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CONSTRUYAMOS JUNTOS UNA PATRIA DE HERMANOS (Mensaje a los Jóvenes Universitarios, 9 de septiembre de 1985)

CONSTRUYAMOS JUNTOS

UNA PATRIA DE HERMANOS

MENSAJE A LA JUVENTUD

UNIVERSITARIA

Agradezco las palabras de mi querido compañero Monseñor Blanco, con quien hemos hecho juntos un camino de esperanza en el Seminario y luego seguimos caminando juntos en la tarea universitaria, desde los comienzos, como él mismo ha recordado ahora, de la UCA. Yo le agradezco que me haya vuelto a traer a este ambiente. Vuelvo como un amigo, con mucha alegría. Con mucha gratitud. Alegría por reencontrarme bien florecida esta Universidad, por aquello que en un comienzo fuimos haciendo juntos con mucha fe en el Señor, con mucha confianza, mucho empuje y mucha gratitud por todo lo que a mí me ha dado la UCA.

Me han pedido que yo les diga algunas palabras en preparación a este “Encuentro nacional de jóvenes”. Yo quisiera hablarles un poco sobre el sentido del tema: “Construyamos juntos una patria de hermanos”.

Yo subtitularía esta reflexión que esta noche quiero hacer con ustedes como “Algunas indicaciones para un nuevo momento de esperanza”.

TESTIGOS DEL AMOR, OPERADORES DE LA PAZ, PROFETAS DE LA ESPERANZA

He hablado siempre de la esperanza. Y no me canso de gritar la esperanza. No porque las cosas sean fáciles. Los momentos son difíciles. Estos momentos son decisivos. Precisamente por eso hay que proponer otra vez la esperanza cristiana, partiendo de los desafíos actuales de la juventud. Me parece que son desafíos a la esperanza, a la alegría y a la comunión.

Responder a estos desafíos siendo Testigos del Amor, Operadores de la Paz, Profetas de la Esperanza.

Cuando decimos “Construyamos juntos una Patria de Hermanos”, no es un nuevo proyecto político, sino un estilo evangélico de vida al servicio de la construcción del país. Es decir, sólo hablamos desde el Evangelio, desde el Amor Transformador del Evangelio, pero partiendo de los desafíos de la hora actual y muy concretamente de los desafíos que decía antes, a la Juventud Argentina.

Un desafío a su amor. Ser Testigos del Amor de Dios y construir en el amor una nueva Civilización que tenga sus bases en el Evangelio.

Operadores de paz, con opciones fundamentales por la Verdad, la Libertad, la justicia, el Amor. No se trata entonces de un proyecto más. Se trata de que los jóvenes asuman la riqueza del Evangelio y sean verdaderamente levadura transformadora, Luz de Dios en este momento de la historia argentina.

Por eso, una Patria de Hermanos no se construye desde afuera, y no se construye de la noche a la mañana. Supone todo un proceso de transformación interior.

Lo que va a suceder en Córdoba es un momento festivo de esta civilización del amor. Pero la patria no cambia porque hagamos un Encuentro Nacional en Córdoba. Supone un lento proceso de transformación interior. Una mentalidad nueva, con las luces del Evangelio. Un corazón nuevo, abierto en toda su amplitud para la participación, la solidaridad, la fraternidad evangélica. Un corazón hecho para amar a Dios sobre todas las cosas y a nuestros hermanos como a nosotros mismos. Un corazón abierto a la Palabra. Que sepa escuchar la Palabra de Dios, que la sepa acoger adentro, rumiarla, contemplarla, y luego entregarla.

Queridos muchachos, chicos y chicas. Sean profundos, reflexionen, acojan la Palabra de Dios, sepan acogerla adentro, rumiarla, contemplarla y luego comunicarla a los demás. Un Profeta no se improvisa. Un Profeta supone una invasión fuerte del Espíritu de Dios que engendra una energía especial para decir en el momento oportuno, con las palabras de los hombres, las mismas invariables maravillas de Dios. Si tienen que ser Profetas de la Esperanza, déjense consumir fuertemente por el Espíritu de Dios, por la Luz del Espíritu, por la Sabiduría del Espíritu, por la fuerza transformadora de su Amor, por la Potencia de su coraje.

Esta patria de hermanos supone un proceso de renovación, iluminación de la inteligencia, cambios del corazón, coraje para asumir los opciones fundamentales frente a Dios y frente al Hombre.

Se trata, por consiguiente, de una profunda y nueva invitación a la conversión de los jóvenes. Es una conversión desde los jóvenes a los adultos. Es un llamado a la conversión.

Jóvenes amigos, no se trata de que la Iglesia esté evangelizando sólo a los jóvenes. Se trata de que los jóvenes, en la Iglesia y como Iglesia, evangelicen anunciando la buena noticia de Jesús, y llamando a la conversión a todos los hombres.

Este camino de una construcción de la Civilización del Amor, esta construcción, juntos, de una Patria de Hermanos, tenemos que ir haciéndolo codo a codo, jóvenes y adultos, clero y laicado, religiosos, religiosas, comprometidos. Se trata de un momento decisivo. Por eso, repito otra vez, es un proceso lento, pero que supone una transformación interior fundamental.

Diría también que el Encuentro de Córdoba es una convocatoria eclesial a toda la juventud argentina, creyentes o no. Siempre desde la identidad del Evangelio. Pero es una convocatoria a toda la juventud, para que se comprometa desde su creencia, desde los valores humanos, sagrados, respetados y asumidos. Se comprometa a esta construcción de un Mundo Nuevo, fraterno, repito, basado en la Verdad, en la Libertad, en la Justicia, en el Amor.

Yo quisiera iluminar esta conversación con ustedes, muy simple, una conversación de amigos, a la luz de tres textos bíblicos, tres páginas del Evangelio que ustedes después releerán con atención en el silencio de su casa, o los irán releyendo y profundizando en la meditación personal.

Primer texto: Es el camino de Emaús; el segundo texto: La Propuesta de renovación interior en las Bienaventuranzas y el tercer texto: el llamado de Jesús al joven rico para que lo siga.

Tres páginas del Evangelio; la primera del Evangelio de San Lucas en el capítulo XXIV. Es una invitación a la esperanza, y a dar siempre a quien nos lo pida, razón de nuestra esperanza.

DAR RAZÓN DE LA ESPERANZA

Queridos jóvenes, esta expresión: “dar razón de la esperanza” es del Primer Papa de la Historia, San Pedro, que a pesar de momentos difíciles que tuvo de persecución, propone a los cristianos estén siempre dispuestos a dar a quien se lo pidiere razón de su esperanza.

Es una frase que retoma ahora Juan Pablo II, nuestro Pontífice actual, en la Carta a los jóvenes y a las jóvenes de todo el mundo.

Estar siempre dispuestos a dar razón de la esperanza que hay en ustedes. Interesa mucho subrayar que se trata de una esperanza que hay en nosotros. No es una esperanza que nos venga desde afuera. Es una esperanza que arranca desde el interior nuestro, renovado en Cristo por el Espíritu. Es una esperanza que viene de las energías propias de la juventud. Es una esperanza que nace de la comunidad eclesial. Es una esperanza que sobre todo se nos da a través de la potencia del resucitado, Jesús, nuestra feliz Esperanza. Una esperanza que hay en nosotros. Precisamente hoy en la Eucaristía, la primera lectura nos traía esta expresión tan bonita de San Pablo a los colosenses, que yo he elegido como lema de mi Episcopado: “Cristo en medio de ustedes como Esperanza de la gloria”.

Dar razón de la esperanza que hay en nosotros, es dar razón del Cristo que en nosotros vive, que en nosotros actúa, que en nosotros habla, que a través de nosotros se transparenta. El Cristo, Nuestra Paz. El Cristo que en la Cruz sacudió el muro de división para hacer un solo Hombre nuevo, un solo Pueblo, el Pueblo de Dios. Ese Cristo es el que en mí vive. Ese es el Cristo que nosotros tenemos que anunciar, comunicar, en cierto modo como engendrar, en la historia de hoy. Cristo esperanza de la gloria. Cristo, nuestra feliz esperanza, Cristo nuestra paz.

El camino de Emaús, ustedes lo recuerdan muy bien, es un llamado a la esperanza, a dar razón de ella cuando nos lo pidieren. Es el paso, el Camino de Emaús, del desaliento contagioso a una esperanza compartida. De la tristeza descreída a la alegría del encuentro. Es la sorpresa y la gracia de haber descubierto a Jesús en la presencia de un amigo que comunica, que camina a nuestro lado. El episodio de Emaús, lo recuerdan. Los dos discípulos desalentados que van en el mismo día de la Pascua, desalentados y tristes. Encerrados en sí mismos, conversando y discutiendo sobre las cosas que han pasado. Jesús se les acerca. Rompe ese silencio, esa tristeza, el desaliento. Jesús se pone a caminar con ellos y les pregunta: “¿Qué pasa, sobre qué están discutiendo? ¿Qué sucede?”. Los discípulos quedan sorprendidos. “Tú eres el único que no sabe cómo van las cosas; lo de Jesús de Nazareth”. “Nosotros esperábamos que Él liberara a su pueblo, Israel”. Es una crisis de desesperanza. “Ya van tres días”. Una crisis de incredulidad. “Algunas mujeres que han ido al sepulcro han visto que la piedra estaba removida, pero a Él no lo vieron. Algunos dicen que lo han visto”. Falta de creencia, falta de aliento, falta de alegría. El Señor se pone a caminar con ellos y les dice: “Duros de corazón, inteligencia cerrada, ¿no sabían que tenían que pasar todas estas cosas para entrar en la gloria?”. Y el Cristo Peregrino, el Cristo Humano y Amigo va descifrándoles el sentido del dolor, del sufrimiento, a aquellos jóvenes, hasta que el corazón de ellos se encuentra como ardiendo. Al atardecer, el Peregrino misterioso finge seguir su camino, pero es tarde y los discípulos le dicen: “Señor, quédate con nosotros porque se hace tarde”. Jesús se queda, bendice el pan, lo reparte y en ese momento lo reconocen, pero Él desaparece.

Yo quisiera subrayar en este pasaje del Evangelio, las actitudes de los discípulos y las actitudes de Cristo. Las actitudes de los discípulos, desaliento, tristeza, cerrazón, miedo, no creencia. La actitud de Jesús, el amigo, la sensibilidad frente al dolor, ponerse junto al que va caminando en su sufrimiento. Actitud de Jesús: iluminar desde la Palabra, recorriendo las Escrituras desde Moisés, pasando por los Profetas, para dar sentido a cosas que humanamente no lo tienen. Actitud de Jesús: quedarse con ellos, partir el Pan de la Eucaristía y de la Amistad.

Mis queridos jóvenes yo encuentro aquí un rasgo muy esencial para los momentos actuales. También nosotros caminamos un poco en el desaliento, en la oscuridad, en la tristeza, en el miedo, en el cansancio. Qué bueno es encontrar una persona amiga que se ponga a nuestro lado, que haga el gesto de ir caminando con nosotros. Alguien que nos comprenda, que nos escuche; alguien que nos diga una palabra de luz en medio de la noche; alguien que descifre las cosas humanamente incomprensibles; alguien que rompa nuestra soledad vacía, para impulsarnos a la Comunión, a la Fraternidad, a la Solidaridad, a la Participación. Es necesario encontrar en la vida una persona amiga que vaya a nuestro lado diciéndonos palabras de esperanza. Y hace falta, sobre todo, que alguien se quede con nosotros partiéndonos el Pan de su amistad. Partir el Pan de la Amistad es partir el don de sí mismo. Ser para los demás. Qué hermosa es una vida hecha para ser dada. Para ser ofrecida. Para ser entregada.

Muchachos y chicas, yo les deseo que en la vida encuentren siempre una persona amiga que les hable de esperanza, que les sacuda el corazón, que los acompañe siempre en su camino. Pero también los comprometo a que ustedes se conviertan para los demás en compañeros de ruta, en amigos, en peregrinos como Jesús, que hace el camino con los demás, que escucha, que da aliento a los demás.

Hay razones de nuestra esperanza. Es nuestra propia, vuestra propia juventud, la riqueza de la juventud. Hay razones para la esperanza. El momento actual que está viviendo la Iglesia. Estamos, mis queridos amigos, a 20 años de la celebración del Concilio. Sentimos, como ha dicho el Papa, que éste sigue siendo el acontecimiento fundamental de nuestra historia contemporánea. Todo eso nos lleva a seguir esperando. Pero a una esperanza que no es ilusión. A una esperanza que es confianza. A una esperanza que es camino, que es compromiso, que es coraje. A una esperanza que no es pasividad. Esperar que las cosas mejoren. Una esperanza que es compromiso. Algo que tengo que hacer. Algo puedo hacer. Sean Profetas de la esperanza.

Cuando Juan XXIII, aquel hombre bueno que hizo soplar el Espíritu de Dios en la Iglesia y nos hizo entrar en esta primavera de renovación, habló en la apertura del Concilio Vaticano II, dijo: “no queremos profetas de calamidades, sino Profetas de esperanza.

LAS BIENAVENTURANZAS

La segunda página del Evangelio que quiero presentarles es la Propuesta del Camino Interior de Jesús a través de las Bienaventuranzas Evangélicas. No es una página para los sacerdotes y los religiosos, es una página para todos los discípulos de Jesús. Es una página entusiasmante, sobre todo para los jóvenes. Es una página actual, que tiene una actualidad formidable. Es una Invitación a la Felicidad Verdadera, a la Alegría Interior y a la Comunicación de esta Alegría a nuestros hermanos.

Un desafío de la juventud a la juventud actual. Es el camino de la verdadera y auténtica felicidad.

A mí se me estruja el corazón cuando encuentro una juventud triste; una juventud que no canta; una juventud que no celebra la vida. Por eso, la Civilización del Amor es una juventud que canta a la Vida, canta al Señor, que es el dador de la Vida. Canta al Amor como forma concreta de construcción.

Actualidad, Universalidad del Mensaje de las Bienaventuranzas, sentido de esta Bienaventuranza, particularmente a través de la Bienaventuranza de los Pobres, de la Bienaventuranza de los que tienen hambre y sed de justicia y de los Operadores de la Paz.

Felices, nos dice el Señor. Es una invitación a la anchura de la Felicidad, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Es el Reino de los Cielos que esperamos ciertamente. Pero es el Reino de los Cielos que ya ha sido inaugurado adentro. Ese Reino de los Cielos que se dará en plenitud cuando Jesús vuelva. Pero ese Reino de los Cielos que ya ha empezado a realizarse en la Historia con la Primera Venida de Jesús. Reino de la Verdad y de la Vida. Reino de la Santidad y de la Gracia. Reino de la Justicia, del amor y de la Paz como canta la Liturgia de Cristo Rey. Un Reino de Verdad, que ilumina. Un Reino que da ánimo, que impulsa, que es de Vida. Un Reino que es de Justicia, de Amor y de Paz. Un Reino que es de Santidad, de Plenitud y de Gracia. Felices los pobres en el espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos.

Queridos muchachos y chicas, la Iglesia ha hecho una opción preferencial, sobre todo la Iglesia en América Latina, pero la Iglesia Universal ha hecho una opción preferencial por los pobres. Yo pediría que la comprendieran bien y que la vivieran en gran generosidad. Que comprendieran bien dónde están los pobres. Que supieran descubrirlos. Que tuvieran una luz interior que les llevara a descubrir la pobreza en los hermanos necesitados. Pobreza material, los que no tienen techo, los que no tienen salud, los que no tienen pan, los que no tienen trabajo. Pero hay también otra clase de pobreza, que es muy honda, la de los marginados en general. La de los que se sienten solos, la de los que no tienen un amigo que les hable, la de aquellos que viven sin el pan de la libertad, el pan de la esperanza, el pan del amor. Pobre es aquél que no tiene lo necesario para vivir y no se puede vivir sin esperanza, sin alegría, sin amor, sin diálogo, sin comunicación. Entonces, sensibilidad para descubrir dónde están los pobres.

Pobre es aquél que no tiene la Palabra de Dios. El que no tiene la Fe. El que no tiene a Dios.

Sentir una gran inquietud por los pobres, una opción preferencial, que no es ni exclusiva ni excluyente, como dice el Papa repetidas veces, pero que les lleve a tener una sensibilidad especial por aquellos que sufren, los enfermos, los que no tienen lo necesario para vivir. Los que tienen, los que no tienen, teniéndolo todo, no tienen esa riqueza interior del Amor hecho alegría, hecho esperanza, hecho fuerza.

Yo me acuerdo que en la casa de la Juventud que tenía en Mar del Plata, cuando era obispo de Mar del Plata, los jóvenes habían puesto un letrero que decía: “Era tan pobre, tan pobre, que lo único que tenía era plata”.

Es decir, hay toda una pobreza que hay que descubrir y hay que compartirla. Tener una gran generosidad para desprendernos, sentirnos libres y amar de una manera particular a los que sufren: pobres, enfermos, ancianos, marginados en general.

Opción preferencial por los pobres. Felices los pobres en el Espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos.

Otra felicidad. Felices los que tienen hambre y sed de Justicia, porque ellos serán saciados.

¿Qué significa tener hambre y sed de Justicia? Es hambre y sed de Dios en primer lugar. Sólo Dios es el Justo, como Dios sólo es el Bueno. Cuando el joven rico le pregunta a Jesús: “Maestro Bueno”, Jesús le dice: “¿Quién es Bueno?, sólo Dios”. Cristo también es el único Justo. Tener hambre y sed de Dios, hambre y sed de plenitud, hambre y sed de santidad. ¿Qué significa tener hambre y sed de Justicia? Respeto sagrado por los inalienables derechos de los hombres. Tener hambre y sed de una justicia integral evangélica, es decir, de una justicia que está impregnada en el Gran Mandamiento del Amor. Es decir, una Justicia sin privilegios, pero una Justicia sin odios, sin venganzas. Tener hambre y sed de Justicia.

Finalmente, felices los que trabajan por la paz. ¿Es que podemos hacer algo nosotros para construir la paz? Ciertamente depende de la opción que hagan ustedes, los jóvenes, en este momento de la riqueza de su juventud. Opciones fundamentales para los valores esenciales. Valor esencial de la Verdad, de la Libertad, de la Justicia y del Amor.

De la Verdad. De la Verdad integral y completa. Ustedes son estudiantes universitarios. Se les abre el camino para la inteligencia, que está hecha para la verdad. Pero una verdad que no se sintetiza simplemente en conocimientos. Una verdad que nos hace libres, una verdad que nos llena de luz y nos transforma. Verdad integral y completa. En definitiva tener hambre de esta verdad es tener hambre de Cristo, que es la verdad misma. De Cristo que nos ha libertado precisamente por esta verdad. No se trata únicamente de conocer la verdad, sino también de ser operadores de la verdad. Es decir, de practicarla. Felices aquellos que no sólo operan la paz a través del conocimiento, sino a través de la fidelidad a la verdad. Una vida verdadera es una vida coherente. Una vida conforme a la verdad es una vida transparente. Se transmite lo que se está viviendo adentro. La luz que nos penetra es al mismo tiempo fuego que nos hace caminar en la verdad completa. Verdad sobre Cristo, sobre la Iglesia, sobre el hombre como nos lo está pidiendo constantemente también Juan Pablo II.

Únicamente se podrá trabajar por la paz, cuando se trabaje por la verdad.

Valor fundamental por la Libertad. La libertad con la cual Cristo nos ha libertado. Es decir, una libertad interior que arranca desde la raíz misma del mal que es el pecado. Es Cristo el que nos ha liberado, mediante su cruz, del pecado y de la muerte. Es Cristo el que nos hace caminar ahora desprendidos y libres. Es Cristo el que nos hace volar desprendidos de las cosas que nos pueden atar. Desprendidos para hacer, no para tener o para poder más, sino para hacer más.

Es importante comprender el concepto mismo de libertad integral. Libertad como forma también de escuchar, de diálogo, de comprensión, de tolerancia de la verdad.

Y la Justicia. La Justicia como decía antes, La Justicia en su plenitud como parte integrante del gran Mandamiento del Amor. Felices los pobres. Felices los que tienen hambre y sed de Justicia. Felices los operadores de la paz. Pero una paz en la verdad, y en la Libertad, en la Justicia y en el amor.

Amor, queridos muchachos y chicas, que es entrega radical de todos nuestros valores a Dios, de donde vienen.

Que es también compromiso de fraternidad evangélica con los otros compañeros, con los otros amigos que vamos haciendo juntos el camino de los hombres en la esperanza. Amor que supone en nosotros profundidad interior, de reflexión, de lectura, de meditación, de oración.

Muchachos y chicas sean jóvenes de oración; jóvenes con una gran capacidad de silencio y de contemplación; jóvenes que aman la naturaleza; jóvenes en cuyo corazón entra Dios como la Luz, como el Sol.

Amen la profundidad interior. Recen verdaderamente. Vivan en la fecundidad del amor hecho oración, hecho solidaridad, hecho don para los demás.

Qué hermosa es una vida convertida en don para los otros. ¡Qué ésa sea vuestra juventud!

FIJANDO EN ÉL LOS OJOS, LO AMÓ.

Finalmente, mis amigos, la tercera página del Evangelio es precisamente una página de amor.

Es el encuentro de Jesús con el joven rico. Jesús que está yendo de camino y un joven que se le acerca y le propone esta pregunta: “Maestro Bueno, ¿Qué tengo que hacer para tener la Vida? Es una pregunta fundamental. Jesús le dice: “Guarda los mandamientos”. El joven que le dice”: Maestro, todo esto lo he observado desde mi juventud”. Jesús que lo mira con amor y lo invita en una propuesta radical. “Vete, vende todo lo que tienes, dáselo a los pobres, luego ven y sígueme”. Es una página hermosísima que el Papa Juan Pablo II ha analizado a través de la Carta de principios de año. Y yo quisiera también, mis queridos jóvenes, ponerles a ustedes en la cercanía de Jesús. Y que Jesús les hable. Y que sea Cristo quien los llame para seguirlo más definitivamente en una propuesta radical de Amor.

Cómo quisiera yo esta tarde, que ustedes experimenten la mirada de amor de Jesús. Cómo quisiera que sintieran que en cada uno de ustedes se clavan los ojos de un amor exigente de Cristo, que pide desprendernos de todo, tener el arrojo de seguirlo. Lo importante no es tanto dejar las cosas. Lo importante es tener la valentía de seguir a Jesús. Y seguir a Jesús, como decía antes, es recorrer el camino de las Bienaventuranzas evangélicas.

El joven aquel se fue triste. Tenía muchos bienes. No se arriesgó a seguir al Señor.

Ustedes, jóvenes, tienen todas las riquezas de su juventud. Ésas, en vez de detenerlos, les amplían la anchura de su corazón para seguir radicalmente al Señor. Quisiera de veras, que esta noche sintieran la mirada concreta, exigente, radical, del Señor.

También en ustedes se repiten esta noche las palabras del Evangelio: “Y fijando en él los ojos lo amó”.

Pero un amor que supone en nosotros dejarlo todo, desprendernos y tener el empuje después, de la respuesta de amor al Señor: “Y ellos, dejándolo todo lo siguieron”, como se lee de los Apóstoles.

Es en definitiva la respuesta a una vocación, a una misión. Tal vez, a una vocación bien radical en la vida consagrada.

De todas maneras es una respuesta que ustedes tienen que dar al Señor.

Este año, Año Internacional de la Juventud, en este Encuentro de Córdoba, tiene que ser el Año de las grandes decisiones. De la gran renovación interior, de las grandes opciones fundamentales, de la respuesta fundamental al Señor.

La única forma, muchachos y chicas, de ser verdaderamente felices, la única forma de hacer felices a los demás, la única forma de heredar la vida, la única forma de dar sentido a su juventud, es tener el arrojo de seguir al Señor, en el llamado concreto que Él les haga, cualquiera sea el camino, pero hay una vocación para cada uno de ustedes. Pablo VI decía “cada vida es una vocación”. Hay un llamado muy concreto del Señor. Una forma muy concreta de construir la civilización del amor y de operar la paz. Es necesario descubrirlo en la interioridad del corazón y responder a ello con coraje.

Es la exigencia radical de Jesús: desprendimiento interior y afectivo. Amor a los pobres y solidaridad con ellos. Y seguir radicalmente al Señor.

CONCLUSIÓN

Queridos muchachos y chicas, hay tres desafíos que se proponen a la juventud actual. La esperanza comprometida y creadora es un primer desafío. A una esperanza que no es ociosidad o espera pasiva de las cosas. Una esperanza que es compromiso, creación, camino, coraje.

Ustedes están dispuestos a hacer este camino. Primer desafío a nuestra juventud. Un primer desafío a la sociedad actual, falta de aliento, de ánimo, de coraje, de esperanza. Sean profetas de la esperanza.

Segundo desafío es a la Felicidad, y a la Alegría. A la alegría puesta superficialmente, tal vez, para muchos, lamentablemente, o en la droga, o en el alcohol, o en el sexo. Para ustedes, la Felicidad, el camino abierto por Jesús en la Bienaventuranza. Una juventud normal, alegre, llena de vida; una juventud que canta al Señor, porque es el Autor de la Vida. Una juventud feliz, normal.

Finalmente el tercer desafío. Desafío a la Comunión y a la Participación. Es decir, a no quedarse solos, a no cerrarse, a compartir, a decidirse a hacer el camino con los demás, en comunidad humana, en comunidad eclesial, en comunidad universitaria, en comunidad juvenil. Participar, entrar en unidad, uniendo nuestros esfuerzos, haciendo verdaderamente una Iglesia-Comunión, y tratando de construir juntos, así, una Patria de Hermanos.

Participación y comunión. Y participación con un deseo muy grande de participar en la vida de la Iglesia y en la construcción de nuestra sociedad civil.

Tres desafíos, a la Esperanza, a la Felicidad, a la Comunión y a la Participación.

La respuesta a estos tres desafíos son las tres cosas que yo antes he anunciado ya: Testigos del amor, operadores de la paz, profetas de la esperanza.

Testigos del amor, es decir, jóvenes y chicas que sientan que Dios es amor y lo griten. Que únicamente en el amor está la construcción positiva de una sociedad, y no en el odio, la indiferencia o en la violencia.

Testigos de un Dios muy cercano e íntimo. Un Dios que va haciendo el camino con nosotros.

Testigos del amor en el silencio de la oración y de la contemplación.

Testigos del amor en la solidaridad, en la fraternidad evangélica.

Testigos del amor en una vida hecha ofrenda y hecha don.

Operadores de la paz, es decir, muchachos y chicas que han hecho opciones fundamentales por los valores esenciales de la verdad integral, de la libertad en todo su ámbito, empezando por el ámbito interior; de la justicia verdadera, amor en toda su dimensión.

Operadores de la paz y Profetas de la Esperanza. Es decir, muchachos y chicas que revestidos fuertemente de la potencia del Señor, de la luz del Espíritu, están decididos no sólo ellos a caminar en la esperanza, sino a dar razón de la esperanza a todo aquel que se lo pidiere. Es decir, a todo aquel que encuentres en tu camino y que tenga necesidad de la esperanza que hay en ti. No se olviden de esta frase: tienen que dar razón de la esperanza que hay en ustedes. Una esperanza que nace desde el Cristo interior.

Todo esto lo ponemos bajo la mirada maternal de María, Nuestra Madre.

Quiero terminar con esta contemplación, diríamos, de María. Ella nos acompaña en este camino de amor y de esperanza. En este camino de construcción de una Patria de Hermanos. Es María, la pobre, la contemplativa, la disponible.

María la pobre, la sencilla y humilde mujer de Nazareth, la joven como ustedes.

María la que nos dio a Jesús, Nuestra Feliz Esperanza.

María la Mujer contemplativa que sabe escuchar la Palabra, acogerla adentro, gustarla, contemplarla y luego entregarla al mundo, hecha pan en Jesús de Nazareth.

María la que nos dio a Jesús, Nuestra Feliz esperanza. A Cristo, Nuestra Paz. María la que dijo que Sí, en el silencio de la contemplación, en la alegría del servicio, en la fecundidad de la cruz.

Con María vamos haciendo nosotros nuestro camino de renovación interior. Momento decisivo de un cambio para ustedes, queridos jóvenes. De un cambio para el país. La Construcción de un Patria de Hermanos no se hace sino desde adentro y con la potencia del Espíritu que nos invita a cambiar.

Sean Testigos del Amor.

Sean Operadores de la Paz.

Sean Profetas de la Esperanza.

 


*Pronunciado el 9 de septiembre de 1985,  en la Sede del Ateneo de la juventud.

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