El monasterio que las recibió
Narran las Crónicas de la Abadía del día de la fundación, 16 de septiembre de 1941:
Para nosotras llega la hora de entrar definitivamente en la Clausura. Permanecemos todavía algunos instantes en la Capilla que nos encanta por su ambiente litúrgico y su altar bello y sobrio, tipo mesa. Sobre él destaca suavemente la escultura de Nuestra Señora de la Paz, patrona del santuario y una verdadera obra de arte, que irradia el entrañable amor de su creador, el R. P. Eleuterio González, de “San Benito”, por la Santísima Virgen.
Al entrar en nuestro “jardín cerrado” nos acompañan solamente el Rmo. P. Prior y el Arquitecto de la obra, el señor Soto Acebal. Recorrimos el Monasterio desde el principio hasta el fin, informándonos de todo, maravillándonos de la exquisitez de los menores detalles, como por ejemplo de las canillas en forma de paloma, y entusiasmándonos grandemente con el pequeño Priorato, que sobrepasa en arte y belleza, todo lo que la audaz imaginación hubiera podido esperar. He aquí el amplio claustro con sus cuatro alas enteramente construidas: es una obra arquitectónica en puro estilo románico de exquisito gusto. Sus esbeltas columnas y los variados capiteles son riquísimos en simbolismos. Se inspiran en aquellos famosos de la Abadía Real de Silos en España. Se han puesto, sin embargo, capiteles y repisas originales, ajustándolo todo al más puro estilo románico. Así hay un gran capitel de pilastra que representa la oración del monje; otro, el trabajo manual, artístico o intelectual; otros, la Eucaristía, alimento sobresubstancial da su vida divina; y otro, las tentaciones y vicisitudes de la vida espiritual. Las repisas, originales también, representan en formas elegantes a Cristo, ofrecido a la muerte por nuestros pecados; a la Dolorosa, nuestra Madre del Calvario; a Nuestro Padre San Benito, varón lleno del espíritu de todos los justos, y a Nuestra Madre Santa Escolástica, paloma del las vírgenes benedictinas. Dondequiera que nuestros ojos se posen, encuentran algo edificante. Como el Monasterio está dedicado a Santa Escolástica, el símbolo amable de la paloma es el que más abunda en las esculturas del claustro.
Para completar esta breve reseña sobre él, diré que las esculturas han sido ideadas y ejecutadas en el taller escultórico del Monasterio de “San Benito” en Belgrano, siendo el Maestro escultor Berna, y directores inspiradores los monjes. Un hermoso Viacrucis, obra del mismo autor y del mismo taller, adorna tres de las galerías del claustro, donde la Comunidad desahoga su amor a Jesús crucificado practicando a menudo ese piadoso ejercicio.
Dos de las cuatro alas del Monasterio están enteramente destinadas a las celdas, la mayor parte de las cuales llevan en una plaquita el nombre del donante, recomendándolo a las oraciones de su habitante. Las otras dos están reservadas para los lugares regulares. La puerta de Clausura y tres locutorios, uno grande y dos pequeños, ocupan la primera ala.
Pasamos a la segunda ala, donde se encuentra el coro de las Monjas, un verdadero pequeño coro de Fundación, separado únicamente por una reja de la capilla de los fieles, mas todo él orgulloso de su sillería tradicional y de su gran órgano, donación de un bienhechor difunto. Las sillas, veinte en total, son buenas, amplias y armoniosas. La silla de la Rvma. M. Priora es más alta que las demás y ostenta, en letras doradas, un crismón.
Sigue el Refectorio, bastante espacioso y bien monástico. Toda la vajilla, blanca, sencilla y muy sólida, lleva impreso el escudo de la Orden. Una puerta conduce del Refectorio a la cocina, excelentemente instalada con un horno eléctrico, armarios de lozas blancas, varios placards y cuatro grandes piletas para la limpieza de la vajilla. Finalmente la Sala de Comunidad, bien amplia, donde se encuentra también la naciente Biblioteca de “Santa Escolástica” en 11 estantes embutidos alrededor de una acogedora chimenea.
Pasemos ahora a las habitaciones. Todas dan sobre un corredor interno, que las resguarda del frío en el invierno y de los grandes calores del verano. Sobre las puertas divisorias recuerdan letreros en bajorrelieve: “Cella mihi caelum” (mi habitación es mi cielo). Por ahora tenemos nada más que 18 habitaciones, puesto que a “Santa Escolástica” le faltan todavía dos pisos del cuadrado central. Todas las habitaciones están dedicadas a santos y santas. El mueblaje es sencillo, hermoso, muy monástico; la pequeña lámpara de hierro forjado desciende hasta una gran mesa de trabajo; la Cruz, el bello altorrelieve de San Benito, la artística pila de agua bendita, el reclinatorio, la biblioteca embutida, todo invita al recogimiento y al silencio en el santuario, donde la presencia de Dios se torna tan penetrante, tan dulce y fuerte a la vez.
Tenemos también un sótano. Lo inspeccionamos la misma noche de nuestra llegada y quedamos encantadas con la espaciosa y clara ropería con sus amplios armarios subdivididos y con la gran despensa.
Anexo a la construcción hay un taller de encuadernación, espléndidamente montado con todas las máquinas necesarias.
Después de acompañarnos por el Monasterio y explicarnos todos los detalles, no menos entusiasmados que nosotras, el Rmo. P. Prior y el Sr. Arquitecto se retiraron. Solas en el claustro, el corazón rebosante de alegría y gratitud por todos los beneficios recibidos, cantamos la hermosa Antífona: “Paz eterna del Eterno Padre para esta casa. Paz perenne: Verbo del Padre dona tu paz a esta casa. Consolador piadoso concede la paz a esta casa”.