¿Cómo nacer de nuevo?
Textos comentados en la 4ta charla de Cuaresma
¿Cómo nacer de nuevo?
Juan 3,1-21:
Había entre los fariseos un hombre llamado Nicodemo, que era uno de los notables entre los judíos. Fue de noche a ver a Jesús y le dijo: «Maestro, sabemos que tú has venido de parte de Dios para enseñar, porque nadie puede realizar los signos que tú haces, si Dios no está con él». Jesús le respondió: «Te aseguro que el que no renace de lo alto no puede ver el Reino de Dios.» Nicodemo le preguntó: «¿Cómo un hombre puede nacer cuando ya es viejo? ¿Acaso puede entrar por segunda vez en el seno de su madre y volver a nacer?». Jesús le respondió: «Te aseguro que el que no nace del agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios. Lo que nace de la carne es carne, lo que nace de Espíritu es espíritu. No te extrañes de que te haya dicho: «Ustedes tienen que renacer de lo alto». El viento sopla donde quiere: tú oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Lo mismo sucede con todo el que ha nacido del Espíritu». «¿Cómo es posible todo esto?», le volvió a preguntar Nicodemo. Jesús le respondió: «¿Tú, que eres maestro en Israel, no sabes estas cosas? Te aseguro que nosotros hablamos de lo que hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto, pero ustedes no aceptan nuestro testimonio. Si no creen cuando les hablo de las cosas de la tierra, ¿cómo creerán cuando les hable de las cosas del cielo? Nadie ha subido al cielo, sino el que descendió del cielo, el Hijo del hombre que está en el cielo. De la misma manera que Moisés levantó en alto la serpiente en el desierto, también es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto, para que todos los que creen en él tengan Vida eterna. Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él, no es condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios. En esto consiste el juicio: la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas.Todo el que obra mal odia la luz y no se acerca a ella, por temor de que sus obras sean descubiertas. En cambio, el que obra conforme a la verdad se acerca a la luz, para que se ponga de manifiesto que sus obras han sido hechas en Dios».
Jeremías 31, 31-34
Llegarán los días –oráculo del Señor– en que estableceré una nueva Alianza con la casa de Israel y la casa de Judá. No será como la Alianza que establecí con sus padres el día en que los tomé de la mano para hacerlos salir del país de Egipto, mi Alianza que ellos rompieron, aunque yo era su dueño –oráculo del Señor–. Esta es la Alianza que estableceré con la casa de Israel, después de aquellos días –oráculo del Señor–: pondré mi Ley dentro de ellos, y la escribiré en sus corazones; yo seré su Dios y ellos serán mi Pueblo.Y ya no tendrán que enseñarse mutuamente, diciéndose el uno al otro: «Conozcan al Señor». Porque todos me conocerán, del más pequeño al más grande –oráculo del Señor–. Porque yo habré perdonado su iniquidad y no me acordaré más de su pecado.
No mirar más hacia atrás, sino cumplir con gusto, sencillamente, humildemente, con fortaleza, como voluntad tuya, el deber que deriva de las circunstancias en que me encuentro. Hacer pronto. Hacer todo. Hacer bien. Hacer gozosamente: lo que ahora Tú quieres de mí, aun cuando supere inmensamente mis fuerzas y me exija la vida. Meditación de Pablo VI ante la muerte.
La calificación de José como hombre justo, va mucho más allá de la decisión de aquel momento, ofrece un cuadro completo de san José y lo incluye entre las grandes figuras de la antigua alianza, comenzando por Abrahán el justo. En el AT el justo es el santo. Justo es el hombre que vive en intenso contacto con la Palabra de Dios, QUE “SU GOZO ESTÁ EN LA LEY DEL SEÑOR” (Sal. 1). La ley del Señor no es para él una ley impuesta desde afuera, sino su GOZO. La ley se convierte para él espontáneamente en evangelio, buena nueva porque la interpreta con actitud de apertura personal y llena de amor a Dios, a así aprenda a comprenderla y a vivirla desde adentro. Benedicto XVI
Se han propuesto dos explicaciones principales para la etimología de la palabra Torá (“la instrucción”, “la enseñanza”), traducida ordinariamente por ley, y que se deriva de la raíz yarah. Según la primera, el verbo significaría ante todo «apuntar con el dedo», «dar la dirección»; entendida en este sentido, la Torá designaría ante todo una orientación práctica, una dirección en la vida. Según la segunda, se la interpreta en el sentido de «echar, tirar», como «echar los dados» para obtener un oráculo, una instrucción. De ahí que el verbo llegara a significar «instruir, enseñan” (Ex 4, 12.15; 2 Re 12, 3; Sal 119, 102).
Se impone una doble constatación sobre el uso de la palabra en los salmos. En primer lugar, la Torá está siempre personalizada, en el sentido de que se la pone siempre en relación con Dios: se habla siempre de «la ley del Señor, «tu ley», «su ley», «la ley de su Dios». En segundo lugar, el uso de la palabra está muy localizado y se percibe fácilmente, ya que el Sal 119 reivindica por sí solo 25 de los 36 empleos del libro. Este solo salmo presenta el total más alto del AT.
A la luz de la primera etimología, no es extraño ver que la palabra va asociada a menudo a la idea de dirección, de camino, de paso por un sendero: «Lleva en el corazón la ley de su Dios, y sus pasos no vacilan» (37, 31); «Se negaban a seguir su ley» (78, 10); «Dichoso el que con vida intachable camina en la voluntad (=Iey) del Señor» (119, 1/; ((Yo no me aparto de tus mandatos (=Iey)) (119, 51). Aquí no se trata tanto de prescripciones jurídicas, como de una marcha que seguir, de una orientación que dar a la vida. Se trata de una opción de vida.
También puede verse que los matices de la segunda etimología propuesta están explícitos en los salmistas: la Torá es la revelación. Esto se percibe en el hecho de que el Sal119 es tanto un salmo de la palabra como un salmo de la Torá: la palabra se evoca en unas 20 ocasiones, muchas veces en alternancia con la Torá. Se «guarda la Torá» como se «guarda la palabra», y el papel primero de la Torá es el de iluminar, el de mostrar el sentido: «Dichoso el hombre a quien tú educas, al que enseñas tu ley» (94, 12); «Enséñame a cumplir tu voluntad (=ley)) (119,34).
Cuando se habla de ley, se piensa fácilmente en una nomenclatura árida, en un código abstracto, alejado de la vida. No ocurre esto en los salmistas. La ley desemboca directamente en la vida, y se celebra como algo gratificante y como una fuente de gozo: «La ley del Señor es perfecta y es descanso del alma» (19,8). El largo Sal 119, en cada una de cuyas estrofas se multiplican los sinónimos de la palabra «ley» (caminos, voluntad, preceptos, promesas, mandatos, etc.), no deja de evocar las delicias que depara la ley: «Mi delicia es tu voluntad» (119,70.77.92.174). Lejos de sentirse como una traba, se desea y se vive en un contexto de amor, en el que toda la persona está comprometida: «Dios mío, lo quiero, y llevo tu ley en las entrañas» (40, 9). Diccionario Bíblico de los Salmos