2






Del sí de Dios al sí de María

Textos comentados en la Segunda Charla de Adviento

Del sí de Dios al sí de María

 

El adviento es el tiempo de apertura al futuro de Dios, tiempo de preparación para la santa Navidad, cuando él, el Señor, que es la novedad absoluta, vino a habitar en medio de esta humanidad decaída para renovarla desde dentro. En la liturgia de Adviento resuena un mensaje lleno de esperanza, que invita a levantar la mirada al horizonte último, pero, al mismo tiempo, a reconocer en el presente los signos del Dios-con-nosotros. Benedicto XVI 7 diciembre de 2008

 

El matiz de la venida final tan presente en el primer domingo, deja espacio en el segundo domingo al matiz más preparatorio de parte del hombre, el matiz penitencial. El segundo domingo está marcado por la presencia de Juan Bautista, el Precursor de la venida del Señor.

Mientras prosigue el camino del Adviento, mientras nos preparamos para celebrar el Nacimiento de Cristo, resuena  en  nuestras comunidades esta exhortación de Juan Bautista a la conversión. Es una invitación apremiante a abrir el corazón y acoger al Hijo de Dios que viene a nosotros para manifestar  el juicio divino. El Padre —escribe el evangelista san Juan— no juzga a nadie, sino que ha dado al Hijo el poder de juzgar, porque es Hijo del hombre. Hoy, en el presente, es cuando se juega nuestro destino futuro; con el comportamiento concreto que tenemos en esta vida decidimos nuestro destino eterno. En el ocaso de nuestros días en la tierra, en el momento de la muerte, seremos juzgados según nuestra semejanza o desemejanza con el Niño que está a punto de nacer en la pobre cueva de Belén, puesto que él es el criterio de medida que Dios ha dado a la humanidad.

Mediante el Evangelio, Juan Bautista sigue hablando a lo largo de los siglos a todas las generaciones. Sus palabras claras y duras resultan muy saludables para nosotros, hombres y mujeres de nuestro tiempo, en el que, por desgracia, también el modo de vivir y percibir la Navidad muy a menudo sufre las consecuencias de una mentalidad materialista. La “voz” del gran profeta nos pide que preparemos el camino del Señor que viene, en los desiertos de hoy, desiertos exteriores e interiores, sedientos del agua viva que es Cristo. Papa Benedicto XVI, 9 de diciembre de 2007.

A la preparacción de Dios para venir al encuentro del hombre responde la preparación del hombre para recibir a Dios, en un mutuo impulso de acercamiento. En este tiempo, a través de las promesas de Dios, el hombre es capaz de percibir la preparación de Dios, cada detalle de su venida, nada hay dejado al azar en su obra. Y el tomar conciencia de esta preparación de siglos, de este detalle amoroso de Dios, lleva al hombre a una respuesta. El sí de Dios al hombre, un sí indefectible, es lo que impulsa al hombre a poder y querer decir su propio sí.

La segunda parte del Adviento, está colmada de la presencia de la Virgen. Y la Iglesia acompaña a Nuestra Señora en el tramo final de la espera del Nacimiento de Jesús.

Lo hace intensificando su plegaria durante las ferias mayores del Adviento, con las bellísimas Antífonas Oh, del 17 al 23 de diciembre. Cada tarde, la Iglesia invoca la venida del Señor aplicándole un título mesiánico. Estos títulos recogen toda la espera de la humanidad, y recorren las sucesivas etapas de la historia de salvación de Dios con su pueblo.

Estos títulos mesiánicos son:

Oh Sabiduría: remite al origen, al pensamiento de Dios, al principio sabio de su obra creadora.

Oh Adonai: mi Señor, mi Dueño, remite a la alianza tantas veces renovada de Dios con su pueblo.

Oh Raíz de Jesé: remite al linaje, Cristo será descendiente de David y de esa descendencia brotará la salvación.

Oh Llave de David: clara mención del Rey David, como figura de Cristo, con poder de abrir y cerrar, manifestado en las llaves.

Oh Oriente: remite a la luz, al sol, a la claridad que nace de oriente. Cristo no solo es luz, sino el oriente mismo, el lugar del nacimiento de la luz.

Oh Rey de las naciones: remite a la apertura de la salvación de Cristo, no solo es rey de Israel, como David,  sino de todas las naciones.

Oh Emanuel: es la cumbre de los títulos mesiánicos que asumiéndolos todos llega a la más profunda cercanía, Cristo es “Dios con nosotros”.

De la mano de la Virgen entonces, el cristiano está llamado en este tiempo a esperar la venida del Señor contemplando el maravilloso misterio de su amor que transforma la historia y el mundo:

A pocos días ya de la fiesta de Navidad, se nos invita a dirigir la mirada al misterio inefable que María llevó durante nueve meses en su seno virginal: el misterio de Dios que se hace hombre.Este es el primer eje de la redención. El segundo es la muerte y resurrección de Jesús, y estos dos ejes inseparables manifiestan un único plan divino: salvar a la humanidad y su historia asumiéndolas hasta el fondo al hacerse plenamente cargo de todo el mal que las oprime.

Este misterio de salvación, además de su dimensión histórica, tiene también una dimensión cósmica: Cristo es el sol de gracia que, con su luz, “transfigura y enciende el universo en espera” (Liturgia). La misma colocación de la fiesta de Navidad está vinculada al solsticio de invierno, cuando las jornadas, en el hemisferio boreal, comienzan a alargarse. A este respecto, tal vez no todos saben que la plaza de San Pedro es también una meridiana; en efecto, el gran obelisco arroja su sombra a lo largo de una línea que recorre el empedrado hacia la fuente que está bajo esta ventana, y en estos días la sombra es la más larga del año. Esto nos recuerda la función de la astronomía para marcar los tiempos de la oración. El Ángelus, por ejemplo, se recita por la mañana, a mediodía y por la tarde, y con la meridiana, que en otros tiempos servía precisamente para conocer el “mediodía verdadero”, se regulaban los relojes. Papa Benedicto XVI, 21 de diciembre de 2008

Share the Post