Epifanía

Epifania, Egino Weinert

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 Siguiendo una luz, buscan la Luz.

La estrella que aparece en el cielo enciende en su mente

y en su corazón una luz que los lleva

a buscar la gran Luz de Cristo.

Los Magos siguen fielmente aquella luz

que los ilumina interiormente y encuentran al Señor.

FRANCISCO – Epifanía 2014

 

Oración Colecta: Dios nuestro, que en este día manifestaste tu Hijo unigénito a todos los pueblos, guiándolos por medio de una estrella, condúcenos a quienes te conocemos por la fe a la contemplación de la hermosura de tu gloria. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

 

En la Oración que hemos rezado se nos habla de la luz: se nos ha manifestado la luz, y hemos pedido que a los que conocemos ya al Señor por la fe, vayamos caminando hacia la contemplación de la riqueza, de la hermosura de Dios. La oración nos enseña a caminar, desde la luz del bautismo hasta la luz sin ocaso de la eternidad. Este caminar contemplando la belleza y la hermosura de Dios a través de las cosas: a través de la naturaleza, a través de los hermanos, a través del silencio, de la contemplación, es la luz que nos lleva hasta la plenitud inapagable. No se apaga más esa luz : la luz de la eternidad es el cara a cara.

De las tinieblas nos ha llamado a la luz. Nos ha enviado a la Palabra que era vida, y la vida era la luz de los hombres. Las tinieblas quisieron apagarla pero nos pudieron. Nosotros hemos sido iluminados en el bautismo. Los Padres antiguos llamaban “iluminación” al bautismo. Hemos sido iluminados y vamos en este itinerario de luz en luz, hasta que llegue el momento en que los ojos se apaguen a la belleza inmediata del mundo, para contemplar la Luz verdadera y seamos semejantes a él, y desde Dios veamos el mundo, las personas, las cosas, con una claridad también inapagable.

Hoy tenemos que pedirle al Señor esta luz. Hay momentos en que, también para nosotros, la estrella que guía a los Magos puede desaparecer, y surge en nuestro interior una cierta inquietud, pero no de angustia, sino inquietud de pregunta: ¿dónde ha nacido el Señor? En la pobreza, en el silencio, en la noche, en la humildad de los pastores. Y vuelve otra vez la estrella a iluminarnos para caminar, y nos lleva hasta donde están María y el Niño, y nuestros corazones se llenan de alegría. Que el Señor hoy nos inunde con su luz.

LEpifanía es no sólo luz para nosotros. Es, desde nosotros, manifestación y epifanía para los demás. En torno a un Monasterio tiene que irradiar siempre la luz: a tu luz caminarán los pueblos. De manera que el que llegue a un Monasterio tiene que sentir la claridad, la transparencia de esta luz que surge de la Luz que es Cristo, que nos ha iluminado por dentro. Aquí se aprende a ir caminando día tras día, a través de las estrellas y a través de la noche, hacia la luz que no tendrá fin.

Cardenal Pironio

Leer homilía entera

 

Del profeta Isaías 60, 1-6

Levántate, resplandece, porque llega tu luz y la gloria del Señor brilla sobre ti! Porque las tinieblas cubren la tierra y una densa oscuridad, a las naciones, pero sobre ti brillará el Señor y su gloria aparecerá sobre ti. Las naciones caminarán a tu luz y los reyes, al esplendor de tu aurora. Mira a tu alrededor y observa: todos se han reunido y vienen hacia ti; tus hijos llegan desde lejos y tus hijas son llevadas en brazos. Al ver esto, estarás radiante, palpitará y se ensanchará tu corazón, porque se volcarán sobre ti los tesoros del mar y las riquezas de las naciones llegarán hasta ti. Te cubrirá una multitud de camellos, de dromedarios de Madián y de Efá. Todos ellos vendrán desde Sabá, trayendo oro e incienso, y pregonarán las alabanzas del Señor.

Salmo responsorial:Sal 71, 1-2.7-8.10-13

R/ Se postrarán ante ti, Señor, todos los reyes de la tierra.

Dios mío, confía tu juicio al rey, tu justicia al hijo de reyes: para que rija a tu pueblo con justicia, a tus humildes con rectitud. R/

Que en sus días florezca la justicia y la paz hasta que falte la luna; que domine de mar a mar, del Gran Río al confín de la tierra. R/

Que los reyes de Tarsis y de las islas le paguen tributo; que los reyes de Saba y de Arabia le ofrezcan sus dones, que se postren ante él todos los reyes, y que todos los pueblos le sirvan. R/

Él librará al pobre que clamaba, al afligido que no tenía protector; él se apiadará del pobre y del indigente, y salvará la vida de los pobres. R/

De la carta a los Efesios 3, 2-6

Hermanos: Seguramente habrán oído hablar de la gracia de Dios, que me ha sido dispensada en beneficio de ustedes. Fue por medio de una revelación como se me dio a conocer este misterio, tal como acabo de exponérselo en pocas palabras. Al leerlas, se darán cuenta de la comprensión que tengo del misterio de Cristo, que no fue manifestado a las generaciones pasadas, pero que ahora ha sido revelado por medio del Espíritu a sus santos apóstoles y profetas. Este misterio consiste en que también los paganos participan de una misma herencia, son miembros de un mismo Cuerpo y beneficiarios de la misma promesa en Cristo Jesús, por medio del Evangelio.

Evangelio según san Mateo 2, 1-12

Cuando nació Jesús, en Belén de Judea, bajo el reinado de Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén y preguntaron: “¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos su estrella en Oriente y hemos venido a adorarlo”. Al enterarse, el rey Herodes quedó desconcertado y con él toda Jerusalén. Entonces reunió a todos los sumos sacerdotes y a los escribas del pueblo, para preguntarles en qué lugar debía nacer el Mesías. “En Belén de Judea, le respondieron, porque así está escrito por el Profeta: ‘Y tú, Belén, tierra de Judá, ciertamente no eres la menor entre las principales ciudades de Judá, porque de ti surgirá un jefe que será el Pastor de mi pueblo, Israel’”. Herodes mandó llamar secretamente a los magos y, después de averiguar con precisión la fecha en que había aparecido la estrella, los envió a Belén, diciéndoles: “Vayan e infórmense cuidadosamente acerca del niño, y cuando lo hayan encontrado, avísenme para que yo también vaya a rendirle homenaje”. Después de oír al rey, ellos partieron. La estrella que habían visto en Oriente los precedía, hasta que se detuvo en el lugar donde estaba el niño. Cuando vieron la estrella se llenaron de alegría y, al entrar en la casa, encontraron al niño con María, su madre, y postrándose, le rindieron homenaje. Luego, abriendo sus cofres, le ofrecieron dones: oro, incienso y mirra. Y como recibieron en sueños la advertencia de no regresar al palacio de Herodes, volvieron a su tierra por otro camino.

 

La luz de la fe en Jesús ilumina también el camino de todos los que buscan a Dios… Imagen de esta búsqueda son los Magos, guiados por la estrella hasta Belén. Para ellos, la luz de Dios se ha hecho camino, como estrella que guía por una senda de descubrimientos. La estrella habla así de la paciencia de Dios con nuestros ojos, que deben habituarse a su esplendor. El hombre religioso está en camino y ha de estar dispuesto a dejarse guiar, a salir de sí, para encontrar al Dios que sorprende siempre. Este respeto de Dios por los ojos de los hombres nos muestra que, cuando el hombre se acerca a él, la luz humana no se disuelve en la inmensidad luminosa de Dios, como una estrella que desaparece al alba, sino que se hace más brillante cuanto más próxima está del fuego originario, como espejo que refleja su esplendor. La confesión cristiana de Jesús como único salvador, sostiene que toda la luz de Dios se ha concentrado en él, en su «vida luminosa», en la que se desvela el origen y la consumación de la historia. No hay ninguna experiencia humana, ningún itinerario del hombre hacia Dios, que no pueda ser integrado, iluminado y purificado por esta luz. Cuanto más se sumerge el cristiano en la aureola de la luz de Cristo, tanto más es capaz de entender y acompañar el camino de los hombres hacia Dios.

Al configurarse como vía, la fe concierne también a la vida de los hombres que, aunque no crean, desean creer y no dejan de buscar. En la medida en que se abren al amor con corazón sincero y se ponen en marcha con aquella luz que consiguen alcanzar, viven ya, sin saberlo, en la senda hacia la fe. Intentan vivir como si Dios existiese, a veces porque reconocen su importancia para encontrar orientación segura en la vida común, y otras veces porque experimentan el deseo de luz en la oscuridad, pero también, intuyendo, a la vista de la grandeza y la belleza de la vida, que ésta sería todavía mayor con la presencia de Dios. Dice san Ireneo de Lyon que Abrahán, antes de oír la voz de Dios, ya lo buscaba «ardientemente en su corazón», y que «recorría todo el mundo, preguntándose dónde estaba Dios», hasta que «Dios tuvo piedad de aquel que, por su cuenta, lo buscaba en el silencio». Quien se pone en camino para practicar el bien se acerca a Dios, y ya es sostenido por él, porque es propio de la dinámica de la luz divina iluminar nuestros ojos cuando caminamos hacia la plenitud del amor.

Francisco – Lumen Fidei 35

 

magosJóvenes ofrezcan al Señor

el oro de su existencia,

o sea la libertad de seguirlo por amor

respondiendo fielmente a su llamada;

eleven hacia él el incienso de su oración ardiente,

para alabanza de su gloria;

ofrézcanle la mirra, es decir el afecto

lleno de gratitud hacia él,

verdadero hombre,

que nos ha amado hasta morir

como un malhechor en el gólgota.

San Juan Pablo II – 6 de agosto de 2004

 

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