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En camino hacia el Sínodo de los jóvenes

VIGILIA DE ORACIÓN COMO PREPARACIÓN PARA LA JORNADA MUNDIAL DE LA JUVENTUD

DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO

Santa María la Mayor, Roma
Sábado 8 de abril de 2017

 

Queridos jóvenes:

Gracias por estar aquí. Esta tarde se da un doble inicio: el inicio del camino hacia el Sínodo, que tiene un nombre largo: «Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional», pero llamémoslo «el Sínodo de los jóvenes», así se entiende mejor. Y también el segundo inicio, el del camino hacia Panamá: «Aquí está el Arzobispo de Panamá [señalándolo se dirige a él]. Te saludo.

Hemos escuchado el Evangelio, hemos rezado, hemos cantado, hemos traído flores a la Virgen, a la Madre; y hemos traído la cruz, que llega de Cracovia y mañana será entregada a los jóvenes de Panamá. Desde Cracovia a Panamá; y, en medio, el Sínodo. Un Sínodo del que ningún joven debe sentirse excluido. «Pero… hacemos un Sínodo para los jóvenes católicos… para los jóvenes que pertenecen a las asociaciones católicas, así es más fuerte…». No. El Sínodo es el Sínodo de y para todos los jóvenes; los jóvenes son los protagonistas. «¿Pero también los jóvenes que se declaran agnósticos? Sí. «¿También los jóvenes que tienen una fe tibia?» Sí. ¿También para los jóvenes que se han alejado de la Iglesia?» Sí. «¿También para los jóvenes ―no sé si habrá alguno, a lo mejor hay alguno―, los jóvenes que se dicen ateos?» Sí. Este es el Sínodo de los jóvenes, y todos nosotros queremos escucharos. Cada joven tiene algo que decir a los otros, tiene algo que decir a los adultos, tiene algo que decir a los sacerdotes, a las religiosas, a los obispos y al Papa. Todos tenemos necesidad de escucharos.

Recordemos un poco a Cracovia, la Cruz nos lo recuerda. Allí dije dos cosas, a lo mejor alguno lo recuerda: es desagradable ver a un joven que se jubila a los veinte años; y también es desagradable ver a un joven que vive en el sofá. ¿No es verdad? Ni jóvenes «jubilados», ni jóvenes «de sofá». Jóvenes que caminen, jóvenes de calle, jóvenes que vayan adelante, uno junto al otro, pero mirando al futuro.

Hemos escuchado el Evangelio (cf. Lc 1,39-45). Cuando María recibe aquel don, aquella vocación tan grande de traernos el don de Dios, dice el Evangelio que, habiendo recibido la noticia de que su prima de edad avanzada esperaba un niño y tendría necesidad de ayuda, se fue «deprisa». Deprisa: el mundo de hoy tiene necesidad de jóvenes que vayan «deprisa», que no se cansen de caminar deprisa; de jóvenes que tengan la vocación de sentir que la vida les ofrece una misión. Y, como dijo tantas veces María Lisa [joven religiosa] en su testimonio, jóvenes en camino. Ella ha relatado su experiencia: ha sido una experiencia en camino. Tenemos necesidad de jóvenes en camino. El mundo puede cambiar solamente si los jóvenes están en camino. Pero este es el drama de este mundo: que los jóvenes ―y este es el drama de la juventud de hoy― que los jóvenes son a menudo descartados. No tienen trabajo, no tienen un ideal que seguir, falta la instrucción, falta la integración… Tantos jóvenes deben huir, emigrar a otras tierras… Los jóvenes hoy, es duro decirlo, a menudo son material de descarte. Y esto no podemos tolerarlo. Tenemos que hacer este Sínodo para decir: «Nosotros jóvenes estamos aquí». Y nosotros vamos a Panamá para decir: «Nosotros jóvenes estamos aquí, en camino. No queremos ser material de descarte. Nosotros tenemos algo valioso que dar».

He pensado, mientras Pompeo hablaba [el segundo testimonio]: por dos veces, él estuvo casi al límite de ser material de descarte, a los ocho y a los dieciocho años. Y lo venció. Lo superó. Ha sido capaz de levantarse. Y la vida, cuando miramos al horizonte ―lo ha dicho también María Lisa―, nos sorprende siempre. Ambos lo han dicho.

Nosotros estamos en camino, hacia el Sínodo y hacia Panamá. Y este camino es arriesgado; pero si un joven no arriesga, ha envejecido. Y nosotros tenemos que arriesgar.

María Lisa ha dicho que después del sacramento de la confirmación se alejó de la Iglesia. Vosotros sabéis bien que, aquí en Italia, el sacramento de la confirmación se llama «el sacramento del adiós». Después de la confirmación no se vuelve más a la Iglesia. Y, ¿por qué? Porque muchos jóvenes no saben qué hacer… Y ella [María Lisa] nunca se ha detenido, siempre ha permanecido en camino: a veces por caminos oscuros, por caminos sin luz, sin ideales o con ideales que no entendía bien; pero, al final, también ella lo consiguió. Vosotros jóvenes tenéis que arriesgar en la vida, arriesgar. Hoy debéis preparar el futuro. El futuro está en vuestras manos. El futuro está en vuestras manos.

En el Sínodo, la Iglesia entera quiere escuchar a los jóvenes: qué piensan, qué sienten, qué quieren, qué critican o de qué cosas se arrepienten. La Iglesia tiene necesidad de aún más primavera, y la primavera es la estación de los jóvenes.

Y además, quisiera invitaros a hacer este camino, este camino hacia el Sínodo y hacía Panamá, con alegría; a recorrerlo con vuestras aspiraciones, sin miedo, sin vergüenza, con valentía. Se necesita mucho ánimo. E intentar percibir la belleza de las pequeñas cosas, como ha dicho Pompeo, esa belleza de cada día: percibirla, no perdáis esto. Y dar gracias por lo que eres: «Yo soy así, gracias». Muchas veces, en la vida, perdemos tiempo preguntándonos: «Pero, ¿quién soy yo?». Y tú puedes preguntarte quién eres y pasar toda una vida buscando quién eres. Pero pregúntate: «¿Para quién soy yo?». Como la Virgen, que fue capaz de preguntarse: «¿Para quién, para qué persona soy yo, en este momento? Para mi prima», y fue. Para quién soy yo, no quién soy yo: esto viene después, sí, es una pregunta que se tiene que hacer, pero antes de nada por qué hacer un trabajo, un trabajo de toda una vida, un trabajo que te haga pensar, que te haga sentir, que te haga trabajar. Los tres lenguajes: el lenguaje de la mente, el lenguaje del corazón y el lenguaje de las manos. E ir siempre adelante.

Y otra cosa quisiera deciros: el Sínodo no es solamente «un parlatorio». La JMJ no será un «lugar para hablar» o un circo o una cosa bonita, una fiesta y después «adiós», ya no me acuerdo. No, cosas concretas, la vida nos pide cosas concretas. En esta cultura líquida, se necesita concretar, esto es vuestra vocación.

Y quisiera terminar… ―había un discurso escrito, pero después de haberos visto, de haber oído los testimonios, he querido deciros esto―: habrá momentos en los que no entenderéis nada, momentos oscuros, feos, momentos bonitos, momentos oscuros, momentos luminosos… pero hay una cosa que yo quisiera subrayar. Nosotros estamos en el presente. A mi edad, estamos para irnos… ¿no? [ríe] ¿Quién garantiza la vida? Nadie. Vuestra edad tiene el futuro por delante. A los jóvenes, hoy, a los jóvenes, la vida les pide una misión, la Iglesia les pide una misión, y yo quisiera encargaros esta misión: volved y hablad con los abuelos. Hoy más que nunca tenemos necesidad, tenemos necesidad de este puente, del dialogo entre los abuelos y los jóvenes, entre los viejos y los jóvenes. El profeta Joel, en el capítulo tres, versículo dos, nos dice esto, como una profecía: «Los ancianos tendrán sueños, soñarán, y los jóvenes profetizarán», esto es, realizarán las profecías con las cosas concretas. Esta es la tarea que yo os doy en nombre de la Iglesia: hablar con los ancianos. «Pero es aburrido…, dicen siempre las mismas cosas…». No. Escucha al anciano. Habla, pregúntale cosas. Haz que ellos sueñen y sírvete de esos sueños para ir adelante, para profetizar y para hacer concreta aquella profecía. Esta es vuestra misión hoy, esta es la misión que hoy os pide la Iglesia.

Queridos jóvenes, sed valientes. «Pero, Padre, yo he pecado, caigo muchas veces…». Me viene a la mente una canción alpina, muy bonita, que cantan los alpinos: «En el arte de subir, lo importante no es no caer, sino no quedarse caído». Adelante, ¿caes?, levántate y sigue caminando. Pero piensa en aquello que ha soñado el abuelo, que ha soñado el anciano o la anciana. Hazles hablar, toma esas cosas y haz el puente hacia el futuro. Esta es la tarea y la misión que hoy os da la Iglesia.

Muchas gracias por vuestra valentía, y… hasta Panamá. No sé si seré yo, pero estará el Papa. Y el Papa, en Panamá, os hará la pregunta: «¿Habéis hablado con los viejos? ¿Habéis hablado con los ancianos? ¿Habéis tomado los sueños del anciano y los habéis transformado en profecía concreta?» Esta es vuestra tarea. Que el Señor os bendiga. Rezad por mí, y preparémonos todos juntos para el Sínodo y para Panamá.

Gracias.

 

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