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Cantaré al Señor un cántico nuevo. Salmo 97

Vivir el tiempo pascual de la mano de los salmos

Cantaré al Señor un cántico nuevo. Salmo 97

            En nuestro itinerario pascual hoy rezaremos con el salmo 97, que resuena con frecuencia en la liturgia de esta cincuentena, ya que es una invitación a la alabanza por las obras realizadas por el Señor. Este salmos guarda una estrecha relación con los dos salmos precedentes, el 95 y el 96. Todos ellos son utilizados en la liturgia de Laudes, es decir, en la oración de la mañana: al comenzar su jornada, el fiel sabe que no se halla abandonado a merced de una casualidad ciega y oscura, ni sometido a la incertidumbre de su libertad, ni supeditado a las decisiones de los demás, ni dominado por las vicisitudes de la historia. Sabe que sobre cualquier realidad terrena se eleva el Creador y Salvador en su grandeza, santidad y misericordia. Juan Pablo II, 27 de noviembre de 2002.

Para evocar esta presencia, a lo largo del salmo se repetirá el nombre del Señor seis veces, invocado como “nuestro Dios”, este Dios nuestro que está situado en el centro de la escena de la historia, mientras lleva a cabo la salvación y ejerce su soberanía sobre todos los pueblos, al mismo tiempo que se espera su retorno como juez.

Así pues, de la mano del salmista el fiel puede comenzar su jornada matutina cantando este solemne himno a Dios, Señor y Creador del universo, y dejarse llevar por esta invitación:

 

  Cantad al Señor un cántico nuevo,

    porque ha hecho maravillas:

 

En el lenguaje bíblico el “cántico nuevo” significa un canto perfecto, pleno, solemne, acompañado con música de fiesta. La causa, el motivo de este cántico, su objeto, son las maravillas que el Señor ha realizado y que el salmista enumera en los versículos siguientes:

 

su diestra le ha dado la victoria,

    su santo brazo;

el Señor da a conocer su victoria

    revela a las naciones su justicia:

se acordó de su misericordia y su fidelidad

    en favor de la casa de Israel;

los confines de la tierra han contemplado

    la victoria de nuestro Dios.

La enumeración de las maravillas del Señor comienza con la proclamación de la intervención divina dentro de la historia concreta de Israel. Las imágenes de la diestra y del santo brazo remiten al éxodo, a la liberación de la situación de esclavitud que sufría el pueblo en Egipto. Y al mismo tiempo la mención de la alianza con el pueblo elegido se recuerda mediante dos grandes perfecciones divinas: lamisericordia y la fidelidad, los dos grandes atributos de Dios que marcaron todo el camino de la historia de la salvación y que también constituyen un testimonio para todos los pueblos que contemplan la salvación obrada por el Señor.

 

Luego, nuevamente el salmista invita a toda la tierra a unirse a la alabanza, alabanza que está formada por el canto coral, el son melodioso de la cítara, los clarines y las trompetas, pero también por una especie de aplauso cósmico, que resuena en una especie de templo cósmico:

Aclama al Señor, tierra entera,

    gritad, vitoread, tocad:

tocad la cítara para el Señor,

    suenen los instrumentos:

con clarines y al son de trompetas

    aclamad al Rey y Señor.

Retumbe el mar y cuanto contiene,

    la tierra y cuantos la habitan;

aplaudan los ríos, aclamen los montes

    al Señor que llega para regir la tierra.

Regirá el orbe con justicia

    y los pueblos con rectitud.

 

Cuatro son los cantores de este inmenso coro de alabanza. El primero es el mar, con su fragor, que parece sonar de bajo continuo en este himno grandioso. Lo siguen la tierra y el mundo entero, con todos sus habitantes, unidos en una armonía solemne. La tercera personificación es la de los ríos, que, al ser considerados como brazos del mar, parecen aplaudir con su flujo rítmico. Por último, vienen las montañas, que parecen danzar de alegría ante el Señor, aun siendo las criaturas más sólidas e imponentes, Así pues, se trata de un coro colosal, que tiene como única finalidad exaltar al Señor, rey y juez justo, a fin de que la humanidad entera sea atraída hacia Dios salvador y se abra a su palabra y a su obra salvífica.

En su versículo final, el salmo se cierra con la presentación de Dios que llega para regir (juzgar) el orbe con justicia y los pueblos con rectitud”.

Como también rezamos en el Padre Nuestro, esta es nuestra gran esperanza y nuestra invocación:  ¡Venga tu reino!, un reino de paz, de justicia y de serenidad, que restablezca la armonía originaria de la creación.

En este Tiempo Pascual estamos llamados a celebrar que Dios realiza la salvación en Cristo, hijo de Israel; que todas las naciones lo contemplan y son invitadas a beneficiarse de esa salvación, ya que el Evangelio es fuerza de Dios para la salvación de todo el que cree. Ahora todos los confines de la tierra no sólo han contemplado la salvación de nuestro Dios, sino que en Cristo Resucitado la han recibido.

Por eso con Orígenes podemos decir que cántico nuevo es el Hijo de Dios que fue crucificado, algo hasta entonces inaudito. Una realidad nueva debe tener un cántico nuevo. Cantad al Señor un cántico nuevo. En realidad, el que sufrió la pasión es un hombre; pero vosotros cantad al Señor. Sufrió la pasión como hombre, pero salvó como Dios. ¿Qué hizo de nuevo para merecer un cántico nuevo? ¿Queréis saber lo que hizo de nuevo? Dios murió como hombre, para que los hombres tuvieran la vida; el Hijo de Dios fue crucificado, para elevarnos hasta el cielo”.

Que el Señor nos conceda la fe del salmista para elevar cada mañana, en esta particular cincuentena pascual, este himno de alabanza a nuestro Redentor resucitado, que pone en nuestros labios el cántico nuevo de su amor que nos salva, nos protege y nos rodea de su misericordia y de su fidelidad.

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