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Atravesar la puerta de la fe es emprender un camino

 

 

Ciclo de charlas sobre la Fe, agosto- noviembre 2022

La Puerta de la Fe está siempre abierta

 

Segunda charla: La aventura de la Fe

(sábado 3 de septiembre) 

Textos citados

Catecismo: La fe es la respuesta del hombre a Dios que se revela y se entrega a él.

Lucas 5, 1-11: Estaba Jesús a la orilla del lago de Genesaret y la gente se agolpaba sobre él para oír la Palabra de Dios, cuando vio dos barcas que estaban a la orilla del lago. Subiendo a una de las barcas que era de Simón, le rogó que se alejara un poco de tierra y, sentándose, enseñaba desde la barca a la muchedumbre. Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: ‘navega mar adentro y echad las redes para pescar’. Simón le respondió: ‘Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos pescado nada, pero, en tu palabra, echaré las redes. Y, haciéndolo así, pescaron gran cantidad de peces, de modo que las redes amenazaban romperse. Al verlo Simón Pedro, cayó a las rodillas de Jesús diciendo: ‘Aléjate de mí, Señor, que soy un hombre pecador’. Jesús le dice: ‘No temas, desde ahora serás pescador de hombres.

Jn 2,48: Antes que Felipe te llamara, te vi cuando estabas debajo de la higuera

Ex 3,2-8: Dijo Moisés: voy a acercarme para ver este extraño caso: por qué no se consume la zarza. Cuando vio Dios que Moisés se acercaba para mirar, lo llamó de en medio de la zarza, diciendo: Moisés, Moisés. Él respondió: Heme aquí. Y Dios le dijo: He visto la aflicción de mi pueblo y he escuchado su clamor, pues conozco sus sufrimientos. He bajado para librarlos

Job 7,17-20: ¿Qué es el hombre para que tanto de él te ocupas, para que pongas en él tu corazón, para que lo escrutes todas las mañanas y a cada instante lo escudriñes? ¿Cuándo retirarás tu mirada de mi? ¿No me dejarás ni el tiempo de tragar saliva? Oh, guardián de los hombres, ¿por qué me has hecho blanco tuyo? ¿Por qué te sirvo de cuidado?

Salmo 138: Señor, tú me sondeas y me conoces, sabes cuándo me siento y cuándo me levanto; de lejos penetras mi pensamiento; todas mis sendas te son familiares. Antes que la palabra llegue a mi lengua, tú ya lo sabes todo. Tienes puesta sobre mí tu mano. ¿A dónde iré lejos de tu mirada?

San Agustín: ¡Tarde te amé, ¡hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé! Tú estabas dentro de mí, y yo fuera, y por fuera te buscaba, y me lanzaba sobre las cosas hermosas creadas por Ti. Tú estabas conmigo y yo no estaba contigo. Me retenían lejos de Ti todas las cosas, aunque, si no estuviesen en Ti, nada serían. Llamaste y clamaste, y rompiste mi sordera. Brillaste y resplandeciste y pusiste en fuga mi ceguera.

El Papa Juan Pablo II: ¡Navega mar adentro! Estas palabras son una invitación a recordar con gratitud el pasado, a vivir con pasión el presente y a abrirnos con confianza al futuro (Carta Novo milenio ineunte, año 2000).

Mt 14,22-33: Inmediatamente, Jesús obligó a los discípulos a subir a la barca y a ir por delante de él a la otra orilla, mientras él despedía a la gente. Después de despedir a la gente, subió al monte a solas para orar; al atardecer estaba solo allí. La barca se hallaba ya distante de la tierra muchos estadios, zarandeada por las olas, pues el viento era contrario. Y a la cuarta vigilia de la noche, vino él hacia ellos, caminando sobre el mar. los discípulos, viéndole caminar sobre el mar, se turbaron y decían: ¡Es un fantasma! y de miedo se pusieron a gritar. Pero, al instante les habló Jesús diciendo: ¡Ánimo, que soy yo; no temáis! Pedro le respondió: Señor, si eres tú, mándame ir donde ti sobre las aguas. ¡Ven!, le dijo. Bajó Pedro de la barca y se puso a caminar sobre las aguas, yendo hacia Jesús. Pero, viendo la violencia del viento, le entró miedo y como comenzara a hundirse, gritó: ¡Señor, sálvame! Al punto Jesús, tendiendo la mano, lo agarró y le dice: Hombre de poca fe ¿por qué dudaste? Subieron a la barca y amainó el viento. Y los que estaban en la barca se postraron ante él diciendo: Verdaderamente eres Hijo de Dios.

Salmo 17:

Yo te amo, Señor, tú eres mi fortaleza;

Señor, mi roca, mi alcázar, mi libertador.

Dios mío, peña mía, refugio mío, escudo mío,

mi fuerza salvadora, mi baluarte.

Invoco al Señor de mi alabanza

y quedo libre de mis enemigos.

Me cercaban olas mortales,

torrentes destructores me aterraban,

me envolvían las redes del abismo,

me alcanzaban los lazos de la muerte;

en el peligro invoqué al Señor, grité a mi Dios:

desde su templo él escuchó mi voz

y mi grito llegó a sus oídos.

Desde el cielo alargó la mano y me agarró,

me sacó de las aguas caudalosas,

me libró de un enemigo poderoso,

de adversarios más fuertes que yo,

me libró porque me amaba.

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