misa_diaria






La mezcla o inmixtión

El sacerdote echa en el cáliz un pequeño trozo de la hostia o de las hostias que ha fraccionado. Este gesto tiene varios simbolismos. Tal vez el más antiguo y el más importante es este: significaba la unión de la misa presente con la misa anterior, mezclando en la sangre un trocito de una hostia consagrada anteriormente, era un símbolo de la unidad del único sacrificio de Cristo; y en segundo lugar, esa misma acción simbolizaba la unión del celebrante con los sacerdotes que celebraban en otros lugares. El Papa enviaba pedacitos de hostias consagradas en su misa a los presbíteros de la ciudad de Roma para que los echaran en el cáliz y expresaran así la profunda unión de todos entre sí y de todos con el Papa, en Cristo. Los sirios, en cambio, querían significar con este gesto la resurrección del Señor: el cuerpo unido a la sangre es símbolo de vida. Este es el simbolismo que hoy podemos darle a este rito. De hecho el sacerdote dice en secreto: El cuerpo y la sangre de nuestro Señor Jesucristo, unidos en este cáliz, sean para nosotros alimento de vida eterna.

El sacerdote y la asamblea oran en silencio y luego el sacerdote vuelve a decir en secreto:

Señor Jesucristo, Hijo de Dios vivo, que por voluntad del Padre, cooperando el Espíritu Santo, diste con tu muerte la vida al mundo, líbrame, por la recepción de tu Cuerpo y de tu Sangre, de todas mis culpas y de todo mal. Concédeme cumplir siempre tus mandamientos y jamás permitas que me separe de ti. O bien:

Señor, Jesucristo, la comunión de tu Cuerpo y de tu Sangre no sea para mí un motivo de juicio y condenación, sino que, por tu piedad, me sirva para defensa de alma y cuerpo y como remedio de salvación.

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