3






La alegría de calmar la sed

Textos Charla III Domingo de Cuaresma:
La alegría de calmar la sed

En el corazón de Dios no hay enemigos, Dios tiene hijos. Nosotros levantamos muros, construimos barreras y clasificamos a las personas. Dios tiene hijos y no precisamente para sacárselos de encima. El amor de Dios tiene sabor a fidelidad con las personas, porque es amor de entrañas, un amor maternal/paternal que no las deja abandonadas, incluso cuando se hayan equivocado. Nuestro Padre no espera a amar al mundo cuando seamos buenos, no espera a amarnos cuando seamos menos injustos o perfectos; nos ama porque eligió amarnos, nos ama porque nos ha dado el estatuto de hijos. Nos ha amado incluso cuando éramos enemigos suyos (cf. Rm 5,10). El amor incondicionado del Padre para con todos ha sido, y es, verdadera exigencia de conversión para nuestro pobre corazón que tiende a juzgar, dividir, oponer y condenar. Saber que Dios sigue amando incluso a quien lo rechaza es una fuente ilimitada de confianza y estímulo para la misión. Ninguna mano sucia puede impedir que Dios ponga en esa mano la Vida que quiere regalarnos.

Papa Francisco

 

La particularidad del Panteón está en su cúpula, marcada en el centro por un círculo abierto. El vacío trazado por este círculo es, paradójicamente, lo que mantiene unida toda la cúpula, a través del juego de fuerzas físicas. Arquitectónicamente es genial: ¡un agujero mantiene unida toda la cúpula! Más precisamente, es el círculo que rodea este agujero el que da al techo del Panteón, a través del juego de fuerzas físicas, el poder sostenerse alrededor de esta abertura. Lo que parece hueco es de hecho un lugar de presencia que es a la vez denso y esquivo, como los rayos del sol que penetran en el edificio como si se condensaran en este círculo luminoso. La Palabra de Dios es como el sol en el Panteón, en la conciencia, por la abertura el Espíritu viene a hablar a nuestro espíritu, a iluminarlo, a calentarlo, a salvarlo. En ese hueco, donde parece no haber nada, está la presencia salvadora. El secreto del Hombre puede unirse al secreto de Dios. El Panteón podría haber estado completamente cerrado, lo que habría evitado la lluvia… pero eso no habría permitido que el sol visitara su mismo corazón. Como el arquitecto del Panteón, Dios se arriesgó a ofrecer una apertura a la conciencia humana. Él le dio así al hombre la capacidad de respirar su alma, la capacidad para que el hombre salga de su intimidad y acoja a otro. La apertura permite el diálogo, con Dios, con otras personas. La apertura de la intimidad permite el secreto: por la confianza en el otro acogido en su conciencia, el hombre puede sacar a la luz su secreto y conducirlo a la intimidad del otro. Es también en este lugar de paso donde el secreto del hombre se encuentra con el secreto de Dios. Dios quiere que el intercambio vital con el hombre se viva en el secreto del corazón y sea un encuentro real de dos libertades. Dios conoce al hombre, ve y lleva su secreto, pero no hace nada al respecto. No reduce al hombre a lo que sabe de sí mismo. Como si Dios se negara a poner su mano sobre la apertura central de la intimidad humana. Cuando Dios conoce el secreto del hombre, no se apodera de él. Es la mirada casta, justa y misericordiosa de Dios sobre el pecado del hombre que acabamos de describir.

Thomas Poussier

 

La Palabra de Dios es viva, y viva es también el alma que la ha recibido. Esta agua brota de Dios, según dice la Fuente: Salí de Dios y vine. Ella misma contiene lo que fluye en el pozo del alma, y se convierte en el estanque de esta agua viva que brota, mejor aún, que fluye. Que también nosotros podamos participar de esta agua poseyendo este pozo, a fin de que, según el mandato de la sabiduría, no bebamos un agua extraña, sino bebamos nuestra propia agua, en Cristo Jesús nuestro Señor.

San Gregorio de Nisa

 

“En este tiempo litúrgico el Señor nos toma consigo y nos lleva a un lugar apartado. Aun cuando nuestros compromisos diarios nos obliguen a permanecer allí donde nos encontramos habitualmente, viviendo una cotidianidad a menudo repetitiva y a veces aburrida, en Cuaresma se nos invita a “subir a un monte elevado” junto con Jesús, para vivir con el Pueblo santo de Dios una experiencia particular de ascesis.
Para profundizar nuestro conocimiento del Maestro, para comprender y acoger plenamente el misterio de la salvación divina, realizada en el don total de sí por amor, debemos dejarnos conducir por Él a un lugar desierto y elevado, distanciándonos de las mediocridades y de las vanidades.
En el “retiro” en el monte Tabor, Jesús llevó consigo a tres discípulos, elegidos para ser testigos de un acontecimiento único. Quiso que esa experiencia de gracia no fuera solitaria, sino compartida, como lo es, al fin y al cabo, toda nuestra vida de fe.
Al final de la subida, mientras estaban en lo alto del monte con Jesús, a los tres discípulos se les concedió la gracia de verle en su gloria, resplandeciente de luz sobrenatural. Una luz que no procedía del exterior, sino que se irradiaba de Él mismo. La belleza divina de esta visión fue incomparablemente mayor que cualquier esfuerzo que los discípulos hubieran podido hacer para subir al Tabor. Como en cualquier excursión exigente de montaña, a medida que se asciende es necesario mantener la mirada fija en el sendero; pero el maravilloso panorama que se revela al final, sorprende y hace que valga la pena”.

Papa Francisco, Mensaje para la Cuaresma 2023

 

“Dios creó al hombre en el esplendor de su imagen; del polvo de la tierra y del aliento de su boca. Le confió la tierra, y todo estaba en la paz del primer amor. Todo estaba sometido al hombre, pero éste a su vez servía a Dios, y esto era el Paraíso”.

Orígenes

“¡El Paraíso! “Paraíso” es el mundo, tal como se forma constantemente en torno al hombre que es imagen de Dios y no quiere ser nada más que Su imagen; el que ama a Dios, el que Le obedece y asume constantemente al mundo en la sagrada unidad”.

Guardini

“Dios nos sigue no sólo para juzgar nuestro mal, sino sobre todo para redimirlo. Hay veces en que es preciso decirle que se marche, como si fuera un mendigo, porque se aleja un instante pero luego vuelve. Es un Dios que detesta el mal, pero que no sabe odiar a su criatura pecadora. Sigue al hombre pero no para aniquilarlo o perseguirlo, sino para purificarlo y devolverle a sí mismo”.

Guardini

 

“El Miserere ha purificado y encaminado hacia Dios desde hace siglos las miserias espirituales de la humanidad. Hace descubrir toda la belleza y la pureza. Es preciso dejarse llevar por este movimiento poderoso y seguro que se desarrolla como una marea y hace brillar el sol de la gracia, la estrella brillante de un alma que ha reencontrado la verdad y la bondad de Dios. Cada versículo contiene en efecto una luz. Se ha comparado a este salmo con un joyero: cada versículo es una joya deslumbrante”.

Gabriel María Garrone.

 

“Después que Jesús fue bautizado por San Juan en agua, fue llevado por el Espíritu al desierto, para que allí fuese bautizado con el fuego de la tentación. De donde se dice que entonces Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu. Fue entonces cuando el Padre clamó desde el cielo: Este es mi hijo muy amado”.

Pseudo-Crisóstomo

 

“Aquí aparece claro el núcleo de toda tentación: apartar a Dios que ante todo lo que parece más urgente en nuestra vida (como es el hambre), pasa a ser algo secundario o incluso superfluo y molesto”. Joseph Ratzinger
“Reflexionar sobre las tentaciones a las que es sometido Jesús en el desierto es una invitación a cada uno de nosotros para responder a una pregunta fundamental: ¿qué cuenta de verdad en mi vida? En la primera tentación el diablo propone a Jesús que cambie una piedra en pan para satisfacer el hambre. Jesús rebate que el hombre vive también de pan, pero no sólo de pan: sin una respuesta al hambre de verdad, al hambre de Dios, el hombre no se puede salvar. En la segunda tentación, el diablo propone a Jesús el camino del poder: le conduce a lo alto y le ofrece el dominio del mundo; pero no es éste el camino de Dios: Jesús tiene bien claro que no es el poder mundano lo que salva al mundo, sino el poder de la cruz, de la humildad, del amor. En la tercera tentación, el diablo propone a Jesús que se arroje del alero del templo de Jerusalén y que haga que le salve Dios mediante sus ángeles, o sea, que realice algo sensacional para poner a prueba a Dios mismo; pero la respuesta es que Dios no es un objeto al que imponer nuestras condiciones: es el Señor de todo. ¿Cuál es el núcleo de las tres tentaciones que sufre Jesús? Es la propuesta de instrumentalizar a Dios, de utilizarle para los propios intereses, para la propia gloria y el propio éxito. Y por lo tanto, en sustancia, de ponerse uno mismo en el lugar de Dios, suprimiéndole de la propia existencia y haciéndole parecer superfluo. Cada uno debería preguntarse: ¿qué puesto tiene Dios en mi vida? ¿Es Él el Señor o lo soy yo?
Superar la tentación de someter a Dios a uno mismo y a los propios intereses, o de ponerle en un rincón, y convertirse al orden justo de prioridades, dar a Dios el primer lugar, es un camino que cada cristiano debe recorrer siempre de nuevo. «Convertirse», una invitación que escucharemos muchas veces en Cuaresma, significa seguir a Jesús de manera que su Evangelio sea guía concreta de la vida; significa dejar que Dios nos transforme, dejar de pensar que somos nosotros los únicos constructores de nuestra existencia; significa reconocer que somos creaturas, que dependemos de Dios, de su amor, y sólo «perdiendo» nuestra vida en Él podemos ganarla.

Benedicto XVI, 13 de febrero de 2013.

 

Dios no quiere imponer el bien, quiere seres libres… En algo la tentación es buena. Todos, menos Dios, ignoran lo que nuestra alma ha recibido de Dios, incluso nosotros. Pero la tentación lo manifiesta para enseñarnos a conocernos, y así, descubrirnos nuestra miseria, y obligarnos a dar gracias por los bienes que la tentación nos ha manifestado.

Orígenes

Share the Post