Isaac






El sacrificio de Abrahán

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EL SACRIFICIO DE ABRAHÁN

(Textos comentados en la charla)

Sagrada Escritura

Génesis 21:

1 El Señor visitó a Sara como lo había dicho, y obró con ella conforme a su promesa.

2 En el momento anunciado por Dios, Sara concibió y dio un hijo a Abraham, que ya era anciano.

3 Cuando nació el niño que le dio Sara, Abraham le puso el nombre de Isaac.

4 Abraham circuncidó a su hijo Isaac a los ocho días, como Dios se lo había ordenado.

5 Abraham tenía entonces cien años de edad.

6 Sara dijo: «Dios me ha dado motivo para reír, y todos los que se enteren reirán conmigo».

7 Y añadió: «¡Quién le hubiera dicho a Abraham que Sara amamantaría hijos! Porque yo le di un hijo en su vejez».

8 El niño creció y fue destetado, y el día en que lo destetaron, Abraham ofreció un gran banquete.

 

Génesis 22:

1 Después de estos acontecimientos, Dios puso a prueba a Abraham: «¡Abraham, Abraham!» le dijo. El respondió: «Aquí estoy».

2 Entonces Dios le siguió diciendo: «Toma a tu hijo único, el que tanto amas, a Isaac; ve a la región de Moria, y ofrécelo en holocausto sobre la montaña que yo te indicaré».

3 A la madrugada del día siguiente, Abraham ensilló su asno, tomó consigo a dos de sus servidores y a su hijo Isaac, y después de cortar la leña para el holocausto, se dirigió hacia el lugar que Dios le había indicado.

4 Al tercer día, alzando los ojos, divisó el lugar desde lejos,

5 y dijo a sus servidores: «Quédense aquí con el asno, mientras yo y el muchacho seguimos adelante. Daremos culto a Dios, y después volveremos a reunirnos con ustedes».

6 Abraham recogió la leña para el holocausto y la cargó sobre su hijo Isaac; él, por su parte, tomó en sus manos el fuego y el cuchillo, y siguieron caminando los dos juntos.

7 Isaac rompió el silencio y dijo a su padre Abraham: «¡Padre!». El respondió: «Sí, hijo mío». «Tenemos el fuego y la leña, continuó Isaac, pero ¿dónde está el cordero para el holocausto?».

8 «Dios proveerá el cordero para el holocausto», respondió Abraham. Y siguieron caminando los dos juntos.

9 Cuando llegaron al lugar que Dios le había indicado, Abraham erigió un altar, dispuso la leña, ató a su hijo Isaac, y lo puso sobre el altar encima de la leña.

10 Luego extendió su mano y tomó el cuchillo para inmolar a su hijo.

11 Pero el Angel del Señor lo llamó desde el cielo: «¡Abraham, Abraham!». «Aquí estoy», respondió él.

12 Y el Angel le dijo: «No pongas tu mano sobre el muchacho ni le hagas ningún daño. Ahora sé que temes a Dios, porque no me has negado ni siquiera a tu hijo único».

13 Al levantar la vista, Abraham vio un carnero que tenía los cuernos enredados en una zarza. Entonces fue a tomar el carnero, y lo ofreció en holocausto en lugar de su hijo.

14 Abraham llamó a ese lugar: «El Señor proveerá», y de allí se origina el siguiente dicho: «En la montaña del Señor se proveerá».

15 Luego el Angel del Señor llamó por segunda vez a Abraham desde el cielo,

16 y le dijo: «Juro por mí mismo –oráculo del Señor–: porque has obrado de esa manera y no me has negado a tu hijo único,

17 yo te colmaré de bendiciones y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena que está a la orilla del mar. Tus descendientes conquistarán las ciudades de sus enemigos,

18 y por tu descendencia se bendecirán todas las naciones de la tierra, ya que has obedecido mi voz».

19 Abraham regresó a donde estaban sus servidores. Todos juntos se fueron a Berseba, y Abraham residió allí.

 

Hebreos 11:

 

17 Por la fe, Abraham, cuando fue puesto a prueba, presentó a Isaac como ofrenda: él ofrecía a su hijo único, al heredero de las promesas,

18 a aquel de quien se había anunciado: De Isaac nacerá la descendencia que llevará tu nombre.

19 Y lo ofreció, porque pensaba que Dios tenía poder, aun para resucitar a los muertos. Por eso recuperó a su hijo, y esto fue como un símbolo.

 

Textos de autores varios:

 

Pareciera que el Génesis no sólo subraya el nombre del niño, para subrayar el paso del dolor a la alegría, sino que insiste en la imposibilidad de este nacimiento para atraer la atención sobre su carácter milagroso. De alguna manera el nacimiento de Isaac -en el que Dios interviene- repite la creación del hombre, y prefigura el nacimiento de Jesús. Por eso cuando nace todo es “risa”: Abrahán ríe (Gn 17,17), Sara ríe (18,12), todo el mundo ríe (21,26), y el hijo dado por Dios es él mismo “Risa”: Isaac. Divo Barsotti

 

Isaac crecía y se fortalecía… lo que significa que también la alegría de Abrahán crecía. Orígenes

Después de tantas tristezas él vio finalmente realizada la promesa y el cumplimiento de la promesa. Ahora gozaba de esta certeza, teniendo delante de sus ojos al heredero y recibiendo de este niño inmensos consuelos. San Juan Crisóstomo.

¿Porque dos veces? Para anunciar algo grande. Y Abrahán responde: ¡Aquí estoy! San Juan Crisóstomo

La vida cristiana es infinitamente más que la obediencia a una moral: es la respuesta del hombre al llamado personal de Dios. Divo Barsotti.

Dios no le dice sólo Isaac, sino que agrega “tu hijo”, y no sólo “tu hijo”, sino “único”, y además “el que tanto amas”. Cada palabra enciende un fuego mayor y excita más vehementemente la llama del amor que este justo tenía por su hijo. Una sola de estas palabras bastaba para herir su alma. San Juan Crisóstomo

Óptimo servidor tuyo es aquel que no escucha de ti lo que él quisiere sino que quiere lo que de ti escuchare. San Agustín

Habiendo recibido tardíamente a su hijo amado, lo ofreció sin tardanza. San Ambrosio

Por la fe, Abraham recibió en su vejez el hijo que le había sido prometido: Isaac nacido de Sara, la esposa estéril (Gn 21,2). Luego, al recibir la orden de inmolar este mismo hijo no dudó, no discutió, supuso que el Soberanamente Bueno no podía mandar algo malo. Pensó: «Dios que ha concedido un hijo a ancianos puede devolverle la vida». San Agustín

Como un servidor que debe todo a su señor, dará la espalda a toda motivación humana, no viendo más que una cosa: realizar por el acto la orden recibida. San Juan Crisóstomo

El primer grado de humildad es una obediencia sin demora. Es propia de aquellos que nada aman tanto como a Cristo. (…) De ellos dice el Señor: En cuanto me oyó me obedeció. Y a los maestros dice: el que a vosotros oye, a mi me oye. Estos tales, pues, dejando al punto sus cosas y abandonando la propia voluntad desocupando sus manos y dejando inacabado lo que estaban haciendo, sigue con hechos, en alas de la obediencia, la voz del que manda. Y como en un momento, por la velocidad que imprime el temor de Dios, se realizan casi juntamente y con prontitud ambas cosas: la orden dad por el maestro y su perfecta ejecución por el discípulo. Regla de San Benito 5

Abrahán no se pregunta qué le pide sino quién se lo pide. Divo Barsotti

Sabiendo que su sacrificio era nuevo e inaudito, lo ocultaba a sus servidores. Él ignoraba que sus palabras se realizarían verdaderamente; y profetizó, pero sin saberlo. San Juan Crisóstomo

Abraham tenía tales disposiciones, y su espíritu estaba tan pronto, que no tomó en cuenta su amor por su hijo y no dudó en sacrificarlo. Y lo más admirable, es que no dejó de esperar que este mismo hijo se convertiría en padre de una multitud de naciones; porque sabía que Dios no podía mentir. El martirio de su corazón se deja ver en el delicado pudor de padre que quiere estar solo, y dice a sus servidores: «Quédense aquí». Para ser una esperanza divina, la esperanza de Abraham no debía apoyarse en nada. Al final de su viaje está solo, solo delante de Dios. El precio era esta pureza absoluta de una fe que vencería finalmente el silencio de Dios. Dios le pedía ahora a su hijo. No quedaría más que Dios. Esta soledad sobrehumana es ya la presencia de Dios en la tierra.

Divo Barsotti

El niño lo llamó: «Padre», él respondió: «¡Hijo mío!», y la ternura de estos nombres no lo desviaron de su resolución; porque estas palabras son la garantía de amados afectos, pero más amados aún son los preceptos de Dios. Los corazones sufrían, pero la voluntad perseveraba… San Ambrosio

Isaac le dijo: «¡Padre!», –este nombre de padre debe haber sido punzante para Abraham– y él respondió: «Sí, hijo mío». («¡Tú me llamas “padre”, ahora que pronto no tendré más hijo!») «Tenemos el fuego y la leña, continuó Isaac, pero ¿dónde está el cordero para el holocausto?» ¡Considera a este padre crucificado! ¿Cómo puede responder? Pero, ved qué alma fuerte, qué espíritu soberano: «Dios proveerá el cordero para el holocausto, hijo mío». Esta vez Abraham profetizó sin saberlo. El hijo fue calmado, pero el dolor se hundió en el corazón del padre… él miraba la gracia del niño ¡un hijo único y tan amable! San Juan Crisóstomo

Isaac, no era un «tonto»; se dirige a su padre cuando se da cuenta de que no estaba el cordero para sacrificar porque sospecha que él mismo era la víctima sacrificial: «Padre, falta el cordero». Pero se fio de quien estaba a junto a él. Era su padre. Su preocupación: «¿tal vez soy la oveja?», la arrojó en el corazón de su padre. Es la clave de toda oración: sentirse amados por un Padre. Papa Francisco

¿A quién admirar más? Al padre, que por amor a Dios levanta la mano contra su hijo, o al hijo que obedece a su padre hasta la muerte? Ellos rivalizan: el padre se eleva por encima de la naturaleza; el hijo juzga que resistir a su padre sería más atroz que la muerte. San Gregorio de Nisa

Allí donde el hijo era inmolado, la pasión del padre era total. De la pasión del padre, el hijo obtenía la palma del martirio; del combate de su padre, la corona. San Pedro Crisólogo

Y ellos llegaron al lugar indicado, y Abraham extendió la mano. ¿Qué hay que admirar más? ¿La fuerza de alma del patriarca o la obediencia del niño? Él se acostó sobre el altar, como un cordero, esperando el golpe. San Agustín

La renuncia, el sacrificio de todo lo que es nuestro, no está inspirado por el desprecio de aquello que poseemos, sino por el gran valor, el gran precio de lo que va a ser sacrificado. Abraham ofrece a su hijo porque lo ama, es propiamente en el sacrificio donde los bienes humanos adquieren un valor en el orden de la gracia donde Dios eleva al hombre. La santidad de Abrahán es una santidad cristiana, la santidad de cruz. Una santidad que se mide por la grandeza del sacrificio. Divo Barsotti

Obedeció levantando la mano, y obedeció apartándola. Siempre obediente, jamás pusilánime. Sin embargo, para que el sacrificio fuera cumplido y el patriarca no se retirara sin efusión de sangre, un carnero se encontró trabado en un zarzal por los cuernos. San Agustín

La diestra del padre fue detenida, el cuchillo del padre desviado, porque Dios no buscaba la muerte del hijo sino que probaba la caridad del padre: no esperaba la sangre del hijo, cuando toda la víctima consistía en el amor del padre. San Pedro Crisólogo

¿Por qué declarar que Abraham teme a Dios? Porque no escatimó a su propio hijo. Y el apóstol escribe a su vez: «Dios no escatimó a su propio Hijo sino que lo entregó por nosotros». ¡Ved que magnífica generosidad: ¡Dios rivaliza con los hombres! Orígenes

Recibe a tu hijo, rescatado por tu obediencia; y se cumplirán tus palabras: “Daremos culto a Dios, y después volveremos”, y “Dios proveerá el cordero”. He visto tu alma religiosa, he preparado lo que tú habías anunciado a tu hijo». «Al levantar la vista, Abraham vio un carnero que tenía los cuernos enredados en una zarza. Entonces fue a tomar el carnero, y lo ofreció en holocausto en lugar de su hijo». El sacrificio fue entonces cumplido, y Abraham regresó cargado con innumerables coronas.

Ahora bien, todo esto era figura de la cruz. También Cristo dice a los judíos: «Abraham vuestro padre exultó pensando ver mi día: lo vio y se alegró» (Jn 8,56). ¿Cómo lo vio tanto tiempo antes? En figura, en sombra. Porque, así como un carnero fue inmolado en lugar de Isaac, así el Cordero espiritual fue inmolado por el mundo. Era necesario que la verdad primero fuera escrita y significada por la sombra. Ved entonces, de una parte y de otra, un hijo único; de una parte y de otra, amado; porque: «He aquí a mi Hijo muy amado en quien me complazco» (Mt 3,17). Uno es ofrecido en holocausto por su padre, el otro es entregado por su Padre: «No escatimó a su propio Hijo sino que lo entregó por todos nosotros» (Rm 8,32). San Juan Crisóstomo

Todo esto es figura de Cristo. El carnero representa a Cristo que fue crucificado. San Agustín

Y Abraham llamó a aquel lugar: «El Señor proveerá», queriendo erigir en este lugar, por así decir, un memorial de la visita del Señor. San Juan Crisóstomo 

El milagro de este justo es grande, y su piedad por encima de toda alabanza: ofrece el «sacrificio espiritual», sobrepasa las leyes de la naturaleza y ubica el amor de Dios ante todas las cosas terrestres. Por eso fue glorificado y llamado «amigo de Dios». Lo que había «esperado contra toda esperanza» se realizó: porque devino padre de innumerables naciones en Cristo. San Cirilo de Alejandría

 

Es admirable que todavía hoy, y sin cesar en la santa Iglesia católica, el mismo Hijo de Dios es ofrecido a su Padre y sin embargo permanece inmortal e impasible. Se puede comparar a este sacrificio de la Misa aquel del santo patriarca…: Cristo es inmolado, y sin embargo permanece impasible y vivo, al igual que Isaac fue inmolado, pero el cuchillo no lo alcanzó. Ruperto de Deutz

 

Mira con ojos de bondad esta ofrenda y acéptala, como aceptaste los dones del justo Abel, el sacrificio de Abrahán nuestro Padre en la fe, y la oblación pura de tu sumo sacerdote Melquisedec. Plegaria Eucarística I

 

 

 

 

 

 

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