Séptima charla
La Madre Iglesia es capaz con su oración y su vida
de ir al encuentro de la debilidad de unos con la santidad de otros.
Vivir entonces la indulgencia en el Año Santo
significa acercarse a la misericordia del Padre
con la certeza que su perdón se extiende sobre toda la vida del creyente.
- Audio de la Conferencia:
LA MISERICORDIA Y LA INDULGENCIA
La misericordia yla remisión de los pecados: Bula del Papa n. 22
Cerca del final de la Bula el Papa recuerda la doctrina completa de la Iglesia sobre la remisión de los pecados y nos hace aclaraciones que son muy provechosas:
22. El Jubileo lleva también consigo la referencia a la indulgencia. En el Año Santo de la Misericordia ella adquiere una relevancia particular. El perdón de Dios por nuestros pecados no conoce límites…. No obstante el perdón, llevamos en nuestra vida las contradicciones que son consecuencia de nuestros pecados. En el sacramento de la Reconciliación Dios perdona los pecados, que realmente quedan cancelados; y sin embargo, la huella negativa que los pecados dejan en nuestros comportamientos y en nuestros pensamientos permanece. La misericordia de Dios es incluso más fuerte que esto. Ella se transforma en indulgencia del Padre que a través de la Esposa de Cristo alcanza al pecador perdonado y lo libera de todo residuo, consecuencia del pecado, habilitándolo a obrar con caridad, a crecer en el amor más bien que a recaer en el pecado.
La Iglesia vive la comunión de los Santos… Su santidad viene en ayuda de nuestra fragilidad, y así la Madre Iglesia es capaz con su oración y su vida de ir al encuentro de la debilidad de unos con la santidad de otros. Vivir entonces la indulgencia en el Año Santo significa acercarse a la misericordia del Padre con la certeza que su perdón se extiende sobre toda la vida del creyente.
Habitualmente, cuando se habla de la misericordia de Dios, sólo se piensa en el perdón de los pecados. Esa fue obra del Bautismo y del sacramento de la penitencia. Sin embargo, así como el pecado produce una ruptura con Dios que Él perdona en la confesión, también quedan en nosotros la huella y secuelas del pecado, que es necesario trabajar y reordenar. Como ha dicho el Papa en una homilía: el confesionario “no es una tintorería”. Se lavan los pecados como una mancha y se sale sin nada. No. Cada pecado revela una herida que debe ser curada. Es más, siguiendo la doctrina del Pecado Original de la Iglesia, nuestra lucha contra las secuelas del pecado no se debe solamente a nuestro pecado, sino que sigue arrastrando la fuerza del pecado ajeno, como es el de Adán y su trasmisión hasta nosotros por tantos mediadores en esa cadena, que concluye con nuestra propia familia, que traemos dentro de nosotros por hábitos y costumbres. El modo de ver protestante reduce la acción de la gracia a un simple perdón, sin ninguna renovación y restauración en nosotros de la filiación divina y las secuelas del pecado.
Por otra parte el Papa Francisco inclinó un poco la doctrina de la Indulgencia hacia la práctica de las buenas obras como modo de sanación de las heridas que han dejado en nosotros nuestros pecados y los ajenos: Adán, primero, pero luego la cadena de aquellos que constituyeron nuestra familia y tanto influenciaron en la configuración de nuestros hábitos y tendencias.
Papa Francisco: Carta sobre las indulgencias para este año de la Misericordia.
La cercanía del Jubileo extraordinario de la Misericordia me permite centrar la atención en algunos puntos sobre los que considero importante intervenir para facilitar que la celebración del Año Santo sea un auténtico momento de encuentro con la misericordia de Dios para todos los creyentes. Es mi deseo, en efecto, que el Jubileo sea experiencia viva de la cercanía del Padre, como si se quisiese tocar con la mano su ternura, para que se fortalezca la fe de cada creyente y, así, el testimonio sea cada vez más eficaz.
Mi pensamiento se dirige, en primer lugar, a todos los fieles que en cada diócesis, o como peregrinos en Roma, vivirán la gracia del Jubileo. Deseo que la indulgencia jubilar llegue a cada uno como genuina experiencia de la misericordia de Dios, la cual va al encuentro de todos con el rostro del Padre que acoge y perdona, olvidando completamente el pecado cometido. Para vivir y obtener la indulgencia los fieles están llamados a realizar una breve peregrinación hacia la Puerta Santa, abierta en cada catedral o en las iglesias establecidas por el obispo diocesano y en las cuatro basílicas papales en Roma, como signo del deseo profundo de auténtica conversión. Igualmente dispongo que se pueda ganar la indulgencia en los santuarios donde se abra la Puerta de la Misericordia y en las iglesias que tradicionalmente se identifican como Jubilares. Es importante que este momento esté unido, ante todo, al Sacramento de la Reconciliación y a la celebración de la santa Eucaristía con un reflexión sobre la misericordia. Será necesario acompañar estas celebraciones con la profesión de fe y con la oración por mí y por las intenciones que llevo en el corazón para el bien de la Iglesia y de todo el mundo….
He pedido que la Iglesia redescubra en este tiempo jubilar la riqueza contenida en las obras de misericordia corporales y espirituales. La experiencia de la misericordia, en efecto, se hace visible en el testimonio de signos concretos como Jesús mismo nos enseñó. Cada vez que un fiel viva personalmente una o más de estas obras obtendrá ciertamente la indulgencia jubilar. De aquí el compromiso a vivir de la misericordia para obtener la gracia del perdón completo y total por el poder del amor del Padre que no excluye a nadie. Será, por lo tanto, una indulgencia jubilar plena, fruto del acontecimiento mismo que se celebra y se vive con fe, esperanza y caridad.
La indulgencia jubilar, por último, se puede ganar también para los difuntos. A ellos estamos unidos por el testimonio de fe y caridad que nos dejaron. De igual modo que los recordamos en la celebración eucarística, también podemos, en el gran misterio de la comunión de los santos, rezar por ellos para que el rostro misericordioso del Padre los libere de todo residuo de culpa y pueda abrazarlos en la bienaventuranza que no tiene fin.
Notas sobre las indulgencias.
En lo que atañe a la indulgencia parcial, dejando de lado la antigua delimitación de días y años, se ha buscado una nueva norma o medida, según la cual lo que se toma en consideración es la acción misma del fiel cristiano que realiza la obra enriquecida con indulgencias.
Cfr. STO. TOMÁS, In 4 Sentencias dist. 20, q. 1 a. 3, q. la 2, ad 2 (S. Th. Suppl. q. 25, a2, ad2): “…aunque las indulgencias tengan mucho valor para la remisión de la pena, no obstante, existen también otras obras de satisfacción más meritorias por lo que atañe al premio esencial, y esto es infinitamente mejor que el perdón de la pena temporal”.
MANUAL (ENCHIRIDION) DE LAS INDULGENCIAS, PAPA PABLO VI:
Considérese, por ejemplo, la primera concesión, que se expresa en estos términos: “Se concede indulgencia parcial al fiel cristiano que, en el cumplimiento de sus obligaciones y en el sufrimiento de las dificultades de la vida, eleva su alma a Dios con humilde confianza, añadiendo -aunque sólo sea mentalmente- alguna piadosa invocación”.