Plegaria Eucarística: este es el misterio de nuestra fe
Estas palabras tan adecuadas –¡porque verdaderamente la Eucaristía sólo se puede comprender gracias a la fe!- las pronuncia el sacerdote después de la consagración. Él proclama con admiración la fe de la Iglesia en el Señor resucitado, realmente presente bajo las especies del pan y del vino, transformados por la gracia del Espíritu Santo en el Cuerpo y en la Sangre del Señor Jesús.
La Eucaristía es el centro y el corazón de la vida de la Iglesia, sobre todo como misterio de la fe, designio de Dios revelado en Jesucristo.
Un Dios que se ofrece a nosotros, que está con nosotros: este es el misterio de inefable riqueza que debemos redescubrir continuamente. El hecho y el misterio de la encarnación y de la muerte y resurrección de Jesús, que permite al hombre participar en la vida divina, está presente en la Eucaristía, pan de vida eterna, porque contiene en sí misma la fuerza para vencer la muerte. «El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo lo resucitaré el último día» (Jn 6,54).
La Eucaristía es el centro del anuncio que los cristianos en el mundo hacen desde hace dos mil años: Jesús, el crucificado, ha retornado de la muerte a la vida y nosotros somos los testigos (cf. 1 Co 15,3-5).
La Eucaristía anuncia la muerte de Cristo que, en su carácter dramático, todos pueden entender. Pero proclama también su resurrección, que requiere la fe y la apertura a aceptar a Dios en nuestra vida. La fe es el nuevo estilo de vida que nace de la Eucaristía, y lleva en sí misma el sentido último y definitivo de la espera del retorno del Señor.
Por eso el pueblo responde: Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección. ¡Ven, Señor Jesús!
Sin la fe la Eucaristía no puede ser celebrada ni vivida.