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La alegría del encuentro

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TIEMPO DE PASCUA

  • La alegría del encuentro

La Resurrección de Jesús es fuente de alegría, es la alegría del encuentro con Jesús resucitado. Esto es lo que estamos celebrando en estos 50 días pascuales.

Estos días de Pascua forman una unidad y una unidad dinámica, una unidad que progresa, avanza, cada vez nos va adentrando más en el misterio de Jesús.

Es tan importante este tiempo que es más prolongado que la Cuaresma, más que el Adviento, más que la Navidad. Dejando aparte el TO, es el tiempo fuerte más largodel año litúrgico. Y es un tiempo de alegría.

La alegríade la Resurrección es tan grandeque cuesta trabajo creerla. Esto siempre está presente  en las apariciones del resucitado.

Así como la resurrección es una gran alegría, también su anuncio es un gran anuncio: una novedad, que nos es dada por un ángel.

Los evangelistas nos refieren que este primer anuncio fue dado por los ángeles, es decir, los mensajeros de Dios. Hay un significado en esta presencia angélica: como quien anunció la Encarnación del Verbo fue un ángel, Gabriel, así también no era suficiente una palabra humanapara anunciar por primera vez la Resurrección. Era necesario un ser superior para comunicar una realidad tan sobrecogedora, tan increíble, que tal vez ningún hombre habría osado pronunciarla. Solo después de este primer anuncio, la comunidad de los discípulos comenzó a repetir: «¡Es verdad! ¡El Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón!». Es hermoso este anuncio. Este primer anuncio —«realmente ha resucitado»— requería una inteligencia superior a la humana. Francisco, Lunes del ángel, 2 de abril de 2018.

En medio de nuestros silencios, cuando callamos contundentemente, entonces las piedras empiezan a gritar y a dejar espacio para el mayor anuncio que jamás la historia haya podido contener en su seno: «No está aquí ha resucitado». La piedra del sepulcro gritó y en su grito anunció para todos un nuevo camino. Fue la creación la primera en hacerse eco del triunfo de la Vida sobre todas las formas que intentaron callar y enmudecer la alegría del evangelio. Fue la piedra del sepulcro la primera en saltar y a su manera entonar un canto de alabanza y admiración, de alegría y de esperanza al que todos somos invitados a tomar parte. Francisco, Vigilia Pascual, 2018.

La Resurrección es el acto más grande de AMOR:

La muerte de Jesús fue un acto de amor. En la última Cena, Él anticipó la muerte y la transformó en el don de sí mismo. Su comunión existencial con Dios era concretamente una comunión existencial con el amor de Dios, y este amor es la verdadera potencia contra la muerte, es más fuerte que la muerte. La resurrección fue como un estallido de luz, una explosión del amor que desató el vínculo hasta entonces indisoluble del «morir y devenir». Inauguró una nueva dimensión del ser, de la vida, en la que también ha sido integrada la materia, de manera transformada, y a través de la cual surge un mundo nuevo.Benedicto XVI, Vigilia Pascual 2006.

Nuestra recepción, nuestra actitud frente a la Resurrección nos la enseña el mismo Cristo.

Resurrexi et adhuc tecum sum– he resucitado y siempre estoy contigo; tú has puesto sobre mí tu mano. La liturgia ve en ello las primeras palabras del Hijo dirigidas al Padre después de su resurrección, después de volver de la noche de la muerte al mundo de los vivientes. La mano del Padre lo ha sostenido también en esta noche, y así Él ha podido levantarse, resucitar.

Esas palabras están tomadas del Salmo 138, en el cual tienen inicialmente un sentido diferente. Este Salmo es un canto de asombro por la omnipotencia y la omnipresencia de Dios; un canto de confianza en aquel Dios que nunca nos deja caer de sus manos. Y sus manos son manos buenas. El suplicante imagina un viaje a través del universo, ¿qué le sucederá? “Si escalo el cielo, allá estás tú; si me acuesto en el abismo, allí te encuentro. Si vuelo hasta el margen de la aurora, si emigro hasta el confín del mar, allí me alcanzará tu izquierda, me agarrará tu derecha. Si digo: «Que al menos la tiniebla me encubra…», ni la tiniebla es oscura para ti, la noche es clara como el día”. En el día de Pascua la Iglesia nos anuncia: Jesucristo ha realizado por nosotros este viaje a través del universo. En la oscuridad impenetrable de la muerte Él entró como luz; la noche se hizo luminosa como el día, y las tinieblas se volvieron luz. Por esto la Iglesia puede considerar justamente la palabra de agradecimiento y confianza como palabra del Resucitado dirigida al Padre: “Sí, he hecho el viaje hasta lo más profundo de la tierra, hasta el abismo de la muerte y he llevado la luz; y ahora he resucitado y estoy agarrado para siempre de tus manos”. Pero estas palabras del Resucitado al Padre se han convertido también en las palabras que el Señor nos dirige: “He resucitado y ahora estoy siempre contigo”, dice a cada uno de nosotros. Mi mano te sostiene. Dondequiera que tu caigas, caerás en mis manos. Estoy presente incluso a las puertas de la muerte. Donde nadie ya no puede acompañarte y donde tú no puedes llevar nada, allí te espero yo y para ti transformo las tinieblas en luz.Benedicto XVI, Vigilia Pascual, 2007.

También puede atravesar la puerta interior entre el yo y el tú, la puerta cerrada entre el ayer y el hoy, entre el pasado y el porvenir.Benedicto XVI, Vigilia Pascual 2009.

 

 

 

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