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Señor, tú eres nuestra paz

Textos comentados en la charla:

SEÑOR, TÚ ERES NUESTRA PAZ

La Paz en la Biblia:

“Les anuncio una gran alegría que lo es para todo el pueblo : les ha nacido hoy un Salvador, el Mesías, el Señor” Y de pronto se juntó con el ángel una multitud del ejército celestial que alababa a Dios diciendo: Gloria a Dios en las alturas y en la tierra PAZ a los hombres en quienes Él se complace” (Lc 2,10). 

Los justos poseen la tierra y disfrutan de PAZ abundante. (Sal 36,11). 

Mucha PAZ tienen los que aman tus leyes y nada los  hace tropezar. (Sal 118, 165)

Me acuesto en PAZ y en seguida me duermo,

porque sólo tú, Señor, aseguras mi descanso. Salmo 4,9

Porque un niño nos ha nacido, un hijo nos ha sido dado. La soberanía reposa sobre sus hombros y se le da por nombre: «Consejero maravilloso, Dios fuerte, Padre para siempre, Príncipe de la PAZ». Su soberanía será grande, y habrá una PAZ sin fin para el trono de David y para su reinoIsaías 9,5-6

El se mantendrá de pie y los apacentará con la fuerza del Señor, con la majestad del nombre del Señor, su Dios. Ellos habitarán tranquilos, porque él será grande hasta los confines de la tierra. ¡Y él mismo será la PAZ! Miqueas 5,3-4

Al atardecer de ese mismo día, el primero de la semana, estando cerradas las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, por temor a los judíos, llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: «¡La PAZ esté con ustedes!». Juan 20,19

Porque Cristo es nuestra PAZ; él ha unido a los dos pueblos en uno solo, derribando el muro de enemistad que los separaba, y aboliendo en su propia carne la Ley con sus mandamientos y prescripciones. Así creó con los dos pueblos un solo Hombre nuevo en su propia persona, restableciendo la PAZ, y los reconcilió con Dios en un solo Cuerpo, por medio de la cruz, destruyendo la enemistad en su persona. Y él vino a proclamar la Buena Noticia de la PAZ, PAZ para ustedes, que estaban lejos, PAZ también para aquellos que estaban cerca. Porque por medio de Cristo, todos sin distinción tenemos acceso al Padre, en un mismo Espíritu. Por lo tanto, ustedes ya no son extranjeros ni huéspedes, sino conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios. Ustedes están edificados sobre los apóstoles y los profetas, que son los cimientos, mientras que la piedra angular es el mismo Jesucristo. En él, todo el edificio, bien trabado, va creciendo para constituir un templo santo en el Señor. En él, también ustedes son incorporados al edificio, para llegar a ser una morada de Dios en el Espíritu. Efesios 2,14-22

La Paz en la Eucaristía:

Saludo

La gracia y la Paz de parte de Dios, nuestro Padre y de Jesucristo el Señor, esté con todos ustedes.

Gloria

Gloria a Dios en el cielo y en la tierra PAZ a los hombres que ama el Señor.

Rito de la comunión:

Líbranos de todos los males, Señor, y concédenos la PAZ en nuestros días.

Señor Jesucristo, que dijiste a tus apóstoles: “La Paz os dejo mi PAZ os doy”, no tengas en cuenta nuestros pecados sino la fe de tu Iglesia, y conforme a tu palabra, concédele la PAZ y la unidad.

La Paz del Señor esté con ustedes.

Dénse fraternalmente la PAZ.

La Paz esté contigo.

Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros.

Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros.

Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo, danos la PAZ.

Saludo y bendición de despedida

Pueden ir en PAZ.

Hacemos nuestra esta voz angélica, que resonó en la noche del nacimiento de Jesús en Belén y volvemos a lanzarla al mundo. Sí, el nacimiento de Jesús se renueva en el tiempo, y desde que este incomparable acontecimiento, maduro desde siglos en la mente de Dios, apareció en la historia, la historia del hombre encuentra su sentido. La Iglesia no sólo recuerda la venida lejana de Dios al mundo sino la presencia cercana: la tierra sigue siendo la patria de Cristo, Él permanece todavía con nosotros, silenciosa, humilde, pero realmente, como en el pesebre, para nuestra incansable búsqueda, para nuestra inagotable dicha, para nuestra indefectible espera. Él mismo lo afirmó al despedirse del escenario de este mundo: “Yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo”. San Pablo VI

Dejémonos sorprender por Dios. Él nunca se cansa de destrabar la puerta de su corazón para repetir que nos ama y quiere compartir con nosotros su vida. Desde el corazón de la Trinidad, desde la intimidad más profunda del misterio de Dios, brota y corre sin parar el gran río de la misericordia. Esta fuente nunca podrá agotarse, sin importar cuántos sean los que a ella se acerquen. Cada vez que alguien tendrá necesidad podrá venir a ella, porque la misericordia de Dios no tiene fin. Es tan insondable la profundidad del misterio que encierra, tan inagotable la riqueza que de ella proviene. Papa Francisco

Qué lejos estamos de la sencillez de los pastores y de su mundo. La tradición ha considerado siempre muy importantes dos indicaciones: los pastores acampaban al raso y estaban en vela. Los pastores eran hombres en vigilia. En nosotros tiene que permanecer la vigilia del corazón, la capacidad de percibir las realidades más profundas, la capacidad de dejarse dirigir la palabra por Dios. Preguntémonos: ¿ Estamos realmente en vela? ¿Somos libres? ¿Tenemos capacidad de movimiento? ¿ No estamos todos muy enfermos de esnobismo, de un arrogante escepticismo? ¿Puede escuchar la voz del ángel aquel que de antemano ya sabe con certeza que ese ángel ni siquiera existe? Y aunque la escuchara, tendría que reinterpretarla y quien se ha acostumbrado a juzgar sobre todas las cosas desde una postura de superioridad, quien pretende saberlo todo mejor, cuestionarlo todo, ¿ cómo podría llegar a dar a esa voz una respuesta afirmativa? Cada vez me doy cuenta con más claridad de que la muerte de la humildad es la auténtica razón de nuestra incapacidad de creer y, con ello, de la enfermedad de nuestro tiempo; y cada vez comprendo más por qué san Agustín declaró la humildad, como el núcleo del misterio de Cristo. 

Nuestro corazón no está en vela, no es libre. Está lleno de prejuicios y de la pretensión de saber las cosas mejor. Está aturdido por negocios y obligaciones, paralizado por su ajetreo. Y, sin embargo, sigue estando el consuelo de que también para las almas delicadas hay camino, que también ellas pueden llegar a ser pastores si tienen en común con ellos la vigilia y la libertad. Así, pues, no tendríamos que tomar estos días para dejarnos aturdir, sino como un tiempo para tomar aliento, para llegar a ser libres, a fin de que el corazón aprenda de nuevo a oír y a ver. Pero hay una segunda cosa: dice que fueron corriendo a Belén y contaron todo lo que habían escuchado. De sus labios desbordó aquello de lo que estaba lleno su corazón. Se dieron prisa. Esta prisa aparece varias veces en la Sagrada Escritura y no tiene nada que ver con el ajetreo de quienes viven torturados por la agenda. Es lo contrario de eso. Significa que toda esa falsa prisa desaparece cuando aparece lo auténticamente grande e importante. Es la alegría que da alas al hombre. Ella significa que de nosotros se desprende todo aquello que hace que el corazón y los pies estén pesados como plomo por el camino de Dios. Significa que se apartan de nosotros las dudas, la pretensión de saber las cosas mejor. Significa que tenemos que aprender a caminar con las alas de la alegría. Esta prisa no viene de la precipitación, sino de la desaparición de tal precipitación; viene de la ligereza del corazón. Los ángeles pueden volar porque se toman a sí mismos a la ligera, dijo una vez Chesterton con agudeza. y su frase está en consonancia con una de Richard Dehmel: Nada es pesado si nos tomamos a la ligera, y también con una expresión del papa Juan XXIII, extraída de la profunda experiencia y lucha de su propia vida: Todo se aligera si nos separamos de nosotros mismos, si nos desasimos. Desasimiento, esa sería la respuesta: no colocar nuestro centro de gravedad en nosotros mismos, sino en Dios. Entonces, el corazón se aligera, se hace libre, puede escuchar y puede conducir. Benedicto XVI : Y Dios se hizo hombre: Homilías de Navidad. Benedicto XVI

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