VI Domingo del Tiempo durante el año, ciclo C

 

VI-Dgo-TO-ciclo-C

Cristo es el verdadero “Hombre Nuevo” (Ef. 2,15; 4,24). “Imagen del Padre” (Col. 1,15) y resucitado por la potencia de su Espíritu (Rom. 8,11), Cristo nos trae lo definitivamente nuevo: lo interior y lo eterno. Con él se inician “los tiempos nuevos”, que son ya los tiempos definitivos.

Tendremos una Iglesia nueva cuando haya muchos hombres sencillos y pobres que prefieran desaparecer y morir, que se esfuerzan por meditar la Palabra de Dios y realizarla, que no tienen miedo a las irresistibles exigencias del Espíritu y que se ponen siempre al servicio generoso y oculto de los hermanos.

CARDENAL PIRONIO

 

Oración Colecta: Dios nuestro, que te complaces en habitar en los corazones rectos y sencillos, concédenos la gracia de vivir de tal manera que encuentres en nosotros una morada digna de tu agrado. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

 

Lectura del libro de Jeremías 17, 5-8

Así dice el Señor:

«Maldito quien confía en el hombre,
y en la carne busca su fuerza,
apartando su corazón del Señor.

Será como un cardo en la estepa,
no verá llegar el bien;

habitará la aridez del desierto,
tierra salobre e inhóspita.

Bendito quien confía en el Señor
y pone en el Señor su confianza.

Será un árbol plantado junto al agua,
que junto a la corriente echa raíces;

cuando llegue el estío no lo sentirá,
su hoja estará verde;

en año de sequía no se inquieta,
no deja de dar fruto».

Palabra de Dios.

 

Salmo responsorial: Salmo 1, 1-2. 3. 4 y 6 (R.: Sal 39, 5a)

R. Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor.

Dichoso el hombre
que no sigue el consejo de los impíos,
ni entra por la senda de los pecadores,
ni se sienta en la reunión de los cínicos;
sino que su gozo es la ley del Señor,
y medita su ley día y noche. R./

Será como un árbol
plantado al borde de la acequia:
da fruto en su sazón
y no se marchitan sus hojas;
y cuanto emprende tiene buen fin. R./

No así los impíos, no así;
serán paja que arrebata el viento.
Porque el Señor protege el camino de los justos,
pero el camino de los impíos acaba mal. R./

 

Primera Carta del apóstol san Pablo a los Corintios 15, 12. 16-20

Hermanos:

Si anunciamos que Cristo resucitó de entre los muertos, ¿cómo es que dice alguno de vosotros que los muertos no resucitan?

Si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó; y, si Cristo no ha resucitado, vuestra fe no tiene sentido, seguís con vuestros pecados; y los que murieron con Cristo se han perdido. Si nuestra esperanza en Cristo acaba con esta vida, somos los hombres más desgraciados.

¡Pero no! Cristo resucitó de entre los muertos: el primero de todos.

Palabra de Dios.

 

Evangelio según san Lucas 6, 17. 20-26

En aquel tiempo, bajó Jesús del monte con los Doce y se paró en un llano, con un grupo grande de discípulos y de pueblo, procedente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón.

Él, levantando los ojos hacia sus discípulos, les dijo:

—«Dichosos los pobres, porque vuestro es el reino de Dios.

Dichosos los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados.

Dichosos los que ahora lloráis, porque reiréis.

Dichosos vosotros, cuando os odien los hombres, y os excluyan, y os insulten, y proscriban vuestro nombre como infame, por causa del Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, porque vuestra recompensa será grande en el cielo. Eso es lo que hacían vuestros padres con los profetas.

Pero, ¡ay de vosotros, los ricos!, porque ya tenéis vuestro consuelo.

¡Ay de vosotros, los que ahora estáis saciados!, porque tendréis hambre.

¡Ay de los que ahora reís!, porque haréis duelo y lloraréis.

¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros! Eso es lo que hacían vuestros padres con los falsos profetas».

Palabra del Señor.

 

CARDENAL PIRONIO

 

La novedad Pascual

Todos hablan hoy del «hombre nuevo». ¿Cuál hombre nuevo y cómo? Todos quieren una nueva sociedad, un mundo nuevo: un mundo más humano y más fraterno, establecido en la justicia, el amor y la paz. La «novedad» verdadera —la profunda y definitiva— es la que nos trae el Espíritu Santo: es el Espíritu de la verdad y la consolación, de la fortaleza y la comunión. El Espíritu que «hace nuevas todas las cosas». Por eso, cuando hablamos de un mundo nuevo, de una sociedad nueva, de estructuras nuevas, pensamos, ante todo, en corazones nuevos, en el hombre nuevo que nos trae cada año la Pascua y que es fruto del Espíritu Santo, que nos configura al Cristo resucitado. Los obispos latinoamericanos afirmaban en Medellín: «No tendremos un continente nuevo sin nuevas estructuras; sobre todo, no habrá continente nuevo sin hombres nuevos, que a la luz del Evangelio sepan ser verdaderamente libres y responsables» (MI 3).

San Pablo nos invita a «despojarnos del hombre viejo y revestirnos del Hombre Nuevo, creado según Dios, en la justicia y santidad de la verdad» (Ef 4,22–24; Col 3,9–11). La «novedad pascual» de la vida cristiana es un tema preferido del Apóstol. «Si habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Aspirad a las cosas de arriba, no a las de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está oculta con Cristo en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida vuestra, entonces también vosotros apareceréis gloriosos con él» (Col 3,1–4). Es un texto eminentemente pascual; nos habla de la Pascua del Cristo resucitado, de nuestra propia pascua personal por el bautismo y de la Pascua definitiva de la historia cuando «se manifieste» Cristo. San Pablo nos describe las inevitables tensiones de esta vida nueva en el Espíritu; es una vida nueva que se realiza en la tierra, pero que está centrada en el cielo; que se desarrolla en la interioridad sagrada del hombre, pero que camina hacia su manifestación; que exige buscar constantemente las cosas de Dios, pero sin despreocuparse de los hermanos. Son tensiones que se superan por «la sinceridad del amor» (Rom 12,9) y «la alegría de la esperanza» (Rom 12,12).

La «novedad pascual» exige «revestirnos de Cristo» (Gál 3,27), el Hombre Nuevo, y asimilar sus «mismos sentimientos» (Flp 2,2). Sería largo describir ahora todas las características de este «hombre nuevo en Jesucristo» por la acción del Espíritu, porque deberíamos hacer una descripción de toda la vida cristiana. Quisiera, sin embargo, subrayar estos aspectos en los que insiste San Pablo: la filiación adoptiva y la libertad interior, la unidad fraterna y la sinceridad en la verdad, la muerte en Cristo al pecado y la vida nueva para Dios en Cristo Jesús (cf. Rom 6,3–11; Col 3,1–15; Ef 2,11–23; 4,20–24). «El que está en Cristo es una nueva creación; pasó lo viejo, todo es nuevo» (2 Cor 5,17). «En efecto, somos hechura suya: creados en Cristo Jesús, en orden a las buenas obras que de antemano dispuso Dios que practicáramos» (Ef 2,10).

Lo nuevo en la Iglesia es siempre «cuplimiento» y «profecía», «plenitud e interioridad». Puede haber ciertas actitudes de renovación en la Iglesia que sean simples intentos de «adaptación» o «modernización»: destruyen lo antiguo, pero sin sembrar lo nuevo en el Espíritu. Sólo un auténtico proceso de conversión —nacido de una profunda humildad y de un sincero amor a Dios— puede preparar tiempos nuevos para la Iglesia.

CARDENAL PIRONIO

Share the Post