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Petición de la Consagración (epíclesis)

Luego, el sacerdote extiende las manos sobre las ofrendas y dice: “Bendice y acepta, oh Padre, esta ofrenda, haciéndola perfecta, espiritual, y digna de ti, de manera que se convierta para nosotros en el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo amado, Jesucristo, nuestro Señor”. La palabra “epíclesis” significa “invocación”. Se pide que la virtud divina convierta el pan en el Cuerpo de Cristo y el vino en su Sangre. Las manos del sacerdote reposan sobre las ofrendas, como el Espíritu sobre las aguas (Gn 1,2), haciendo referencia a la obra santificadora del Espíritu que preside la consagración del pan y del vino. Las manos se extienden sobre las ofrendas, en una posición que es la posición habitual del Espíritu, porque el Espíritu se ubica siempre “sobre”, con una delicadeza igual a su omnipotencia. El Espíritu Santo descenderá sobre ti (Lc 1,35), anuncia el Ángel a María, y Jesús mismo declara: El Espíritu del Señor está sobre (Lc 4,18). Las manos siguen el gesto del Espíritu Santo, las manos hacen de Espíritu Santo en forma de paloma (Lc 3,22), como lenguas de fuego (Hch 2,3). Este gesto de extender las manos, se vuelve a encontrar, con el mismo carácter, aunque frecuentemente desapercibido como tal, en otros sacramentos: imposición de manos sobre el penitente en el sacramento de la reconciliación; imposición de manos sobre los esposos en el sacramento del matrimonio, durante la oración de bendición nupcial; imposición de manos, evidentemente, sobre los enfermos, en el sacramento que es especialmente apropiado para ellos. No hay sacramento, en resumidas cuentas, sin las manos.

Frère François Cassingena-Trévedy

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