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3. El gran silencio del amor: el Rey duerme

SÁBADO SANTO

 

¿Qué es lo que hoy sucede? Un gran silencio envuelve la tierra; un gran silencio porque el Rey duerme. «La tierra temió sobrecogida» porque Dios se durmió en la carne y ha despertado a los que dormían desde antiguo. Dios en la carne ha muerto y el Abismo ha despertado.

Va a buscar a nuestro primer padre como si fuera la oveja perdida. Quiere absolutamente visitar «a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte». El, que es al mismo tiempo Hijo de Dios, hijo de Eva, va a librar de su prisión y de sus dolores a Adán y a Eva.

El Señor, teniendo en sus manos las armas vencedoras de la cruz, se acerca a ellos. Al verlo nuestro primer padre Adán, asombrado por tan gran acontecimiento, exclama y dice a todos: Mi Señor esté con todos. Y Cristo, respondiendo, dice a Adán: Y con tu espíritu. Y tomándolo por la mano le añade: «Despierta tú que duermes, levántate de entre los muertos y Cristo será tu luz».

Yo soy tu Dios que por ti y por todos los que han de nacer de ti me he hecho tu hijo; y ahora te digo: tengo el poder de anunciar a los que están encadenados: Salid; y a los que se encuentran en las tinieblas: iluminaos; y a los que dormís: levantaos.

A ti te mando: «despierta tú que duermes», pues no te creé para que permanezcas cautivo en el Abismo; «levántate de entre los muertos», pues yo soy la vida de los muertos. Levántate, obra de mis manos; levántate, imagen mía, creado a mi semejanza. Levántate, salgamos de aquí porque tú en mí, y yo en ti, formamos una sola e indivisible persona.

Por ti yo, tu Dios, me he hecho tu hijo; por ti yo, tu Señor, he revestido tu condición servil; por ti yo, que estoy sobre los cielos, he venido a la tierra y he bajado al Abismo; por ti me he hecho hombre.

El trono de los querubines está preparado, los portadores atentos y preparados, el tálamo construido, los alimentos prestos, se han embellecido los eternos tabernáculos y las moradas, los tesoros abiertos y el reino de los cielos que existe antes de los siglos está preparado.

De una homilía antigua sobre el grande y santo Sábado (PG 43, 439. 451. 462-463)

 

VIGILIA PASCUAL

 

La celebración consta de 4 partes:

 

  1. La bendición del fuego con la procesión del cirio pascual y el anuncio de Pascua (Exultet)
  2. La Liturgia de la Palabra que tiene 7 lecturas del AT, un pasaje de la Carta de San Pablo a los Romanos, y el Evangelio.
  3. La Liturgia Bautismal con la bendición del agua y la renovación de las promesas bautismales.
  4. La Liturgia Eucarística.

 

La Vigilia Pascual es “la madre de todas las Vigilias” (San Agustín) y la noche más clara que el día, la única que “conoció el momento en que Cristo resucitó de entre los muertos” (Exultet), por eso la Iglesia nos invita a velar.

 

Oh noche más resplandeciente que el día.

Oh noche más hermosa que el sol

Oh noche más blanca que la nieve.

Oh noche más brillante que la saeta.

Oh noche más reluciente que las antorchas.

Oh noche más deliciosa que el paraíso.

Oh noche libre de tinieblas.

Oh noche llena de luz.

Oh noche que quitas el sueño.

Oh noche que haces velar con los ángeles.

Oh noche terrible para los demonios.

Oh noche anhelo de todo un año.

Asterio de Amasea

 

Esta noche, queridos hermanos, celebramos la vigilia en honor de la sepultura del Señor; velemos mientras Él durmió en nuestro lugar. La noche en que Él durmió, nosotros velemos, para que por la muerte que Él sufrió, nosotros vivamos. Esperemos despiertos hasta que Él se despierte, que nuestra negligencia no nos incline al sueño, no del cuerpo sino del corazón, para que cuando Él resucite nosotros ya no muramos. Velemos entonces para no caer en tentación.

San Agustín

 

Que todo hombre piadoso y amante de Dios goce de esta bella y luminosa solemnidad. Que todo siervo fiel participe de la alegría de su Señor. Que el que se ha esforzado en ayunar reciba ahora su salario. Que el que ha trabajado desde la primera hora reciba en este momento el justo salario. Si alguno ha llegado después de la hora tercia, que celebre esta fiesta con gratitud. Si alguien no ha llegado hasta la hora sexta, que no lo dude pues no se perderá nada. Y si hay alguno que se ha retrasado hasta la hora nona, que no sienta vergüenza por su tibieza, porque el Señor es generoso y recibe al último lo mismo que al primero. Gustad todos del banquete de la fe. Gustad todos las riquezas de la misericordia. Que nadie se queje por su pobreza, pues ha aparecido nuestro reino común. Que nadie se lamente por sus pecados, pues de la tumba ha brotado el perdón. Que nadie tema la muerte, ya que la muerte del Salvador nos ha liberado…

San Juan Crisóstomo

 

O sea: se nos invita a estar despiertos mientras Él duerme, para que cuando despierte nosotros no durmamos nunca más el sueño de la muerte y a que nadie se sienta excluido, a TODOS se nos trae el perdón, a los que hicieron penitencia toda la Cuaresma y a los que no la hicieron.

Aunque la Palabra ocupa un lugar importante, la liturgia es fundamentalmente simbólica y está hecha de gestos. Hay que abordarla en sus propias perspectivas, dejarse arrastrar por su movimiento que interpela sin duda a la inteligencia pero también al corazón; es decir compromete toda nuestra existencia: inteligencia, alma y sentidos.

Es necesario no solamente escuchar, sino también mirar para ver a través de los signos, las realidades significadas que las palabras y las explicaciones no llegan a expresar.

 

LITURGIA DE LA LUZ:

 

El rito de la Luz tiene mucho de esto. La asamblea se reúne sin campanas y sin órgano (hay recogimiento y silencio de sábado santo) y se bendice en el atrio el fuego nuevo. Como es de noche este fuego contrasta con la oscuridad, (nuestra vida sin Cristo es esa oscuridad de la noche).

El rito comienza, fuera de la Iglesia, donde se enciende el fuego nuevo. El sacerdote nos invita a velar esta noche santa en la que Cristo pasó de la muerte a la vida, escuchando su Palabra y celebrando sus misterios. Luego bendice el fuego nuevo y con ese fuego nuevo enciende el Cirio Pascual, que es figura de Cristo, Luz del mundo que viene a arrancar al mundo de las tinieblas, que viene a iluminar la oscuridad del pecado y a darnos la vida nueva.

El sacerdote signa el Cirio con la cruz y así comienza la procesión con el Cirio por la nave de la Iglesia: “¡Luz de Cristo! ¡Demos gracias a Dios!” Esta procesión recuerda el camino del Pueblo de Dios por el desierto, en el Éxodo, que durante el día era protegido por una nube y durante la noche por una columna de fuego, ese era el signo de la presencia de Dios que lo iba conduciendo hacia la tierra prometida. Ahora esa columna de fuego es el mismo Cristo glorioso.

Así, a medida que el Cirio avanza por la Iglesia, se van encendiendo todos los cirios que cada uno lleva en su mano para significar que esa luz de Cristo, esa vida nueva nos llega a todos. Todos recibimos de Cristo la misma vida, la misma fe, la misma esperanza. Así la Iglesia como virgen prudente espera la llegada del Esposo, con las lámparas encendidas.

Se encienden entonces las luces de la Iglesia y se canta el Exultet, que es el canto de alabanza al Cirio y el anuncio solemne de la Resurrección.

La Iglesia está alegre y canta. Se invita a la alegría al cielo y a la tierra. En los cielos que se alegren los ángeles. La tierra ha sido iluminada de una inmensa luz, porque brilla con el resplandor del Rey eterno. Se invita a la alegría a la Iglesia que se ve adornada con una luz brillante. Esta es la noche que disipa las tinieblas del pecado, arranca los vicios del mundo, restituye la gracia y nos agrega al grupo de los santos. Es la noche en que Cristo rompe las ataduras de la muerte y surge victorioso de los abismos. ¡Noche verdaderamente feliz! La única que conoció el tiempo y la hora de la Resurrección de Cristo. Es la noche más clara que el día.

Al escuchar este canto comprendemos por qué se enciende el cirio pascual para los Bautismos y las misas de exequias: con Cristo pasamos de la muerte a la vida. Cristo nos asocia a su victoria, nos ilumina, nos da la verdadera vida y todo nace en esta noche.

 

LITURGIA DE LA PALABRA

 

Después de esta primera parte, la celebración sigue con una larga Liturgia de la Palabra en la que leemos 7 lecturas del AT, una de la Carta a los Romanos y el Evangelio. ¿Por qué leemos hoy el AT? Para ver cómo era necesario que Cristo padeciera y entrara así en su reino. Todo lo que sucedió ya había sido anunciado por los Profetas.

Veremos sólo las 3 primeras lecturas del AT y las del NT:

 

1º lectura: LA CREACIÓN Génesis 1,1-2,2 Todo lo que Dios ha creado es bueno, muy bueno, y la Palabra de Dios, por la que Él creó todas las cosas un día se hará carne y esa será la verdadera luz del mundo, el astro más radiante que el sol. Cristo con su muerte y resurrección crea un cielo nuevo y una tierra nueva, el hombre liberado de la muerte es una nueva creatura y la tierra participa de esta nueva creación. Cristo renueva el cielo y la tierra. Esta creación nueva la hará Cristo por medio del agua y del Espíritu, para poder volver a ser imagen de Dios (cfr. homilía de la Vigilia Pascual del Papa Benedicto XVI, 2012). El Bautismo restaura en nosotros la imagen de Dios.

En la cima de toda la obra de la creación está el hombre, hecho a imagen y semejanza de Dios: todo hombre es valioso a los ojos de Dios, ha sido creado por Él, es fruto de su amor.

Por qué hombre, tienes tan poco valor a tus ojos, cuando tienes tanto valor a los ojos de Dios? ¿Por qué miras de qué estás hecho y no buscas el sentido de tu existencia? Todo el mundo que ves a tu alrededor, ¿no ha sido creado para ti? Para ti la luz expulsa las tinieblas que te rodean, tempera la noche y mide el día. Para ti el cielo está iluminado por el sol, la luna y las estrellas. Para ti la tierra está decorada con flores, bosques y frutos. Para ti fue creada en el aire, en los campos y en las aguas la bellísima multiplicidad de seres vivientes.

San Pedro Crisólogo

La dignidad del hombre viene de haber sido creado por Dios. Todo hombre ha recibido junto con el don de la vida, la bendición de Dios: Dios creó al hombre y la mujer y los bendijo

En el Salmos cantaremos: Envía Señor tu Espíritu y renovarás la tierra. El Espíritu Santo es el gran don de la Pascua, Jesús había dicho: “Os conviene que yo me vaya porque sino me voy no vendrá a vosotros el Paráclito”. Cristo al ascender al Padre nos dejará su Espíritu que renovará la tierra.

 

2º lectura: EL SACRIFICIO DE ISAAC. Dios pone a prueba a Abrahán. Dios pide a Abrahán mucho a lo largo de su vida: salir de su patria, dejar su tierra, ir a un lugar que no conocía, le promete un hijo que tarda en darle y le dice que de ese hijo nacerá una descendencia incontable como las estrellas del cielo y la arena del mar, tarda en concedérselo y una vez que se lo da, Dios se lo pide. Abrahán es nuestro Padre en el fe, Abrahán cree siempre en Dios y está pronto a obedecer aún cuando no comprende. Abrahán se fía de la Palabra de Dios, igual que la Virgen: “Hágase en mí según tu palabra”.

La tradición cristiana vio siempre en este episodio una profecía de la muerte y de la resurrección de Cristo. Isaac lleva la leña para el holocausto, igual que Cristo que carga con su cruz. Es a la vez sacerdote y víctima. Isaac le dice: “¡Padre!” Igual que Cristo se dirige a su Padre en Getsemaní. ¡Cómo deben haber conmovido sus entrañas paternas estas palabras! Pero Abraham sigue firme en la fe, y a la pregunta de Isaac: Aquí está la leña y el fuego, pero donde está el cordero para el holocausto? Abrahán responde: Dios proveerá. Ese cordero que Dios proveerá es Cristo, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Lo que Dios Padre ahorró a Abrahán, inmolar a su hijo, no se lo ahorró a sí mismo. Jesús es el Hijo de la Promesa. Abrahán creyó en Dios y esperó en Él contra toda esperanza, por eso es nuestro padre en el fe y aquel a quien debemos imitar.

Isaac es figura de Cristo también porque Dios lo libró de la muerte, igual que a Cristo, a quien resucitó y lo libró de la muerte eterna. Por eso en el Salmo cantamos: Mi carne descansa serena, porque no me entregarás a la muerte ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción. Esa es la fe de la Iglesia, tampoco nosotros conoceremos la corrupción, porque por la victoria de Cristo todos resucitaremos y no conoceremos la muerte.

 

3º lectura: EL PASO DEL MAR ROJO. Es una lectura fundamental, no podría celebrarse la Pascua sin releer este relato de la salida de Egipto, del Éxodo, en el que Dios libró a su pueblo de las manos de sus enemigos, y los fundó como pueblo. Hay un acción decisiva de Dios en este acontecimiento: Dios toma a un pueblo, lo hace su pueblo, le da una ley, los mandamientos, lo conduce a una tierra, la tierra prometida y se la da por herencia. La salida del pueblo hacia el desierto se realiza gracias a la sangre de un cordero con la que se debía rociar la puerta de la casa para que el ángel exterminador pasara de largo. Jesús hace muchas alusiones a toda este tiempo en el que el pueblo de Dios se constituye como tal. La misma Pascua de Jesús es en los días de la preparación para la Pascua y según Juan Jesús muere el mismo día de Pascua en que se inmolaba el cordero en el templo. Jesús es el verdadero cordero, cuya inmolación sobre la cruz inaugura el éxodo definitivo que introduce en la casa del Padre, en la tierra prometida. Mientras que en aquel entonces Dios salvaba a un solo pueblo, ahora salva a todas las naciones de la tierra. Cristo nos libra de la verdadera servidumbre que es la del pecado y la de la muerte y por medio del bautismo nos hace formar parte del Pueblo de Dios, que es la Iglesia. De ahí el salmo: el canto de alegría y de victoria por la liberación.

 

Después de las 7 lecturas del AT se canta el Gloria donde resuenan las campanas que dejaron de tocar el Jueves en la Misa de la Cena de Señor.

 

CARTA A LOS ROMANOS El apóstol nos habla del Bautismo y de su relación con la muerte y resurrección de Cristo. “Cristo resucitado de entre los muertos ya no muere más, la muerte ya no tiene ningún poder sobre Él. Ahora que vive, vive para Dios. También nosotros debemos considerarnos muertos al pecado y vivos para Dios”. No debemos olvidar que nuestra suerte está absolutamente ligada a la Pascua de Cristo, al misterio que celebramos esta noche. Cristo no sólo murió sino que también resucitó por nosotros. Antiguamente el bautismo era por inmersión, el que iba a ser bautizado se sumergía en el agua, así manifestaba la muerte al pecado y un renacer para Dios. Nosotros hemos recibido por el Bautismo una vida nueva, que debemos cuidar y custodiar constantemente, es la vida de la gracia. Esta vida nueva la volveremos a obtener esta noche por la muerte y resurrección de Cristo y la renovación de nuestras promesas bautismales y la recibiremos en plenitud cuando resucitemos realmente después de nuestra muerte.

 

Después se canta el Aleluya, tres veces, subiendo cada vez más un poco la voz. La alegría de esta noche es profunda, es serena y pacífica. “Cristo brilla sereno”, cantamos en el Exultet.

 

EL EVANGELIO: Este año leemos el Evangelio de san Mateo. Los ángeles y Jesús les dicen a las mujeres que van a ver el sepulcro: “No tengan miedo”.

 

¿Quiénes son estas mujeres, paralizadas por el miedo? ¡Ellas son tú, ellas son yo! Ellas son todos los cristianos, depositarios de un mensaje tan inmenso como el de la resurrección y que no se atreven a decirlo. ¿Y por qué no osan decirlo? Porque este mensaje no se puede proclamar sin pasar por una cierta forma por la muerte: muerte a sí mismo de aquel que debe renunciar a todos sus bienes para seguir a Cristo, la muerte de los mártires, la muerte de los predicadores convencidos cuya palabra es fuego y arde a medida que la pronuncia. El ser humano que se preserva, que no se entrega, resiste con todas sus fuerzas a esta muerte. Así las mujeres se callaron, así como los discípulos huyeron cuando arrestaron al Señor.

Quésnel

 

Alégrense y no tengan miedo, son las palabras de Jesús resucitado a las mujeres: el mismo mensaje que el Ángel Gabriel dijo a María. Esta es la Buena Nueva, el Evangelio: Jesús es el salvador del mundo y su reino no tendrá fin.

 

LITURGIA BAUTISMAL

Además de una liturgia de la Palabra más desarrollada, la Vigilia tiene una Liturgia Bautismal. Es el momento en el que tiene lugar el Bautismo de los catecúmenos y si no en el que los bautizados renuevan sus promesas bautismales. Es una gracia poder renovar cada año la promesas bautismales y todos juntos, la noche de Pascua. Como dice san Pablo: Hay un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo. Somos un solo cuerpo, y Cristo es la Cabeza.

Primero tiene lugar la bendición del agua que evoca los grandes momentos de la historia de la salvación: desde el principio el Espíritu de Dios se cernía sobre las aguas y así depositaba en ella la fuerza para santificar; el diluvio prefiguraba la muerte al pecado y el nacimiento de toda justicia; el paso del mar rojo; el Bautismo de Jesús; el agua que junto con la sangre brotaron del costado de Cristo, por último el Bautismo que los apóstoles llevarían hasta los confines de la tierra: Id por todo el mundo y bautizad en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Después de la bendición del agua, se vuelven a encender los cirios y se renuevan las promesas. Si Cristo ha muerto y ha resucitado esta noche, nosotros debemos asociarnos y esto lo hacemos muriendo al pecado y viviendo para Dios. Por eso nos comprometemos a llevar una vida nueva, a que esta celebración dé frutos en nuestra vida. Hay 3 fórmulas. Hay renuncia y profesión de fe.

 

Que el pueblo de Dios reconozca que es una creatura nueva en Cristo y que se esfuerce en comprender quién lo ha adoptado. Que lo que ha sido renovado no retorne a la inconstancia de su antigua estado y que el que ha puesto la mano en el arado no abandone su trabajo; que mire a lo que siembra y no se vuelva a lo que ha dejado atrás. Que nadie recaiga en los vicios de los que se ha levantado. Este es el camino de la salvación, este es el modo de imitar la resurrección comenzada en Cristo.

San León Magno

 

LITURGIA EUCARÍSTICA:

Los que habían sido bautizados podían participar también entonces de la comunión. La comunión es el fin al que tiende toda liturgia. Todo lo anterior es una preparación para poder unirnos plenamente a Cristo. En el momento de la comunión nos hacemos una sola carne con la carne resucitada de Cristo. Y así tenemos ya su vida en nosotros, la vida eterna. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo lo resucitaré en el último día.

Cristo que se entregó sacramentalmente y de manera incruenta el Jueves Santo en la última cena, de forma cruenta el Viernes Santo, queda hasta el fin de los tiempos en la Eucaristía. Las apariciones de Jesús resucitado son siempre en torno a una mesa, son eucarísticas.

Esa es la Eucaristía de cada día, recibimos el cuerpo de Cristo muerto y resucitado, que se queda con nosotros hasta el fin de los tiempos. Esa es la efusión del gozo pascual. Por eso terminamos uniéndonos a la alegría de la Virgen por la victoria de su Hijo y cantando el Regina Caeli.

 

 

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