Escuela del Servicio del Señor
Cuando una joven acoge la invitación de Dios y responde golpeando a las puertas del Monasterio, se la recibe en una escuela del servicio del Señor, es decir, una escuela en la que se aprende, una escuela en la que cotidianamente las monjas se entregan a esta tarea: dejarse encontrar por Dios y a su vez buscarlo, dejarse amar por Dios y a su vez amarlo.
Las primeras palabras con las que se acoge a la que pide ser admitida en el Monasterio son: “Entra, hija, en este Monasterio que es una escuela en donde se aprende a servir al Señor. Si verdaderamente has recibido el don de la vocación monástica, aquí encontrarás la paz del alma y la alegría del corazón si correspondes a la gracia recibida.” (Ritual de entrada).
Entre la llegada de la candidata que quiere probar su vocación monástica y su integración definitiva en la Comunidad Monástica hay un período considerable de tiempo en el cual se prueba y discierne la autenticidad del llamado, bajo la guía de la Maestra de novicias, que la introduce progresivamente en el conocimiento de la Regla y de la tradición monástica, en el ámbito de las Sagradas Escrituras y de la Liturgia, al mismo tiempo que la acompaña en el trabajo espiritual y en el conocimiento de sí misma.
Diversas etapas jalonan el camino hasta la entrega definitiva. Al ingresar en el monasterio, en una etapa inicial –Postulantado y Noviciado-, se busca fundamentalmente probar y madurar el llamado e ir desplegándolo bajo la mirada de Dios. El Noviciado se orienta a una primera alianza con Dios: la Profesión Temporal por tres años que conduce al compromiso definitivo que se sellará con el Señor en el seno de la Comunidad Monástica a través de la Profesión Solemne.