Rito de conclusión
La oración post-comunión, al igual que la oración colecta y la oración sobre las ofrendas, se dirigen al Padre, por mediación de Cristo. La oración post-comunión, que pensaríamos que sería de acción de gracias, es, sin embargo de petición. Pedimos al Padre que la comunión dé frutos en nuestra vida. De esta manera se relaciona el rito de clausura con la vida que prosigue.
El sacerdote dice: Oremos y la asamblea vuelve a ponerse de pie y después de la oración, responde: Amén.
Es el momento de llevar a la vida el misterio que celebramos en la fe.
El Señor esté con ustedes, dice el sacerdote. Y la asamblea responde: Y con tu espíritu.
En la Misa, antes de cualquier momento importante, como lo es la lectura del Evangelio o la proclamación de la Plegaria Eucarística o la despedida, el sacerdote saluda al pueblo augurándole, en este último caso, que el Señor esté presente, de modo que la Eucaristía se prolongue en la vida. El final de la Misa es un nuevo comienzo y el saludo pone de manifiesto la importancia de este momento: llevar a Cristo a las realidades cotidianas, hacerlo presente y permanecer en su presencia.
Luego el sacerdote bendice al pueblo: La bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo + y Espíritu Santo descienda sobre ustedes. Es un rito muy antiguo, que ya encontramos en el siglo IV.
La Misa termina como comenzó, bajo el signo de la cruz y en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Si al inicio de la Misa este signo y el nombre de Dios eran la puerta de entrada al misterio, al final son una bendición para nosotros. Y no sólo una bendición sino un compromiso.
Luego el sacerdote dice: Pueden ir en paz.
Cuando termina cualquier reunión familiar hay una despedida y un deseo de paz; también en la Misa el sacerdote en nombre de Cristo augura que esa paz y bendición recibida de sus manos se prolongue y dé frutos. Y la asamblea responde: Demos gracias a Dios. No hay mejor expresión para el final de la Misa porque acaba de celebrarse lo más trascendente, lo más grande e importante: la Eucaristía.
El sacerdote besa el altar donde se ha llevado a cabo el misterio que nos da la vida, mientras la asamblea puede cantar un canto de salida, dando así un toque de alegría pascual.
Cfr. Cosa accade nella Messa, Jeremy Driscoll