IV Domingo de Pascua ciclo B

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DOMINGO DEL BUEN PASTOR
JORNADA DE ORACIÓN POR LAS VOCACIONES

El buen pastor es Jesucristo

¡Él es el único, verdadero y eterno pastor de nuestras almas! Sólo él conoce a sus ovejas y ellas le conocen;

Sólo él da la vida por las ovejas; sólo él las guía y conduce por caminos seguros; sólo él las defiende del mal, simbolizado por el lobo rapaz. Pero cristo, en esta obra admirable, no quiere estar y actuar solo, sino que quiere asociar colaboradores―hombres elegidos entre los hombres en favor de otros hombres―a los que llama con “vocación” particular de amor, les concede sus poderes sagrados y los envía como apóstoles al mundo, para que continúen, siempre y por todas partes, su misión salvífica hasta el fin de los siglos. ¡cristo, pues, tiene necesidad, quiere tener necesidad de la respuesta, del celo, del amor de los “llamados”, para poder todavía conocer, guiar, defender y amar a muchas otras ovejas, inmolando,

Si es necesario, también la vida por ellas!

SAN JUAN PABLO II

Oración Colecta

Dios todopoderoso y eterno, condúcenos hacia los gozos celestiales, para que tu rebaño, a pesar de su debilidad, llegue a la gloria que le alcanzó la fortaleza de Jesucristo, su pastor. Que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

 

De los Hechos de los Apóstoles 4,8-12

En aquellos días: Pedro, lleno del Espíritu Santo, dijo: “Jefes del pueblo y an­cianos, ya que hoy se nos pide cuenta del bien que  hicimos a un enfermo y de cómo fue sanado, sepan ustedes y todo el pueblo de Israel: este hombre está aquí sano delante de ustedes por el Nombre de nuestro Señor Jesucristo de Nazaret, al que ustedes crucificaron y Dios resucitó de entre los muertos. Él es la piedra que ustedes, los constructores, han rechazado, y ha llegado a ser la piedra angular. Porque, en ningún otro existe la salvación, ni hay bajo el cielo otro Nombre dado a los hombres, por el cual podamos salvarnos”.

 

Salmo responsorial:117,1.8-9.21-23.26.28-29

DAD GRACIAS AL SEÑOR PORQUE ES BUENO, PORQUE ES ETERNA SU MISERICORDIA

Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia. Mejor es refugiarse en el Señor que fiarse de los hombres, mejor es refugiarse en el Señor que fiarse de los jefes. R/

Te doy gracias, porque me escuchaste y fuiste mi salvación. La piedra que desecharon los arquitectos, es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho ha sido un milagro patente. R/

Bendito el que viene en nombre del Señor, os bendecimos desde la casa del Señor. Tú eres mi Dios, te doy gracias, Dios mío, yo te ensalzo. Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia. R/

De la primera carta de san Juan 3,1-2

Queridos hermanos: ¡Miren cómo nos amó el Padre! Quiso que nos llamáramos hijos de Dios, y nosotros lo somos realmente. Si el mundo no nos reconoce, es porque no lo ha reconocido a Él. Queridos míos, desde ahora somos hijos de Dios, y lo que seremos no se ha manifestado todavía. Sabemos que cuando se manifieste, seremos semejantes a Él, porque lo veremos tal cual es.

 Evangelio según san Juan  10,11-18

Jesús dijo: “Yo soy el buen Pastor. El buen Pastor da su vida por las ovejas. El asalariado, en cambio, que no es el pastor y al que no pertenecen las ovejas, cuando ve venir al lobo las abandona y huye, y el lobo las arrebata y las dispersa. Como es asalariado, no se preocupa por las ovejas. Yo soy el buen Pastor: conozco a mis ovejas, y mis ovejas me conocen a mí –como el Padre me conoce a mí y Yo conozco al Padre– y doy mi vida por las ovejas.  Tengo, además, otras ovejas que no son de este corral y a las que debo también conducir: ellas oirán mi voz, y así habrá un solo rebaño y un solo Pastor. El Padre me ama porque Yo doy mi vida para recobrarla. Nadie me la quita, sino que la doy por mí mismo. Tengo el poder de darla y de recobrarla: éste es el mandato que recibí de mi Padre”.

 

La llamada del Señor no es tan evidente como todo aquello que podemos oír, ver o tocar en nuestra experiencia cotidiana. Dios viene de modo silencioso y discreto, sin imponerse a nuestra libertad. Así puede ocurrir que su voz quede silenciada por las numerosas preocupaciones y tensiones que llenan nuestra mente y nuestro corazón.

Es necesario entonces prepararse para escuchar con profundidad su Palabra, prestar atención a los detalles de nuestra vida diaria, aprender a leer los acontecimientos con los ojos de la fe, y mantenerse abiertos a las sorpresas del Espíritu.

Si permanecemos encerrados en nosotros mismos, en nuestras costumbres y en la apatía de quien desperdicia su vida en el círculo restringido del propio yo, no podremos descubrir la llamada especial y personal que Dios ha pensado para nosotros, perderemos la oportunidad de soñar a lo grande y de convertirnos en protagonistas de la historia única y original que Dios quiere escribir con nosotros.

También Jesús fue llamado y enviado; para ello tuvo que, en silencio, escuchar y leer la Palabra en la sinagoga y así, con la luz y la fuerza del Espíritu Santo, pudo descubrir plenamente su significado, referido a su propia persona y a la historia del pueblo de Israel.

Esta actitud es hoy cada vez más difícil, inmersos como estamos en una sociedad ruidosa, en el delirio de la abundancia de estímulos y de información que llenan nuestras jornadas. Al ruido exterior, que a veces domina nuestras ciudades y nuestros barrios, corresponde a menudo una dispersión y confusión interior, que no nos permite detenernos, saborear el gusto de la contemplación, reflexionar con serenidad sobre los acontecimientos de nuestra vida y llevar a cabo un fecundo discernimiento, confiados en el diligente designio de Dios para nosotros.

Como sabemos, el Reino de Dios llega sin hacer ruido y sin llamar la atención (cf. Lc 17,21), y sólo podemos percibir sus signos cuando, al igual que el profeta Elías, sabemos entrar en las profundidades de nuestro espíritu, dejando que se abra al imperceptible soplo de la brisa divina (cf. 1 R 19,11-13).

La alegría del Evangelio, que nos abre al encuentro con Dios y con los hermanos, no puede esperar nuestras lentitudes y desidias; no llega a nosotros si permanecemos asomados a la ventana, con la excusa de esperar siempre un tiempo más adecuado; tampoco se realiza en nosotros si no asumimos hoy mismo el riesgo de hacer una elección. La vocación es hoy! ¡La misión cristiana es para el presente!

Este «hoy» proclamado por Jesús nos da la seguridad de que Dios, en efecto, sigue «bajando para salvar a esta humanidad nuestra y hacernos partícipes de su misión. El Señor nos sigue llamando a vivir con él y a seguirlo en una relación de especial cercanía, directamente a su servicio. Y si nos hace entender que nos llama a consagrarnos totalmente a su Reino, no debemos tener miedo. Es hermoso —y es una gracia inmensa—estar consagrados a Dios y al servicio de los hermanos, totalmente y para siempre.

Mensaje del Papa Francisco para la Jornada Mundial de oración por las vocaciones 2018

 

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