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Los creyentes se fortalecen creyendo

Ciclo de charlas sobre la Fe, agosto- noviembre 2022

La Puerta de la Fe está siempre abierta

 

Quinta charla: La maduración de la fe

(sábado 1 de octubre)

 

Textos

El bautismo es el sacramento de la fe. La fe que se requiere para el bautismo no es una fe perfecta y madura, sino un comienzo que está llamado a desarrollarse. Al catecúmeno o a su padrino se le pregunta: ¿Qué pides a la Iglesia de Dios? Y él responde: ¡La fe! (nº1253).

En todos los bautizados, la fe debe crecer después del bautismo (nº1254).

Mc 4,1-9.13-20

Otra vez se puso a enseñar a orillas del mar. Y se reunió tanta gente junto a él que hubo de subir a una barca, y ya en el mar, se sentó; toda la gente estaba en tierra a la orilla del mar. Les enseñaba muchas cosas por medio de parábolas. Les decía: Escuchad. Una vez salió un sembrador a sembrar. Y sucedió que, al sembrar, una parte cayó a lo largo del camino: vinieron las aves y se la comieron. Otra parte cayó en terreno pedregoso, donde no tenía mucha tierra y brotó enseguida por no tener hondura de tierra, pero cuando salió el sol se agostó, y por no tener raíz, se secó. Otra parte cayó entre abrojos: crecieron los abrojos y la ahogaron y no dio fruto. Otras partes cayeron en tierra buena y, creciendo y desarrollándose, dieron fruto: unas produjeron treinta, otras sesenta, otras ciento.

Tened paciencia, hermanos, hasta la venida del Señor. Mirad, el labrador espera el fruto precioso de la tierra aguardándolo con paciencia hasta recibir las lluvias tempranas y tardías. Tened también vosotros paciencia; fortaleced vuestros corazones porque la venida del Señor está cerca (Sant 5, 7-8).

Deut 11,10-15: La tierra a la que vas a entrar para tomarla en posesión no es como el país de Egipto del que habéis salido, donde después de sembrar había que regar con el pie, como se riega un huerto de hortalizas. Sino que la tierra a la que vais a pasar para tomarla en posesión es una tierra de montes y valles, que bebe el agua de la lluvia del cielo. de esta tierra se cuida el Señor tu Dios; los ojos de tu Dios están constantemente puestos en ella, desde que comienza el año hasta que termina. Yo daré a vuestro país la lluvia a su tiempo y tú podrás cosechar.

Estén siempre alertas, porque su enemigo, el demonio, ronda como un león rugiente, buscando a quién devorar. Resístanlo firmes en la fe, sabiendo que vuestros hermanos que están en el mundo soportan los mismos sufrimientos. El Dios de toda gracia, el que os ha llamado a su eterna gloria, después de breves sufrimientos, os restablecerá, afianzará, robustecerá y os consolidará  (1Pe 5,9-10).

Si se enojan, no se dejen arrastrar al pecado ni permitan que la noche los sorprenda enojados, dando así ocasión al demonio (Efesios 4,26-27).

Revístanse de humildad, pues Dios resiste a los soberbios y da su gracia a los humildes. Humillaos bajo la poderosa mano de Dios para que, llegada la ocasión, os ensalce. Confiadle todas vuestras preocupaciones, pues él cuida de vosotros. Sean sobrios y velad. Vuestro enemigo, el diablo, ronda como un león rugiente buscando a quién devorar.

Que la noche no los sorprenda enojados, dando así ocasión al demonio.

El malvado en el zaguán se sienta al acecho, para matar a escondidas al inocente; sus ojos espían al pobre; acecha en su escondrijo, como león en su guarida, acecha al desgraciado para robarle, arrastrándolo a sus redes; se agacha y se encoje y con violencia cae sobre el indefenso.

¿Por qué te quedas lejos, Señor, y te escondes en el momento del aprieto? Levántate, Señor, extiende tu mano, no te olvides de los humildes. Tú ves las penas y los trabajos, tú miras y los tomas en tus manos. A ti se encomienda el pobre, tú socorres al huérfano. Rómpele el brazo al malvado, pídele cuentas de su maldad, y que desaparezca  (sal 9,29-36).

Salmo 142: Señor, escucha mi oración, tú que eres fiel, atiende a mi súplica. Tú que eres fiel. El enemigo me persigue a muerte, empuja mi vida al sepulcro. Mi aliento desfallece, mi corazón dentro de mí está yerto. Recuerdo los tiempos antiguos, medito todas tus acciones, considero las obras de tus mano y extiendo mis brazos hacia ti: tengo sed de ti como tierra reseca. Escúchame enseguida, que me falta el aliento. No me escondas tu rostro. Líbrame del enemigo, Señor, que me refugio en ti. Por tu clemencia, sácame de la angustia, por tu gracia, destruye a mis enemigos, aniquila a todos los que me acosan, que siervo tuyo soy.

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