MMectildis






Madre Mectildis Cecilia Santangelo

Segunda Abadesa de Santa Escolástica

 

 

escudo-madre-mectildisCuando el 25 de abril de 1939 se embarcaba junto con cinco compañeras rumbo a San Pablo, Brasil, para ingresar en la Abadía de Santa María, con vistas a la futura fundación en la Argentina, hacía ya cerca de veinte años que ella se había encontrado con San Benito y había bebido de su espíritu a través de los monjes benedictinos recién instalados en Buenos Aires. Muy pronto, la joven Matilde, sus dos hermanas y su madre frecuentaron la capilla. Los monjes, valorando la piedad y las dotes musicales de las tres hermanas, las iniciaron en el canto gregoriano y en el rezo de las Horas. Andando el tiempo Matilde llegaría a dirigir el coro de señoritas que por la década del treinta se destacó en el ámbito litúrgico de Buenos Aires.

Optó por la vida monástica al precio de romper con un proyecto bastante serio de matrimonio, decisión que tomó con la serena firmeza que la caracterizó siempre frente a la voluntad de Dios claramente conocida. El 1 de mayo de 1939 entraba en la Abadía de Santa María, junto con otras cinco postulantes; llenas de buena voluntad y entusiasmo, recibieron el hábito en la fiesta de Santa Gertrudis e hicieron su primera profesión el 21 de noviembre de 1940. La Madre Mectildis guardó siempre un recuerdo agradecido, pleno de amor y de respeto por aquella comunidad tan acogedora, que las inició sólidamente en la tradición monástica y cultivó a lo largo de su vida una verdadera amistad con algunas de sus compañeras brasileras de noviciado. El 16 de septiembre de 1941 llegaban de vuelta a la patria, bajo la sabia conducción de la Madre Priora D. Plácida de Oliveira a quien acompañaban también cuatro monjas brasileras cuya colaboración fue preciosa en aquellos primeros años de implantación.

00081 Bendicion Abacial Madre Mectildis, 1948A la hna. Mectildis le fue confiada la dirección del coro, el cargo de organista y el taller de los ornamentos; al llegar las primeras postulantes fue designada celadora del noviciado. Después de la profesión solemne, en 1942 fue nombrada subpriora y, cuando en 1947 la Madre Priora Plácida fue elegida primera abadesa, la nombró priora, depositando en ella toda su confianza. Modesta, clara en el juicio, parca y suave en el hablar, prudente en la acción, delicada en la obediencia, atenta a los demás, pronta en el servicio, exquisita en la caridad, fue querida y respetada por sus hermanas. A la muerte de la Madre Abadesa Plácida, que no llegó a cumplir un año de abadiato, la Madre Mectildis fue postulada para sucederle. Su elección fue confirmada el 22 de febrero de 1948. Recibió la bendición abacial de manos del Sr. Nuncio Apostólico Mons. José Fietta, en la solemnidad de San José, 14 de abril.

Recibía una comunidad joven, fundada sobre bases firmes; las vocaciones afluían; los Padres benedictinos le prestaban apoyo. Ella supo recoger esta herencia, confiando en la ayuda de Dios, no en su propia capacidad, como lo expresó en su lema abacial “In te Domine speravi”. Condujo a la comunidad con prudente firmeza a través de la época conciliar y en los años difíciles del post-concilio, amante de la tradición pero abierta a lo nuevo, siempre respetuosísima de las directivas de la Santa Sede y de la palabra de sus superiores, valiente en la renovación, discreta en la innovación. En 1965 impulsó y llevó a cabo la fundación del monasterio benedictino Santa María Madre de la Iglesia, hoy abadía.

00082 Madre Mectildis 1948Poco después del concilio se daba de lleno a promover en la comunidad la adaptación del Oficio: textos en español y nuevas melodías. Al servicio de esta obra de largo aliento puso con incansable generosidad su talento y sus conocimientos musicales, su amor por el culto divino, su formación profundamente arraigada.

Tomó parte activa en la revisión y redacción de las nuevas constituciones para las monjas de la Congregación benedictina del Brasil, a la que por entonces pertenecíamos, y también en los trabajos preparatorios de la Pre-Congregación del Cono Sur y de la creación de la Conferencia de las Comunidades Monásticas del Cono Sur (benedictinos y cistercienses).

Dios bendijo la gestión de la Madre Abadesa Mectildis con la afluencia de buenas vocaciones y durante su fecundo abadiato la comunidad se consolidó y aumentó considerablemente. A su formación atendió Madre Mectildis siempre con esmero, a pesar de su salud frágil y de las exigencias de la época en que le tocó vivir.

En 1977 presentó su renuncia al cargo abacial, el 10 de abril, domingo de Pascua. Después de su dimisión vivió todavía trece años en la comunidad, encarnando el capítulo del buen celo, con mente abierta a los tiempos nuevos y a las nuevas generaciones que iban llegando, amando con humilde y sincera dilección a su abadesa y en comunión profunda de oración y de servicio a sus hermanas, especialmente y con dedicación ejemplar en la dirección del coro hasta pocos meses antes de su muerte.

Fiel a su divisa de profesión “Tibi silentium laus”, su palabra segura y orientadora brotaba de su silencio interior y orante, animada por una caridad limpia y sincera, ingeniosa para hacer todo el bien que Dios le mostraba necesario realizar. Todos los acontecimientos eclesiales y mundiales le interesaban y los llevaba a la oración de las Horas a la que se mantuvo fiel hasta el fin, mientras sus fuerzas se lo permitieron.

El domingo 26 de agosto de 1990, luego de una corta pero dolorosa enfermedad, devolvimos a Dios este don que había hecho a la comunidad sepultando su cuerpo marcado, ahora, por el “signo de la fe”, en espera de la feliz resurrección.

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