Inicio de las alabanzas divinas
El 16 de septiembre de 1941 -narra la cronista- atracamos en el puerto de la “Santísima Trinidad de Buenos Aires”. Una enorme multitud, que desde hace varias horas esperaba de pie, nos recibió con vivos aplausos.
Partimos hacia el Priorato de San Benito, donde nos esperaban para las Vísperas a las cinco horas. Una muchedumbre aglomerada en las calles y en el atrio nos recibió calurosamente. Bajo frenéticos aplausos entramos en la hermosa Capilla que estaba llenísima.
Cantamos a dos coros: los Monjes formaban el primero; los feligreses y nosotras el segundo. Siguió la Bendición del Santísimo. Después del “O salutaris hostia”, entonamos el “O caelestis norma vitae” y el “Emicat meridies” en honor de Santa Escolástica. Tuvimos una muy cordial recepción de parte de los monjes y por última vez nos instalamos en los autos con rumbo a Santa Escolástica.
Alrededor de las siete horas llegamos a Santa Escolástica. Unos 500 autos nos habían precedido, y una multitud inmensa –calcúlase 5000 personas– se acumulaba como una masa compacta delante del Monasterio. Según nuestro bello programa debíamos entrar procesionalmente al canto del “Laetatus sum” y de las Letanías de la Santísima Virgen. De esto poco se pudo realizar. Imposible, absolutamente imposible. La muchedumbre nos encerró por todas partes. El entusiasmo era alucinante. La Comunidad estaba completamente dispersa en medio de la multitud, y cada una por su parte tenía que hacer inauditos esfuerzos para llegar a la puerta de Clausura. Finalmente, las primeras Monjas llegaron sanas y salvas a la puerta de entrada. La Rma. M. Priora contó su rebaño inquieta: estaba incompleto. Esperamos un poco más. Por fin, exhaustas, henos aquí todas reunidas.
Hic uno Domino servitur. Esta frase nos esperaba en la puerta de clausura. Frase concisa, expresiva, que resume en su brevedad todo el ideal monástico. Dos cintas, del Sumo Pontífice y de la Argentina – amarilla y blanca, y azul y blanca– cerraban entremezclándose, simbólicamente la entrada. El Rmo. P. Prior las cortó y abrió la puerta de Clausura. Henos finalmente en nuestro Monasterio…