Las oraciones de presentación del pan y del vino están inspiradas en las bendiciones judías de las comidas importantes, por ejemplo, la de la cena pascual. Se alaba a Dios por su santidad, por su grandeza y por los dones que nos da. Bendecimos a Dios por su generosidad para con nosotros. Todos los dones que el Señor nos ha concedido los reconocemos como dones suyos y se los devolvemos a Él que es la fuente de todo bien. Nosotros recibimos sus dones como una bendición y a la vez lo bendecimos a Él. Lo dones no son sólo el pan y el vino, sino la misma vida del hombre guiada por su providencia. Es bueno al principio de la celebración de la Misa tener presente todo el bien que recibimos de Él, no sólo nosotros sino toda la humanidad y darle gracias. De esta manera nos unimos no sólo a Dios sino también a todos nuestros hermanos. Y si damos gracias a Dios por esos dones que son el pan y el vino, con mayor razón le damos gracias por lo que serán: “pan de vida y bebida de salvación”. Y así reconocemos que todos los dones que recibimos de sus manos providentes son para nuestra salvación.