III Domingo del Tiempo durante el año, ciclo B

ELLOS DEJANDO EN LA BARCA

A SU PADRE ZEBEDEO

CON LOS JORNALEROS,

LO SIGUIERON.

(Mc 14,20)

El ciclo B corresponde al Evangelio de San Marcos, más breve que los otros. El libro de Marcos es el primer ejemplo conocido como género literario “Evangelio”. El Jesús de Marcos es enigmático. Muestra a veces un comportamiento que nos extraña. Ante muchos actos o palabras de Jesús no tenemos más remedio que preguntarnos: pero ¿qué quiere decir?, ¿qué es lo que intenta hacernos comprender? Marcos nos repite continuamente que los discípulos no comprendieron nada. Pero nunca nos dice qué es lo que tenían que haber comprendido. El Jesús de Marcos es realmente desconcertante; quizá sea ése el motivo de que resulte tan atractivo. Nos deja siempre con la impresión de que ha comprendido muchas cosas y que nos las quiere sugerir. Marcos nos deja ante lo incomprensible. Nos plantea preguntas sin respuesta; es a nosotros a los que nos toca responder.

(Cuadernos Bíblicos 15-16)

 

Oración Colecta: Dios todopoderoso y eterno, ordena nuestra vida según tu voluntad para que, en el nombre de tu Hijo amado, podamos dar con abundancia frutos de buenas obras. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

 

De la profecía de Jonás 3,1-5.10

La palabra del Señor fue dirigida por segunda vez a Jonás, en estos términos: “Parte ahora mismo para Nínive, la gran ciudad, y anúnciale el mensaje que Yo te indicaré”. Jonás partió para Nínive, conforme a la palabra del Señor. Nínive era una ciudad enormemente grande: se necesitaban tres días para recorrerla. Jonás comenzó a internarse en la ciudad y caminó durante todo un día, proclamando: “Dentro de cuarenta días, Nínive será destruida”. Los ninivitas creyeron en Dios, decretaron un ayuno y se vistieron con ropa de penitencia, desde el más grande hasta el más pequeño. Al ver todo lo que los ninivitas hacían para convertirse de su mala conducta, Dios se arrepintió de las amenazas que les había hecho y no las cumplió.

 

Salmo responsorial: 24,4-5b.6.7b-9

R/ Señor, enséñame tus caminos.

Señor, enséñame tus caminos, instrúyeme en tus sendas, haz que camine con lealtad; enséñame porque tú eres mi Dios y Salvador. R/

Recuerda, Señor, que tu ternura y tu misericordia son eternas; acuérdate de mí con misericordia, por tu bondad, Señor. R/

El Señor es bueno y es recto, y enseña el camino a los pecadores; hace caminar a los humildes con rectitud, enseña su camino a los humildes. R/

 

De la 1a carta a los Corintios 7,29-31

Lo que quiero decir, hermanos, es esto: queda poco tiempo. Mientras tanto, los que tienen mujer vivan como si no la tuvieran; los que lloran, como si no lloraran; los que se alegran, como si no se alegraran; los que compran, como si no poseyeran nada; los que disfrutan del mundo, como si no disfrutaran. Porque la apariencia de este mundo es pasajera.

 

Evangelio según san Marcos 1,14-20

Después que Juan Bautista fue arrestado, Jesús se dirigió a Galilea. Allí proclamaba la Buena Noticia de Dios, diciendo: “El tiempo se ha cumplido: el Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en la Buena Noticia”. Mientras iba por la orilla del mar de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés, que echaban las redes en el agua, porque eran pescadores. Jesús les dijo: “Síganme, y yo los haré pescadores de hombres”. Inmediatamente, ellos dejaron sus redes y lo siguieron. Y avanzando un poco, vio a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban también en su barca arreglando las redes. En seguida los llamó, y ellos, dejando en la barca a su padre Zebedeo con los jornaleros, lo siguieron.

 

Según el relato de san Marcos (cf. Mc 1,16-20) y san Mateo (cf. Mt 4,18-22), el escenario de la llamada de los primeros Apóstoles es el lago de Galilea. Jesús acaba de comenzar la predicación del reino de Dios, cuando su mirada se fija en dos pares de hermanos:  Simón y Andrés, Santiago y Juan. Son pescadores, dedicados a su trabajo diario. Echan las redes, las arreglan. Pero los espera otra pesca. Jesús los llama con decisión y ellos lo siguen con prontitud:  de ahora en adelante serán “pescadores de hombres” (Mc 1,17; Mt 4,19). …La aventura de los Apóstoles comienza así, como un encuentro de personas que se abren recíprocamente. Para los discípulos comienza un conocimiento directo del Maestro. Ven dónde vive y empiezan a conocerlo. En efecto, no deberán ser anunciadores de una idea, sino testigos de una persona. Antes de ser enviados a evangelizar, deberán “estar” con Jesús (cf. Mc 3, 14), entablando con él una relación personal.

BENEDICTO XVI

 

Homilía del Papa San Juan Pablo II

Pedro y sus compañeros, dejaron todo para seguir al Maestro. Ellos oyeron la llamada de Cristo y se convirtieron en pescadores de hombres. También vosotros, queridos seminaristas, habéis oído el “sígueme” de Jesús, el cual tiene un doble aspecto indiviso y a la vez complementario: encuentro con Cristo y misión. Uno y otro aspecto se postulan e integran mutuamente. En efecto, la vocación se nos presenta como un don de Dios, y se ha de responder a ella asumiendo también todas sus exigencias de entrega al seguimiento de Cristo y a la acción evangelizadora. Es así como se expresa el afecto de Cristo “a los suyos” (Jn 13, 1), como vocación, que es declaración de amor; y sólo en pos de este amor se comprenden perfectamente los dos aspectos complementarios entre sí de la vocación: “Llamando a los que quiso, vinieron a Él, y designó a doce para que estuvieran con Él y para enviarlos a predicar”, nos dice el evangelista Marcos (Mc 3, 13-14).

El seguimiento de Cristo os vincula indisolublemente a Él, no sólo para participar en su ser o en su “unción”, sino también para prolongar su “misión” y para adentraros en su amor redentor. ¡Cómo no recordar la escena conmovedora del lago, cuando Pedro y sus compañeros dejan en la orilla las redes y la barca y siguen a Jesús que los había mirado en lo profundo de sus almas! Vosotros, queridos seminaristas, también sentisteis un día la llamada de Jesús que os invitaba a seguirle. Sabéis muy bien que, con la vocación al sacerdocio y a la vida consagrada, habéis sido llamados a correr la suerte de Cristo, a “beber el cáliz” (Ibíd., 10, 38), a compartir la vida con Él. Esta llamada no sólo os sostiene y os prepara para las dificultades, según las palabras del Señor: “Vosotros sois los que habéis permanecido conmigo en las pruebas” (Lc 22, 28), sino que conlleva además una gozosa participación en la amistad de Cristo: “Vosotros sois mis amigos” (Jn 15, 14). En la vivencia de esta amistad consiste precisamente el secreto de la misión: “Vosotros daréis testimonio, porque habéis estado conmigo desde el principio” (Ibíd., 15, 27).

A la luz de las palabras de Jesús a Pedro: “No tengas miedo, desde ahora serás pescador de hombres” (Lc 5, 10), podemos enfocar correctamente los acontecimientos y las preocupaciones de nuestra vida. Os puedo asegurar, amados seminaristas, que mi corazón vive día a día vuestras inquietudes espirituales y vuestros afanes apostólicos. ¡Cómo no pensar en la necesidad y urgencia de numerosas y selectas vocaciones! ¡Cómo no acompañaros en vuestros deseos de una más auténtica vivencia del sacerdocio como signo personal y comunitario de Cristo Sacerdote y Buen Pastor!

Antes de terminar, deseo alentaros nuevamente a continuar con generosa entrega el camino de vuestra preparación al sacerdocio y a la vida consagrada. Dedicaos intensamente a vuestra formación espiritual, teológica, pastoral, humana. En la Exhortación Apostólica “Pastores Dabo Vobis” podréis encontrar preciosas orientaciones a este respecto.

Que María, la cual dedicó su vida al crecimiento y a la formación de Jesús (cf. ibíd., 2, 51-52), sea vuestra protectora en todo momento.

Con estos fervientes deseos bendigo de todo corazón a vosotros, queridos seminaristas, así como a vuestros profesores y formadores, que con generosa entrega dedican lo mejor de sí a la preparación de los santos y sabios sacerdotes que la Iglesia necesita.

 

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