Descendiste, Señor, como lluvia sobre el césped, y viniste a salvarnos. Salmo 71.
Descendiste, Señor, como lluvia sobre el césped, y viniste a salvarnos. Salmo 71
Textos comentados en la charla
“Dios mío, confía tu juicio al rey, tu justicia al hijo de reyes: para que rija a tu pueblo con justicia, a tus humildes con rectitud” (salmo 71)
El juicio de Dios, el criterio de Dios, el corazón de Dios.
Este salmo es una oración por el rey. En el mundo antiguo, la realeza era muy importante. El rey era el mediador entre la divinidad y el pueblo. La figura del rey era muy importante porque de él dependía la felicidad del pueblo. El pueblo todo lo esperaba del rey. Del rey dependía, sobre todo, la justicia y la paz. Pedir por el rey era pedir por el pueblo. Porque un buen rey, según el corazón de Dios, daría la vida por su pueblo. Este salmo traza el retrato del rey ideal. El salmista pide un rey justo y pacífico. Este rey justo y pacífico es Cristo, el rey por excelencia. Cristo es el rey pacífico que dará la vida por su pueblo. El salmo se refiere al rey mesías, el rey de quien se esperaba la salvación.
Enumera las virtudes de este rey ideal: que sea justo, que tenga la justicia de Dios: “confía tu juicio al rey”, la Biblia de Jerusalén dice: “da al rey tu juicio, tu justicia, que gobierne a tu pueblo con justicia”.
“Concédeme un corazón sabio para que pueda juzagar a tu pueblo, para discernir entre el bien y el mal. Agradó a los ojos del Señor esta petición de Salomón, y le dijo Dios: porque has pedido esto y, en vez de pedir para ti larga vida, riquezas, o la muerte de tus enemigos, has pedido discernimiento para saber juzgar, cumplo tu ruego y te doy un corazón sabio e inteligente como no lo hubo antes ni lo habrá después. También te concedo lo que no has pedido…” (1 Re 4, 4 ss).
“Vinieron por entonces al rey dos prostitutas y se presentaron ante él. Una de las mujeres dijo: ‘Óyeme, mi señor. Yo y esta mujer vivíamos en una misma casa, y yo he dado a luz, estando ella conmigo en la casa. A los tres días de mi alumbramiento, también dio a luz esta mujer; estábamos juntas, no había ningún extraño con nosotras en la casa, fuera de nosotras dos. El hijo de esa mujer muró una noche, porque ella se había acostado sobre él. Se levantó ella durante la noche y tomó a mi hijo de mi lado, mientras tu sierva dormía, y lo acostó en su regazo, y a su hijo muerto lo acostó en imi regazo. Cuando me levatné por la mañana para dar de mamar a mi hijo, lo hallé muerto; pero fijándome en él por la mañana vi que no era mi hijo, el que yo había dado a luz’. La otra mujer dijo: ‘No; todo lo contrario, mi hijo es el vivo y tu hijo es el muerto’. Pero la otra replicó: ‘No; tu hijo es el muerto y mi hijo es el vivo’. Y discutían delante del rey. Dijo el rey: ‘Traédme una espada’. Llevaron una espada ante el rey. Dijo el rey: ‘Partid en dos al niño vivo, y dad una mitadd a una y otra a la otra’. La mujer de quien era el niño vivo habló al rey, porque sus entrañas se conmovieron por su hijo, y dijo: ‘Por favor, mi señor, que le den el niño vivo y que no le maten’. Pero la otra dijo: ‘No será ni para mi ni para ti; que lo partan’. Respondió el rey: ‘Entregad a aquélla el niño vivo y no le matéis; ella es la madre”. Esta era la sabiduría del rey que venía de Dios. Todo Israel oyó el ljuico que hizo el rey y reverenciaron al rey, pues vieron que había en él una sabiduría divina para hacer justicia” 1 Re 4,16 ss.
“Aquí hay alguien que es más que Salomón”:
“De madrugada, Jesús se presentó otra vez en el templo, y todo el pueblo acudía a él. Entonces se sentó y se puso a enseñarles. Los escribas y fariseos le llevan una mujer sorprendida en adulterio, la ponen en medio y le dicen: ‘Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés nos mandó en la Ley apedrear a estas mujeres. ¿Tú qué dices?’ esto lo decían para tentarle, para tener de qué acusarle. Pero Jesús, inclinándose, se puso a escribir con el dedo en la tierra. Pero, como ellos insistían en preguntarle, se incorporó y les djijo: ‘Aquel de vosotros que esté sin pecado, que le arroje la primera piedra’ E inclinándose de nuevo, escri´bia en la tierra. Ellos, al oír estas palabras, se iban retirando uno tras otro, comenzando por los más viejos; y se quedó solo Jesús con la mujer, que seguía en medio. Incorporándose Jesúsl le dijo: ‘Mujer, ¿dónde están? ¿Nadie te ha condenado? Ella respondió: ‘Nadie, Señor’. Jesús le dijo: ‘Tampoco yo te condeno. Vete, y en adelante no peques más” (Jn 8)
“Que los montes traigan paz y los collados, justicia. Que él defienda a los humildes del pueblo, socorra a los hijos del pobre y quebrante al explotador. Que dure tanto como el sol, como la luna, de edad en edad” (salmo 71)
“Les aseguro que si vuestra justicia no es más grande que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos. Habéis oído que se dijo a los antepasados: ‘no matarás’, pero yo os digo: ‘todo aquel que se enoje contra su hermano (que se encolerice, que tenga cólera) será reo ante el tribunal… Si al presentar tu ofrenda en el altar te acuerdas de que un hermano tuyo tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí, delante del altar, y vete primero a reconciliarte con tu hermano; luego vuelves y presentas tu ofrenda… Habéis oído que se dijo: ‘no cometerás adulterio’. Pero yo os digo: ‘todo el que mir a una mujer deséandola, ya cometió adulterio con ella en su corazón…Habéis oído que se dijo: ‘ojo por ojo, diente por diente’. Pero yo os digo: no resistáis al mal, antes bien, al que te abofetee en la mejilla derecha ofréele también la otra; al que quiera pleitear contigo para quitarte la túnica, déjale también el manto; y al que te obligue a andar una milla vete con él dos. A quien te pida da, y al que desee que le prestes algo no le vuelvas la espalda. Habéis oído que se dijo: ‘amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo’. Pero yo les dio: ‘Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persigan, para que seáis hijos de vuestro padre celestial que hace salir el sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos” (Mt 5
“Mañana quedará borrada la maldad de la tierra y será nuestro rey el Salavador del mundo”
“El rey pacífico ha manifestado su gloira, aquel cuyo rostro ansía ver toda la tierra”; “Grande es el rey de la paz, más que todos los reyes de la tierra”;
“Cuando haya salido el sol, veréis al Rey de reyes que procede del Padre”
“Hoy el Rey de los cielos se ha dignado nacer de la Virgen para restituir el hombre perdido al reino celestial”
“¡Qué gloriosa es la Virgen que dio a luz al Rey del cielo!”
“María dio a luz al rey cuyo nombre es eterno”
“El Rey de los reyes, el Señor ha nacido en la tierra: he aquí que ha venido a nosotros la salvación del mundo, nuestra redención”
“La Virgen concibió por la palabra, dio a luz al Rey de reyes y permaneció virgen”.
“No temas, María… su reino no tendrá fin”.
¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Vimos su estrella en Oriente y hemos venido a adorarlo. Al oirlo, el rey Herodes se sobresaltó…”(Mt 2)
“¿Eres tu el rey de los judíos? Jesús le respondió: “Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuese de este mundo, mi gente habría combatido para que no fuese entregado a los judíos, pero mi reino no es de aquí. Entonces: ¿tú eres Rey? Jesús le respondió: Sí, como dices, soy Rey” (Jn 18).
“Que baje como lluvia sobre el césped, como llovizna que empapa la tierra”.
“El ángel dijo a los pastores: les anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo. Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el Cristo Señor. Y de pronto se junto con el ángel una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios diciendo: Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres en quienes él se complace” (Lc 2,10-13).
“Descendiste, Señor, como lluvia sobre el césped y viniste a salvar al género humano”.
“Cielos, destilad el rocío; nubes, derramad la victoria; que se abra la tierra y brote la salvación”.
“Como lluvia tempran aguardamos tu palabra, Señor: descienda sobre nosotros como rocío nuestro Dios”
“Presta atención, cielos, que hablo yo; escuche la tierra las palabras de mi boca. Como lluvia se derrame mi doctrina, caiga como rocío mi palabra, como blanda lluvia sobre la hierba verde, como aguacero sobre el césped”.
“Esforcémonos por conocer al Señor: su aparición es cierta como la aurora. Vendrá a nosotros como la lluvia, como la lluvia de primavera que riega la tierra”(Os 6,3)
“Como descienden la lluvia y la nieve de los cielos y no vuelven allá, sino que empapan la tierra, la fecundan y la hacen germinar, para que dé simiente al sembrador y pan para comer, así será mi palabra, la que salga de mi boca, que no tornará a mí de vacío, sin que haya realizado lo que yo quiero y haya cumplido aquello a que la envié” (Isaías 55)
“¡Alégrense, habitantes de Sión, regocíjense en el Señor, su Dios! Porque él les ha dado la lluvia de otoño en su justa medida, e hizo caer sobre ustedes, como en otros tiempos, el aguacero de otoño y de primavera” Joel 2,23
“El rostro sereno del rey trae vida, su favor es como lluvia de primavera” Prov 16,15
“El Salvador del mundo nacerá como el sol y bajará del seno de la Virgen como lluvia sobre el césped”.
“Hoy, el Rey de los cielos se ha dignado nacer de la Virgen para restituir al hombre perdido al reino celestial”.
“Seré como rocío para Israel: él florecerá como el lirio, hundirá sus raíces como el bosque del Líbano; sus retoños se extenderán, su esplendor será como el del olivo y su fragancia como la del Líbano. Volverán a sentarse a mi sombra, harán revivir el trigo, florecerán como la viña, y su renombre será como el del vino del Líbano” (Os 14,6-8).
“Como la lluvia. Esto designa claramente la generación humana del Verbo, sin ruido y en secreto. Nadie escucha caer el rocío, ni sobre la tierra ni sobre la lana. La concepción del Señor se hizo así: el mismo José no se dio cuenta y tuvo que ser instruido por un ángel” (San Teodoro).
“Como la lluvia. Es el misterio de la Navidad. El Dios ante quien tiembla la tierra, ha querido descender en el seno de la Virgen sin ningún ruido, como la lluvia sobre el vellón de una oveja” “Como la luna”. La luna es figura de la Iglesia porque la luna no brilla por sí misma sino que recibe la luz del sol. La Iglesia parece decrecer, como la luna, durante las persecuciones; pero recobrando la paz, goza de toda su luz” (Casiodoro).
“Despierta, hombre, por ti Dios se hizo hombre. Despierta tú que duermes, surge de entre los muertos, y Cristo con su luz te alumbrará. Te lo repito: por ti Dios se hizo hombre. Estarías muerto para siempre si él no hubiera nacido en el tiempo. Estarías condenado a una miseria eterna, si no hubieras recibido tan gran misericordia. Nunca hubieras vuelto a la vida, si él no se hubiera sometido voluntariamente a la muerte. Hubieras perecido si él no te hubiese auxiliado. Estarías perdido sin remedio si él no hubiera venido a salvarte”.
“Demos gracias a Dios Padre que por la inmensa misericordia con que nos amó, ha tenido piedad de nosotros y, cuando estábamos muertos por nuestros pecados, nos vivificó con Cristo, para que fuésemos en él una nueva obra de sus manos”.
“Nuestro Salvador ha librado al pobre que clamaba, al afligido que no tenía protector. Ninguna otra potencia creada habría podido hacer esto; ni la de un hombre justo cualquiera, ni siquiera la del ángel. No había nadie capaz de salvarnos, y he aquí que ha venido él en persona y nos ha salvado” (San Agustín).