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La fe es decidirse a estar con el Señor para vivir con Él

 

Ciclo de charlas sobre la Fe, agosto- noviembre 2022

La Puerta de la Fe está siempre abierta

 

Cuarta charla: La perseverancia en la Fe

(sábado 17 de septiembre) 

Textos citados

El amor es paciente, todo lo perdona, todo lo espera, todo lo soporta; el amor no acaba nunca (1 Co 13).

Simón, Simón. Mira que satanás ha solicitado el poder cribaros como trigo, pero yo he rogado por ti, para que tu fe no desfallezca (Lc 22,31.32).

Entonces prendieron a Jesús, se lo llevaron y lo hicieron entrar en la casa del Sumo Sacerdote. Pedro lo iba siguiendo de lejos. Habían encendido una hoguera en medio del patio y estaban sentados alrededor. Pedro se sentó entre ellos. Una criada al verlo sentado junto a la lumbre se le quedó mirando y dijo: Este también estaba con él. Pedro lo negó: Mujer, no lo conozco. Poco después, otro viéndolo dijo: Tú también eres uno de ellos. Pedro dijo: ¡Hombre, no lo soy! Pasada como una hora, otro aseguraba: Cierto que este también estaba con él, pues además es galileo. Le dijo Pedro: ¡Hombre, no sé de qué hablas!  Y en aquél momento, estando aun hablando, cantó un gallo, y el Señor se volvió y miró a Pedro, y recordó Pedro las palabras del Señor y saliendo fuera rompió a llorar amargamente (Lc 22, 54-62).

Padre Santo, cuida a los que me has dado. Te pido que los guardes del maligno. Padre, los que tú me has dado, quiero que donde yo esté estén también conmigo, que el amor con que tú me has amado esté en ellos y yo en ellos.

Sepan que ha sido por el nombre de Jesucristo, a quien ustedes crucificaron y a quien Dios resucitó. Viendo la valentía de Pedro y Juan, y sabiendo que eran hombres sin instrucción ni cultura, estaban maravillados. Reconocían, que habían estado con Jesús. Los llamaron y les mandaron que no hablasen más ni enseñasen en el nombre de Jesús. Pero Pedro y Juan les contestaron: No podemos obedecer a ustedes más que a Dios. No podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído.

Señor, yo siempre estaré contigo, tu agarras mi mano derecha, me guías según tus planes y me llevas a un destino glorioso. ¿No te tengo a ti en el cielo? Y contigo ¿qué me importa la tierra? Para mí lo bueno es estar junto a Dios, hacer del Señor mi refugio.

Benedicto:

No conformarse nunca con lo que se ha alcanzado. Las alegrías más verdaderas son capaces de liberar en nosotros la sana inquietud que lleva a ser más exigentes —querer un bien más alto, más profundo— y a percibir cada vez con mayor claridad que nada finito puede colmar nuestro corazón.

San Pablo VI :

Señor, yo creo. Quiero creer en ti. Señor, haz que mi fe sea plena, sin reservas, y que penetre en mi pensamiento, en mi modo de juzgar las realidades divinas y las cosas humanas. Señor, haz que mi fe sea libre, es decir, que cuente con el auxilio personal de mi adhesión, que acepte las renuncias y obligaciones que trae aparejadas y que sea la expresión más alta de mi personalidad. Señor, yo creo en ti. Señor, haz que mi fe sea segura. Segura por la coherencia exterior en las pruebas y por el testimonio interior del Espíritu Santo. Segura por su luz que conforta, por su consecuencia que da paz, por su asimilación que proporciona reposo. Señor, haz que mi fe sea fuerte. Que no tema las contrariedades de los problemas de los que está llena nuestra vida ansiosa de luz. Que no tema la adversidad de quien la discute, la impugna, la rechaza o la niega; sino que se consolide en la prueba íntima de tu verdad. Que resista al cansancio de la crítica. Que se robustezca en la continua afirmación, superando las dificultades dialécticas y espirituales entre las cuales se desarrolla nuestra existencia temporal. Señor, haz que mi fe sea alegre, para que infunda paz y gozo a mi espíritu y lo haga capaz de rezar a Dios y de conversar con los hombres, para que irradie en el diálogo sagrado y profano la felicidad interior que produce su dichosa posesión. Señor, haz que mi fe sea activa y que ofrezca a la caridad las razones de su difusión moral, de modo que se convierta en verdadera amistad contigo y a través de la acción, en el sufrimiento, en la espera de la revelación final, sea una continua búsqueda y un continuo testimonio de ti y a la vez, un incesante alimento de esperanza. Señor, haz que mi fe sea humilde. Que no pretenda fundarse en la experiencia de mis ideas y sentimientos, sino que se rinda al testimonio del Espíritu Santo y su mejor garantía sea la docilidad a la tradición y a la autoridad del magisterio de la santa Iglesia.

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