Bautismo del Señor, ciclo B
Yo soy el que necesita ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí? Como si dijera: Yo soy hombre, tú eres Dios; yo pecador, porque hombre; tú sin pecado, porque Dios. ¿Por qué quieres ser bautizado por mí? Él mismo se dignó ser bautizado primero, no para purificar sus pecados, él, el único que no había cometido pecado, sino para santificar las aguas del bautismo de modo que ellas lavaran los pecados de los creyentes. Pues las aguas del bautismo nunca habrían podido purificar los pecados de los creyentes si no hubiesen sido santificadas al ser tocadas por el cuerpo del Señor.
Por consiguiente, él fue bautizado para que nosotros fuéramos lavados de nuestros pecados. Él fue sumergido en el agua, para que nosotros fuéramos purificados de las impurezas de nuestros delitos. Él recibió el baño de regeneración para que nosotros renaciéramos del agua y del Espíritu Santo, porque como Él mismo dice en otro lugar: “El que no nazca de agua y de Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios”.
De los Tratados de san Cromacio, obispo
Oración Colecta: Dios todopoderoso y eterno, que proclamaste a Cristo como Hijo tuyo muy amado, cuando era bautizado en el Jordán, y el Espíritu Santo descendía sobre él; concede a tus hijos, renacidos del agua y del Espíritu, perseverar siempre en el cumplimiento de tu voluntad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
El Bautismo es, por decirlo así, el puente que Jesús ha construido entre Él y nosotros, el camino por el que se hace accesible a nosotros; es el arco iris divino sobre nuestra vida, la promesa del gran sí de Dios, la puerta de la esperanza y, al mismo tiempo, la señal que nos indica el camino por recorrer de modo activo y gozoso para encontrarlo y sentirnos amados por él.
Benedicto XVI
Del libro de Isaías 42,1-4.6-7
Así habla el Señor: Este es mi Servidor, a quien yo sostengo, mi elegido, en quien se complace mi alma. Yo he puesto mi espíritu sobre él para que lleve el derecho a las naciones. Él no gritará, no levantará la voz ni la hará resonar por las calles. No romperá la caña quebrada ni apagará la mecha que arde débilmente. Expondrá el derecho con fidelidad; no desfallecerá ni se desalentará hasta implantar el derecho en la tierra, y las costas lejanas esperarán su Ley. Yo, el Señor, te llamé en la justicia, te sostuve de la mano, te formé y te destiné a ser la alianza del pueblo, la luz de las naciones, para abrir los ojos de los ciegos, para hacer salir de la prisión a los cautivos y de la cárcel a los que habitan en las tinieblas.
Salmo responsorial: Sal 28,1a.2-3ac.4.3b.9b-10
R/ El Señor bendice a su pueblo con la paz.
Hijos de Dios, aclamad al Señor, aclamad la gloria del nombre del Señor, postraos ante el Señor en el atrio sagrado. R/
La voz del Señor sobre las aguas, el Señor sobre las aguas torrenciales. La voz del Señor es potente, la voz del Señor es magnífica. R/
El Dios de la gloria ha tronado, el Señor descorteza las selvas. En su templo un grito unánime: ¡Gloria! El Señor se sienta por encima del aguacero, el Señor se sienta como rey eterno. R/
De los Hechos de los Apóstoles 10,34-38
Pedro, tomando la palabra, dijo: Verdaderamente, comprendo que Dios no hace acepción de personas, y que en cualquier nación, todo el que lo teme y practica la justicia es agradable a Él. Él envió su Palabra al pueblo de Israel, anunciándoles la Buena Noticia de la paz por medio de Jesucristo, que es el Señor de todos. Ustedes ya saben qué ha ocurrido en toda Judea, comenzando por Galilea, después del bautismo que predicaba Juan: cómo Dios ungió a Jesús de Nazaret con el Espíritu Santo, llenándolo de poder. Él pasó haciendo el bien y sanando a todos los que habían caído en poder del demonio, porque Dios estaba con Él.
Evangelio según san Marcos 1,7-11
Juan Bautista predicaba, diciendo: “Detrás de mi vendrá el que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de ponerme a sus pies para desatar la correa de sus sandalias. Yo los he bautizado a ustedes con agua, pero Él los bautizará con el Espíritu Santo”. En aquellos días, Jesús llegó desde Nazaret de Galilea y fue bautizado por Juan en el Jordán. Y al salir del agua, vio que los cielos se abrían y que el Espíritu Santo descendía sobre Él como una paloma; y una voz desde el cielo dijo: “Tú eres mi Hijo muy querido, en ti tengo puesta toda mi predilección”.
El Espíritu santísimo descendió del Padre con alegría sobre los cuerpos purificados y bendecidos, reposó sobre las aguas del bautismo como si reconociera en ellas su prístino trono, y en forma de paloma se posó sobre el Señor, para que la naturaleza del Espíritu Santo se manifestara por la simplicidad y la inocencia de la paloma cuyo cuerpo carece de hiel.
Por eso se dice: Sed sencillos como las palomas, en relación con la figura precedente: porque después que las aguas del diluvio hubieran purificado la antigua iniquidad –que es como si se dijera después del bautismo del mundo–, la paz del cielo fue anunciada a la tierra por una paloma que había salido del arca y regresado a ella con una rama de olivo, símbolo de paz aun para los paganos. Así, según una disposición semejante, pero cuyo efecto es espiritual, la paloma que es el Espíritu Santo vuela hacia la tierra, es decir, hacia nuestra carne que emerge del baño purificada de sus antiguos pecados, y trae, como mensajera del cielo, la paz de Dios al lugar donde se encuentra la Iglesia, prefigurada en el arca.
Pero el mundo ha vuelto a pecar, y bajo este aspecto no podemos comparar el bautismo con el diluvio. Porque el mundo está destinado al fuego, como también el hombre que vuelve a pecar después del bautismo, lo cual ha de ser para nosotros una advertencia.
¡Qué grande es la gracia del agua en manos de Dios y de su Cristo en la institución del bautismo! Jamás vemos aparecer a Cristo sin relación con el agua. Él mismo es bautizado en el agua; invitado a unas bodas, el agua inaugura la manifestación de los signos de su poder; al predicar invita a los sedientos a beber del agua eterna; al instruir acerca del amor reconoce en el vaso de agua ofrecido al prójimo una obra de caridad; junto a un pozo repara sus fuerzas; camina sobre las aguas y las atraviesa fácilmente; y lava con agua los pies a los discípulos. El testimonio en favor del bautismo se encuentra incluso en la Pasión: cuando es condenado a la cruz, el agua está presente: bien lo saben las manos de Pilato; cuando es traspasado, de su costado abierto brota agua: ¡bien lo sabe la lanza del soldado!
TERTULIANO
Oración sobre las ofrendas: Recibe, Padre, los dones que te presentamos al celebrar la manifestación de tu Hijo amado, para que nuestra ofrenda se convierta en el sacrificio de Aquel que, misericordiosamente, quiso lavar los pecados del mundo. Que vive y reina por los siglos de los siglos.
Oración después de la comunión: Alimentados con el pan del cielo, te pedimos, Padre, que escuchemos con fidelidad a tu Hijo unigénito y así nos llamemos y seamos verdaderamente hijos tuyos. Por el mismo Jesucristo, nuestro Señor.