El día después de la Pascua
Textos Charla II Tiempo Pascual 2023
El día después de la Pascua
La Pascua es una fiesta tal que no solo hay que celebrarla, sino también repensarla y vivirla después.
¿Cuáles son los aspectos de este repensamiento? Son múltiples; y el primero debería ser el silencio interior. Son tantas las voces que han sacudido y conmovido nuestro espíritu que será muy sensato escuchar de nuevo su eco interior, meditar su significado, volver a gozar de sus santas emociones. No se trata ahora del silencio que apaga las voces escuchadas o cae en la inercia y el sueño, sino más bien del silencio en que el espíritu, sustrayéndose a los estímulos de los sonidos exteriores, se escucha a sí mismo, evoca las voces y las impresiones grabadas en su conciencia, las medita, las rumia, las asimila, las guarda en la memoria y se las ofrece a la voluntad.
Otro modo de repensar el misterio pascual, especialmente si se ha preparado y se ha tomado parte en su celebración, es la experiencia de una gran oleada de júbilo; una experiencia que no es solo pasiva sino provocada por el alma misma.
Pablo VI
Mirad, yo voy a enviar sobre vosotros la Promesa de mi Padre. Permaneced en la ciudad hasta que seáis revestidos de poder desde lo alto. Los sacó hasta cerca de Betania, y alzando las manos, los bendijo. Y sucedió que, mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo. ellos después de postrarse ante él se volvieron a Jerusalén con gran gozo y estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios (Lc 24,49-53).
Después de su pasión se les apareció dándoles muchas pruebas de que vivía, apareciéndoseles durante cuarenta días (Hech 1,3).
Conviene, pues, que entre los hombres que anduvieron con nosotros todo el tiempo que el Señor Jesús convivió con nosotros, a partir del bautismo de Juan hasta el día en que nos fue llevado, uno de ellos sea constituido testigo con nosotros de su resurrección. Entonces oraron así: Tú, Señor, que conoces los corazones de todos, muéstranos a cuál de estos dos has elegido… (Hech 1,21-24).
Una vez libres, los apóstoles vinieron a los suyos y les contaron todo lo que les habían dicho los sumos sacerdotes y ancianos. Al oírlo, todos a una elevaron su voz a Dios y dijeron: Señor, tú que hiciste el cielo y la tierra, el mar y todo lo que hay en ellos, tú que has dicho por el Espíritu Santo, por boca de nuestro padre David, tu siervo: ¿Por qué se amotinan las naciones y los pueblos planean un fracaso? Se alían los reyes de la tierra, los príncipes conspiran contra el Señor y contra su Mesías. Porque verdaderamente en esta ciudad se han aliado Herodes y Poncio Pilato con las naciones y los pueblos de Israel contra tu santo siervo Jesús, predeterminado que sucediera. Y ahora, Señor, ten en cuenta sus amenazas y concede a tus siervos que puedan predicar tu palabra con toda valentía, extendiendo tu mano para realizar curaciones, señales y prodigios por el nombre de tu santo siervo Jesús. Acabada su oración, retembló el lugar donde estaban reunidos y todos quedaron llenos del Espíritu Santo y predicaban la palabra de Dios con valentía (Hech 4,23-31).
No tengo plata ni oro, pero te doy lo que tengo: en nombre de Jesucristo, levántate y anda. Y tomándolo de la mano derecha lo levantó (Hech 3,6).
Para vosotros en primer lugar ha resucitado Dios a su Siervo y le ha enviado para bendeciros, apartándoos cada uno de sus maldades (Hech 3,26).