03. El dinamismo de la oración en la Regla de San Benito

La oración es la expresión de la esperanza. Y es Cristo quien nos introduce en la esperanza al enseñarnos a orar pidiendo: ‘Venga tu Reino’. La esperanza se desarrolla por la oración, que se abre a pedir y esperar la venida de su Reino.

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EL DINAMISMO DE LA ORACIÓN EN LA REGLA DE SAN BENITO:

LA ESCATOLOGÍA Y LA ESPERANZA

 

1. El Prólogo y el status viatoris (peregrino) del monje.

Todo lo visto hasta ahora nos muestra las enseñanzas de la RB sobre la oración, pero de un modo estático. Pero la oración, a lo largo de la RB, es un dinamismo que abarca toda la vida y las mismas situaciones puntuales de la vida del monje, que resumen, en cierto modo, todo el proceso de la vida.

Un oblato benedictino (Tomás de Aquino, Compendio de Teología) decía que la oración es la expresión de la esperanza, su exteriorización. Y esto lo decía en el marco de un comentario al Padre Nuestro. Y, según él, es Cristo quien nos introduce en la esperanza al enseñarnos a orar pidiendo: Venga tu Reino. La esperanza se desarrolla por la oración, que se abre a pedir y esperar la venida de su Reino.

Pero, para que pueda darse ese dinamismo de la esperanza en lo futuro, es necesario hacer la experiencia del status viatoris (estar en esta vida en camino hacia…). Y es lo que presenta san Benito en el Prólogo: a los que no quisieron “seguirle” a la Gloria; sigamos sus caminos con la guía del Evangelio; corramos con las buenas obras; correremos con inefable dulzura de caridad…

Sin embargo este estar en camino no significa, primeramente, una situación local. Lo que expresa es la más íntima realidad del hombre y del monje como “creatura” de Dios. La oración es el reconocimiento de la condición de creaturidad incompleta que hace el monje y que lo saca de sí para abrirse en un reconocimiento de que él no puede todo, no con la propia existencia, que parece fugarse de sus manos. El descubrimiento de sus límites lo llevan a abrirse en la oración que, lógicamente, es de súplica, tal como es descrita en el c. 20. Los dos pasajes del Prólogo son:

4 Ante todo pídele con una oración muy constante que lleve a su término toda obra buena que comiences

41 y roguemos al Señor que nos conceda la ayuda de su gracia, para cumplir lo que nuestra naturaleza no puede.

Más allá de la cuestión del semipelagianismo, lo que san Benito está señalando es ese proceso por el cual, por distintos caminos, el monje hace la experiencia de sus límites, y límites que son ontológicos y moral-espirituales. Ontológicos, porque un día descubre su “infirmitas”. Su ser carece de firmeza, sea física, sea espiritual. Y moral-espirituales, porque también la experiencia del pecado es una experiencia que hace una criatura de su nada. Lo que es sinónimo de angustia:

pero si, por una razón de equidad, para corregir los vicios o para conservar la caridad, se dispone algo más estricto, no huyas enseguida aterrado del camino de la salvación, porque éste no se puede emprender sino por un comienzo angosto (angusto).

 

2.Un encuentro con el Dios “Creador”:

Una lectura rápida de la Regla produce la impresión de que a Dios se le dan títulos no muy evangélicos. El de Dios “Creador” prevalece, sea textualmente, sea implícito en sus planteos. Sin embargo eso es fruto de la Liturgia.

  1. 16,5 Ofrezcamos, entonces, alabanzas a nuestro Creador “por los juicios de su justicia” (Sal 118,62 y 64)
  2. 73,4 O qué libro de los santos Padres católicos no nos apremia a que, por un camino recto, alcancemos a nuestro Creador?

 

El mismo c. 20, sobre la oración, trabaja con un concepto de Dios muy cercano al Creador más que al Redentor:

  1. 20,1-2 Si cuando queremos sugerir algo a hombres poderosos, no osamos hacerlo sino con humildad y reverencia, con cuánta mayor razón se ha de suplicar al Señor Dios de todas     las cosas con toda humildad y pura devoción.

 

Otra vez nos encontramos con la continuidad de este enfoque en Santo Tomás de Aquino, a quien Chesterton sugiere llamar el “Doctor de la Creación”.

 

3. La disposición propia del encuentro de la creatura con su creador es la Reverencia.

Esta es la doctrina teológica que subyace a todo la Regla. Santo Tomás de Aquino dice exactamente lo mismo. Toda oración brota y siempre tendrá como sustrato esta relación creatura-creador, cuyo sentimiento propio es el temor reverencial, que continuará hasta el encuentro definitivo con Dios, pues siempre seguiremos ante Él como creaturas ante su Creador:

 

Si cuando queremos sugerir algo a hombres poderosos, no osamos hacerlo sino con humildad y reverencia (c. 20,1)

            Cuando el cantor comienza a entonarlo, levántense todos inmediatamente de sus asientos en honor y reverencia de la Santa Trinidad. (c. 9,7)

            Cuando terminen la Obra de Dios, salgan todos en perfecto silencio, guardando reverencia a Dios, (c. 52,2)

 

Para Tomás de Aquino la “reverencia” es el fruto de la experiencia de creaturidad por parte del hombre y lo que lo abre al camino de la oración.

 

4.La oración y la desidia.

Y, un último aspecto de esta consideración de la creaturidad del hombre es que esa relación con el Creador, que es la oración, es algo tan grande que es difícil de sostener. Es el peso de la Gloria (la palabra hebrea Kabod, Gloria, significa Peso). Y ello lleva a otra experiencia de creaturas que lleva a un trabajo que no implica un ejercicio, sino un reconocimiento de una limitación que está llamada a encontrarse con Aquél que no tiene ningún límite.

La Regla empieza y termina con la misma expresión, que revela lo más radical de la situación del hombre ante Dios:

  • Prólogo: Escucha, hijo, los preceptos del Maestro, e inclina el oído de tu corazón; recibe con gusto el consejo de un padre piadoso, y cúmplelo verdaderamente. Así volverás por el trabajo de la obediencia, a Aquel de quien te habías alejado por la desidia de la desobediencia.

  • Capítulo 73: ¿O qué libro de los santos Padres católicos no nos apremia a que, por un camino recto, alcancemos a nuestro Creador?… qué otra cosa son sino instrumento de virtudes para monjes de vida santa y obedientes? Pero para nosotros, decidiosos, licenciosos y negligentes, son motivo de vergüenza y confusión.

 

 

Capítulo 48 sobre el trabajo y la oración

Ante todo desígnense uno o dos ancianos, para que recorran el monasterio durante las horas en que los hermanos se dedican a la lectura. Vean si acaso no hay algún hermano desidioso que se entrega al ocio y a la charla, que no atiende a la lectura, y que no sólo no saca ningún provecho para sí, sino que aun distrae a los demás.

 

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