Erección en Abadía
En Julio de 1946, el Rmo. Archiabad D. Plácido Staeb O.S.B. cerraba la visita canónica diciéndonos que habiendo visto con sus propios ojos los progresos de Santa Escolástica y el buen espíritu que aquí reina, había decidido ceder a los deseos de la Comunidad y pedir a la Santa Sede la elevación a la dignidad abacial del Priorato de Santa Escolástica en la Argentina. De acuerdo, a nuestras Declaraciones, corresponde a la Abadesa fundadora nombrar la primera Abadesa de una fundación. Pero el Rmo. Archiabad, con un sentido muy delicado, quiso, antes de su regreso al Brasil y para poder orientar mejor a la Madre Abadesa de Santa María, Rosa de Queiroz Ferreira O.S.B., sondear a la Comunidad de Santa Escolástica y conocer el deseo de cada una con respecto a la elección de su primera Abadesa. Como todas le suplicaron que dejara como Abadesa a su Priora, Su Excelencia les respondió con malicia: “¡Pero la Hermana Plácida no es argentina!” A lo cual todas le respondieron: “No se trata de que sea argentina o brasilera: ¡queremos a la Hermana Plácida!”
Mientras esperábamos, era necesario comenzar los preparativos para el acontecimiento.
Nuestra expectativa era compartida por Nuestra Madre Abadesa y nuestras queridas hermanas de Santa María: ellas no podían no mezclar algunas lágrimas unidas a su gozo, sabiendo bien que esto significaba la separación definitiva de la única superviviente de esa fundación que hizo su noviciado en Stanbrook, y que durante años fue la Madre Subpriora y Maestra de Novicias durante veinte años.
Finalmente llega la buena noticia el día de Santa Escolástica, nuestra Patrona. Nuestros corazones saltaban de alegría y cantaban el Magnificat con una emoción nueva.
El 15 de marzo a las 15.30 suena la campana, llamándonos al Locutorio grande, donde iba a desarrollarse la primera parte de la ceremonia: lectura del Breve de la Santa Sede, de la Delegación, pregunta del Consagrante a Nuestra Madre, y transferencia de la estabilidad.
Cantamos la antífona “Confirma hoc Deus”, se entonó el salmo 67 y nos dirigimos hacia la Iglesia. Ya se había congregado mucha gente, nuestras familias y nuestros amigos, gozosos de responder a nuestra invitación.
El santuario estaba muy bello. Nuestra Madre se acercó a la reja para prestar el juramento. Después de haberlo recibido, el Rmo. P. Archiabad la constituyó Abadesa y le entregó la cruz pectoral. Nuestra Madre se dirigió hacia el trono y se sentó. Y mientras se cantaba el Te Deum, recibió la obediencia de todas las profesas.
Concluidas las ceremonias de la Instalación, y estando colmadas de alegría y agradecimiento, todos nuestros pensamientos y actividades se concentraron en la bendición abacial, que sería el 13 de abril.
¡Finalmente, llegó el gran día!
Nos emocionamos al ver a Nuestra Madre entrar al santuario, seguida de su cortejo. Toda la ceremonia se desarrolló en una atmósfera digna y piadosa. Al terminar Nuestra Madre vuelve a la clausura por los pasillos interiores.
El cortejo entró al Coro al canto del Te Deum, que debimos repetir pues es muy larga la distancia entre la puerta de clausura y el Coro. El Pontífice y el Asistente permanecían de pie cerca de la reja. El espectáculo era verdaderamente magnífico. La Abadesa se sentó en su trono abacial. Toda la Comunidad desfiló rindiéndole homenaje y recibió el beso de paz. Qué fe y que emoción sentíamos en este momento, renovando nuestra obediencia a aquella que la Iglesia había constituido como Nuestra Madre, y sobre quien la Iglesia ha implorado todas las gracias y todos los dones de los que tiene necesidad para conducirnos a la perfección de nuestro estado. Deseábamos ciertamente prestarle esta obediencia, agradable a Dios y dulce a los hombres, de la cual habla Nuestro Padre San Benito, sabiendo ya por experiencia cómo Nuestra Madre Abadesa la sabe tornar fácil.
El recreo nos resultó demasiado corto. ¡Teníamos tantos comentarios que hacer y tantos regalos que mirar!
Han transcurrido cinco años y medio desde el día en que un pequeño grupo abandonaba Santa María en San Pablo para fundar Santa Escolástica, en Argentina. Y he aquí que el joven Priorato vive ya la madurez de la vida monástica. Este desarrollo tan veloz es una gran gracia que Dios nos ha concedido y que nos debe colmar de un profundo y muy puro sentimiento de gratitud, pero nos crea también una gran responsabilidad. Dios, que fue tan generoso con nosotras, sin duda espera también mucho de Santa Escolástica y de la Orden Benedictina en la Argentina.