María Magdalena y Cristo






9. La misericordia como anuncio

 

Id enseguida a decir a mis hermanos

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Textos citados y comentados

 

SAGRADA ESCRITURA:

Juan 20,1-18

El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada. Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto». Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes. Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró. Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro; vio las vendas en el suelo, y también el sudario que había cubierto su cabeza; este no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte. Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: él también vio y creyó. Todavía no habían comprendido que, según la Escritura, él debía resucitar de entre los muertos. Los discípulos regresaron entonces a su casa. María se había quedado afuera, llorando junto al sepulcro. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio a dos ángeles vestidos de blanco, sentados uno a la cabecera y otro a los pies del lugar donde había sido puesto el cuerpo de Jesús. Ellos le dijeron: «Mujer, ¿por qué lloras?». María respondió: «Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto» Al decir esto se dio vuelta y vio a Jesús, que estaba allí, pero no lo reconoció. Jesús le preguntó: «Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?». Ella, pensando que era el cuidador de la huerta, le respondió: «Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo iré a buscarlo». Jesús le dijo: «¡María!». Ella lo reconoció y le dijo en hebreo: «¡Raboní!», es decir «¡Maestro!». Jesús le dijo: «No me retengas, porque todavía no he subido al Padre. Ve a decir a mis hermanos: «Subo a mi Padre, el Padre de ustedes; a mi Dios, el Dios de ustedes». María Magdalena fue a anunciar a los discípulos que había visto al Señor y que él le había dicho esas palabras.

 

1 Corintios 15,17.19-21

Si hemos puesto nuestra esperanza en Cristo solamente para esta vida, seríamos los hombres más dignos de lástima. Pero no! Cristo resucitó como primicia de los que murieron, porque la muerte vino al mundo por medio de un hombre y también por medio de un hombre viene la resurrección.

 

PAPAS:

 

Papa Francisco, Evangelii Gaudium (1-6)

La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría.

El gran riesgo del mundo actual es una tristeza individualista que brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza de placeres superficiales, de la conciencia aislada. Muchos se convierten en seres resentidos, quejosos, sin vida. Esa no es la opción de una vida digna y plena, ese no es el deseo de Dios para nosotros, esa no es la vida en el Espíritu que brota del corazón de Cristo resucitado. Invito a cada cristiano, en cualquier lugar y situación en que se encuentre, a renovar ahora mismo su encuentro personal con Jesucristo o, al menos, a tomar la decisión de dejarse encontrar por Él, de intentarlo cada día sin descanso. No hay razón para que alguien piense que esta invitación no es para él, porque “nadie queda excluido de la alegría reportada por el Señor”.

No huyamos de la resurrección de Jesús, nunca nos declaremos muertos, pase lo que pase. ¡Que nada pueda más que su vida que nos lanza hacia delante! ¿Por qué no entrar en ese río de alegría? Hay cristianos cuya opción parece ser la de una Cuaresma sin Pascua. Pero reconozco que la alegría no se vive del mismo modo en todas las etapas de la vida, a veces muy dura. Se adapta y se transforma, y siempre permanece al menos como un brote de luz que nace de la certeza personal de ser infinitamente amados, más allá de todo.

 

Papa Francisco, Misericordiae vultus (1-3)

Jesús es el Rostro de la misericordia del Padre. Jesús de Nazaret con su palabra, con sus gestos y con toda su persona revela la misericordia de Dios. Siempre tenemos necesidad de contemplar el misterio de la misericordia. Es fuente de alegría, de serenidad, de paz. Ante la gravedad del pecado, Dios responde con la plenitud del perdón. La misericordia será siempre más grande que cualquier pecado y nadie podrá poner un límite al amor de Dios que perdona.

 

Papa Francisco, Catequesis 30 de marzo, 2016

Lo único que verdaderamente necesitamos en nuestra vida es ser perdonados, liberados del mal y de sus consecuencias de muerte. Lamentablemente, la vida nos hace experimentar muchas veces estas situaciones; y sobre todo es en ellas cuando debemos confiar en la misericordia. Dios es más grande que nuestro pecado. No olvidemos esto: Dios es más grande que nuestro pecado.

 

Benedicto XVI, “Jesús de Nazaret” (segunda parte)

Si se prescinde de la fe en la resurrección, podemos tener ideas interesantes acerca de Dios y del hombre, pero la fe cristiana queda muerta. En este caso Jesús es una personalidad religiosa fallida, una personalidad que a pesar de su fracaso, sigue siendo grande y puede dar lugar a nuestra reflexión, pero permanece en una dimensión puramente humana. Sólo si Jesús ha resucitado ha sucedido algo verdaderamente nuevo que cambia el mundo y la situación del hombre. Acerca de la persona de Jesús la resurrección es el punto decisivo: que Jesús sólo haya existido o que en cambio, exista. Se juega la figura de Jesús como tal.

Jesús no es un muerto redivivo, es decir alguien que volvió a la vida, a esta vida después de muerto. Como sería el caso de Lázaro. La resurrección de Jesús ha consistido en romper las cadenas para ir a un tipo de vida totalmente nuevo. Por eso es tan importante la fe en la resurrección, porque es algo que nos concierne a todos. Es un modo de vida completamente nuevo, algo que interesa a todos, un nuevo futuro para la humanidad.

 

Joseph Ratzinger, “El Dios de Jesucristo”

La resurrección y las apariciones son elementos netamente separados y autónomos de la profesión de fe. La resurrección no se disuelven en las apariciones. Las apariciones no son la resurrección, sino solamente su reflejo. Ella es en primer lugar un acontecimiento, que se produce en Jesús mismo, entre el Padre y Él, por el poder del Espíritu Santo; después este acontecimiento “ocurrido” en Jesús deviene accesible a los hombres porque Él lo hace accesible. Él ya no forma parte del mundo perceptible por los sentidos, sino del mundo de Dios. Por eso no puede ser visto más que por aquellos por quienes Él mismo se deja ver. Para verlo de esta manera, el corazón, el espíritu del hombre así como la apertura interior deben ser puestas a disposición… El Señor resucitado se muestra a los sentidos, y sin embargo no puede dirigirse más que a los sentidos que miran más allá de lo sensible…

 

PADRES DE LA IGLESIA:

 

San Juan Crisóstomo

Todo hombre piadoso que ama al Señor venga a gozar de esta luminosa fiesta. Que el servidor fiel entre feliz en el gozo de su Señor.

El que ha llevado el peso del ayuno venga a recibir su salario. El que ha trabajado desde la primera hora, reciba hoy lo que es justo. Aquel que no ha venido sino a la hora tercera, celebre esta fiesta con gratitud. El que ha llegado después de la hora sexta, que se aproxime sin temor: no será defraudado. Si alguno ha tardado hasta la novena hora, que avance sin vacilación. Y el obrero de la undécima hora, no se sonroje por su retraso. El Señor es generoso: recibe al último como al primero. Concede el reposo tanto al obrero de la undécima hora como a aquel que comenzó su trabajo desde la aurora. Está lleno de compasión por el último, de solicitud por el primero. A uno da su gracia, al otro lo colma. Recompensa a uno sin olvidar al otro, pues no mira únicamente la obra sino que penetra la intención del corazón. Por lo tanto, entrad todos en el gozo de vuestro Señor. Primeros y últimos, recibid la recompensa; ricos y pobres, cantad a coro; los que guardasteis abstinencia y los que permanecisteis ociosos, celebrad este día; los que habéis ayunado y los que no lo habéis hecho, participad igualmente de la alegría de este día.

La mesa está preparada, venid todos con sencillez de corazón. El cordero cebado está servido, saciad vuestra hambre, participad en el banquete de la fe, SACIAOS TODOS DE LAS RIQUEZAS DE LA MISERICORDIA. Que nadie se aflija ya por su pobreza: el reino está abierto para todos. Que ninguno deplore ya sus pecados: el perdón se ha levantado de la tumba. Que nadie tema la muerte, porque la muerte del Salvador nos ha liberado

¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? Cristo ha resucitado y tú has sido destruida. Cristo ha resucitado y los demonios han caído. Cristo ha resucitado y los ángeles se regocijan. Cristo ha resucitado y la vida reina. Cristo ha resucitado y los muertos han sido arrancados de sus tumbas. Sí, Cristo ha resucitado de entre los muertos como primicia de los que duermen.

 

San Gregorio Magno

Cuando los discípulos dejaron la tumba vacía, ella no la dejó. Ella no renunciaba a buscar a Aquel a quien no había encontrado; buscándolo, lloraba; y el fuego de su amor hacía más vivo el ardiente deseo del Señor desaparecido. Si ella fue la única en verlo es porque perseveró en buscarlo. Porque es de la perseverancia que toda acción buena saca su fuerza. Al principio, ella busca y no encuentra. Pero ella se obstina en su búsqueda y por eso encuentra: su deseo mismo, a fuerza de crecer, obtuvo encontrar y poseer lo que buscaba.

 

San Ambrosio

Así como al principio la mujer fue para el hombre quien lo instigó a la culpa y el hombre fue quien ejecutó el pecado, así ahora, la que primero había gustado la muerte, vio primero la resurrección; según el orden de la culpa, fue la primera en el remedio. Y para que no tuviera que soportar ante los hombres el oprobio de un delito que se perpetúa, la que había transmitido al hombre la culpa, le transmitió también la gracia; ella compensa el daño de la antigua caída con el anuncio de la resurrección. Por boca de una mujer había venido en otro tiempo la muerte, por boca de una mujer es recobrada la vida.

 

LITURGIA:

 

Secuencia de Pascua

Ofrezcan los cristianos, ofrendas de alabanza a gloria de la víctima propicia de la Pascua.

Cordero sin pecado, que a las ovejas salvas, a Dios y a los culpables unió con Nueva Alianza.

Lucharon vida y muerte en singular batalla y muerto el que es la Vida, triunfante se levanta.

¿Qué has visto de camino, María, en la mañana? A mi Señor glorioso, la tumba abandonada.

Los Ángeles testigos, sudarios y mortajas.

Vayan a Galilea, allí el Señor aguarda; allí verán los suyos la gloria de la Pascua.

Primicia de los muertos, sabemos por tu gracia que estás resucitado, la muerte en Ti no manda.

Ay vencedor apiádate de la miseria humana y da a tus fieles parte en la victoria santa.

Y Aleluya, aleluya, la vida se levanta, resucitó de veras mi amor y mi esperanza.

 

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