ver, se trata de un proceso que no es extraordinario sino que es cotidiano, si estamos atentos a lo que vivimos y si conocemos las Escrituras. Por eso repito el texto de Casiano. Ello nos deja ver otra vez la unidad de liturgia y vida de oración que, en los dos casos, es algo inspirado.

Lo más importante en todo este dinamismo es lo que señala san Benito en el 1o de humildad: vivir todo en la Presencia de Dios.

2. La vida en Presencia de Dios y la oración

En el principio Dios creó al hombre y lo puso en el paraíso, como dice la Sagrada Escritura (Gn 2, 15). Después de haberlo dotado de todo tipo de virtud le dio el precepto de no comer del árbol que se encontraba en el medio del paraíso (Gn 2,16-17). Y el hombre vivía en las delicias del paraíso, en la oración y en la contemplación, colmado de gloria y honor (Sal 8,6), y poseía la integridad de sus facultades en el estado natural en que había sido creado. Dios hizo al hombre a su imagen (Gn 1,27) es decir inmortal, libre y dotado de toda virtud. Pero al transgredir el precepto y comer del árbol del cual Dios le había prohibido, fue expulsado del paraíso. (comienzo de las Conferencias de Doroteo)

3. La oración y el gusto (sabor) de las cosas de Dios

Dentro del mundo de los Padres de la Iglesia, la mención de los mandamientos y las buenas obras siempre llevaba implícita su referencia a la bienaventuranza. Es lo que se encuentra detrás del llamado del Prólogo: Apártate del mal y haz el bien (fac bonum). El “bonum” en los Padres, como en la Biblia, no es, como lo entendemos hoy: el bien obrar moral, el imperativo moral. El “bonum”, en los Padres, es lo que deleita y hace feliz, llena de gozo y dulzura, tal como dice el final del c. 7. Ese es el clima del buen obrar en la Regla.

Final del capítulo 7: y no ya por temor del infierno sino por amor a Cristo, por el mismo hábito bueno y por el atractivo de las virtudes. Todo lo cual el Señor se dignará manifestar por el Espíritu Santo en su obrero, cuando ya esté limpio de vicios y pecados.

Prólogo: Y el Señor, que busca su obrero entre la muchedumbre del pueblo al que dirige este llamado, dice de nuevo: “¿Quién es el hombre que quiere la vida y desea ver días felices?” (Sal 33,13). Si tú, al oírlo, respondes “Yo”, Dios te dice: “Si quieres poseer la vida verdadera y eterna, guarda tu lengua del mal, y que tus labios no hablen con falsedad. Apártate del mal y haz el bien; busca la paz y síguela” (Sal 33,14s). Y si hacen esto, pondré mis ojos sobre ustedes, y mis oídos oirán sus preces, y antes de que me invoquen les diré: “Aquí estoy”. ¿Qué cosa más dulce para nosotros, carísimos hermanos, que esta voz del Señor que nos invita?

Final del Prólogo: Mas cuando progresamos en la vida monástica y en la fe, se dilata nuestro corazón, y corremos con inefable dulzura de caridad por el camino de los mandamientos de Dios.

Capítulo 57: 7 En los mismos precios no se insinúe el mal de la avaricia. 8 Véndase más bien, siempre algo más barato de lo que pueden hacerlo los seglares, “para que en todo sea Dios glorificado” (1 P 4,11).

Capítulo sobre la Cuaresma (c. 49): Por eso, añadamos en estos días algo a la tarea habitual de nuestro servicio, como oraciones particulares o abstinencia de comida y bebida, de modo que cada uno, con gozo del Espíritu Santo, ofrezca voluntariamente a Dios algo sobre la medida establecida, esto es, que prive a su cuerpo de algo de alimento, de bebida, de sueño, de conversación y de bromas, y espere la Pascua con la alegría del deseo espiritual.

Este capítulo, que señala el culmen de toda la vida cristiana, nos presenta al monje viviendo con la mirada puesta en la Pascua. Y la Pascua es para los Padres un llamado a vivir y gustar esa Vida Eterna que ha comenzado con la Resurrección de Cristo. Pasada la Cuaresma y purificado de sus pecados por la Pasión de Cristo, sólo queda para el cristiano la práctica de una virtud: la fruición de lo que se le ha regalado. Y esa es la oración más importante de la vida.

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