VI Domingo del Tiempo durante el año, ciclo C

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Cristo es el verdadero “Hombre Nuevo” (Ef. 2,15; 4,24). “Imagen del Padre” (Col. 1,15) y resucitado por la potencia de su Espíritu (Rom. 8,11), Cristo nos trae lo definitivamente nuevo: lo interior y lo eterno. Con él se inician “los tiempos nuevos”, que son ya los tiempos definitivos.

Tendremos una Iglesia nueva cuando haya muchos hombres sencillos y pobres que prefieran desaparecer y morir, que se esfuerzan por meditar la Palabra de Dios y realizarla, que no tienen miedo a las irresistibles exigencias del Espíritu y que se ponen siempre al servicio generoso y oculto de los hermanos.

CARDENAL PIRONIO

 

Oración Colecta: Dios nuestro, que te complaces en habitar en los corazones rectos y sencillos, concédenos la gracia de vivir de tal manera que encuentres en nosotros una morada digna de tu agrado. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

 

Del libro del Eclesiástico 15, 15-20

Si quieres, puedes observar los mandamientos y cumplir fielmente lo que agrada al Señor. Él puso ante ti el fuego y el agua: hacia lo que quieras, extenderás tu mano. Ante los hombres están la vida y la muerte: a cada uno se le dará lo que prefiera. Porque grande es la sabiduría del Señor, Él es fuerte y poderoso, y ve todas las cosas. Sus ojos están fijos en aquellos que lo temen y Él conoce todas las obras del hombre. A nadie le ordenó ser impío ni dio a nadie autorización para pecar.

 

Salmo responsorial: Sal 118, 1-2.4-5.17-18.33-34

R/ Dichoso el que camina en la voluntad del Señor.

 

Dichoso el que con vida intachable camina en la voluntad del Señor; dichoso el que guardando sus preceptos lo busca de todo corazón. R/

Tú promulgas tus decretos, para que se observen exactamente; ojalá esté firme mi camino, para cumplir tus consignas. R/

Haz bien a tu siervo: viviré y cumpliré tus palabras; ábreme los ojos y contemplaré las maravillas de tu voluntad. R/

Muéstrame, Señor, el camino de tus leyes y lo seguiré puntualmente; enséñame a cumplir tu voluntad, y a guardarla de todo corazón. R/

 

De la primera carta a los Corintios 2,6-10

Hermanos: Es verdad que anunciamos una sabiduría entre aquellos que son personas espiritualmente maduras, pero no la sabiduría de este mundo ni la que ostentan los dominadores de este mundo, condenados a la destrucción. Lo que anunciamos es una sabiduría de Dios, misteriosa y secreta, que Él preparó para nuestra gloria antes que existiera el mundo; aquélla que ninguno de los dominadores de este mundo alcanzó a conocer, porque si la hubieran conocido no habrían crucificado al Señor de la gloria. Nosotros anunciamos, como dice la Escritura, “lo que nadie vio ni oyó y ni siquiera pudo pensar, aquello que Dios preparó para los que lo aman”. Dios nos reveló todo esto por medio del Espíritu, porque el Espíritu lo penetra todo, hasta lo más íntimo de Dios.

 

Evangelio según san Mateo 5,17-37

Jesús dijo a sus discípulos: No piensen que vine para abolir la Ley o los Profetas: Yo no he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. Les aseguro que no quedarán ni una i ni una coma de la Ley sin cumplirse, antes que desaparezcan el cielo y la tierra. El que no cumpla el más pequeño de estos mandamientos, y enseñe a los otros a hacer lo mismo, será considerado el menor en el Reino de los Cielos. En cambio, el que los cumpla y enseñe, será considerado grande en el Reino de los Cielos. Les aseguro que si la justicia de ustedes no es superior a la de los escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos. Ustedes han oído que se dijo a los antepasados: “No matarás, y el que mata, debe ser llevado ante el tribunal”. Pero Yo les digo que todo aquél que se irrita contra su hermano, merece ser condenado por un tribunal. Y todo aquél que lo insulta, merece ser castigado por el Tribunal. Y el que lo maldice, merece el infierno. Por lo tanto, si al presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja tu ofrenda ante el altar y ve a reconciliarte con tu hermano, y sólo entonces vuelve a presentar tu ofrenda. Trata de llegar en seguida a un acuerdo con tu adversario, mientras vas caminando con él, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al guardia, y te pongan preso. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo. Ustedes han oído que se dijo: “No cometerás adulterio”. Pero Yo les digo: El que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón. Si tu ojo derecho es para ti una ocasión de pecado, arráncalo y arrójalo lejos de ti: es preferible que se pierda uno solo de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno. Y si tu mano derecha es para ti una ocasión de pecado, córtala y arrójala lejos de ti: es preferible que se pierda uno solo de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno. También se dijo: “El que se divorcia de su mujer, debe darle una declaración de divorcio”. Pero Yo les digo: El que se divorcia de su mujer, excepto en caso de unión ilegal, la expone a cometer adulterio; y el que se casa con una mujer abandonada por su marido, comete adulterio. Ustedes han oído también que se dijo a los antepasados: “No jurarás falsamente, y cumplirás los juramentos hechos al Señor”. Pero Yo les digo que no juren de ningún modo: ni por el cielo, porque es el trono de Dios; ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la Ciudad del gran Rey. No jures tampoco por tu cabeza, porque no puedes convertir en blanco o negro uno solo de tus cabellos. Cuando ustedes digan “sí”, que sea sí, y cuando digan “no”, que sea no. Todo lo que se dice de más, viene del Maligno.

 

“La novedad” en Cristo no es “ruptura”, sino “cumplimiento”, “plenitud” e “interioridad”. “No he venido a abolir la Ley, sino a darle cumplimiento” (cf. Mt 5,17ss). “Si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el Reino de los cielos”. Hay una justicia externa: la de la pura ley. Hay otra justicia más profunda: la del Espíritu. Es ésta, sobre todo, la que nos enseña y trae Jesús. El sermón de la Montaña es un ejemplo de la novedad traída por Jesús: “Habéis oído que se dijo… Pero yo os digo”. Cristo lleva a su plenitud lo que Dios venía obrando en la Antigua Alianza; sobre todo le comunica la interioridad del Espíritu. Lo nuevo es el Espíritu que el Señor derrama en Pentecostés sobre la Iglesia, y que se convierte en nuestro “principio interior”. Cristo nos abre una perspectiva nueva: el Padre; nos da una ley nueva: el amor; infunde un principio nuevo: el Espíritu. Por eso nos enseña a orar de un modo nuevo: “Padre nuestro…”.

Esto nos hace comprender lo nuevo en la Iglesia. No es precisamente “lo novedoso”, lo “totalmente original”, ni siquiera “lo simplemente moderno o actual”. Lo nuevo en la Iglesia es la vuelta a “las fuentes del Evangelio”, la respuesta a las exigencias “interiores del Espíritu”, la sencilla fidelidad a la “vocación universal a la santidad” (cf. LG c.5).

CARDENAL PIRONIO

 

La novedad Pascual

Todos hablan hoy del «hombre nuevo». ¿Cuál hombre nuevo y cómo? Todos quieren una nueva sociedad, un mundo nuevo: un mundo más humano y más fraterno, establecido en la justicia, el amor y la paz. La «novedad» verdadera —la profunda y definitiva— es la que nos trae el Espíritu Santo: es el Espíritu de la verdad y la consolación, de la fortaleza y la comunión. El Espíritu que «hace nuevas todas las cosas». Por eso, cuando hablamos de un mundo nuevo, de una sociedad nueva, de estructuras nuevas, pensamos, ante todo, en corazones nuevos, en el hombre nuevo que nos trae cada año la Pascua y que es fruto del Espíritu Santo, que nos configura al Cristo resucitado. Los obispos latinoamericanos afirmaban en Medellín: «No tendremos un continente nuevo sin nuevas estructuras; sobre todo, no habrá continente nuevo sin hombres nuevos, que a la luz del Evangelio sepan ser verdaderamente libres y responsables» (MI 3).

San Pablo nos invita a «despojarnos del hombre viejo y revestirnos del Hombre Nuevo, creado según Dios, en la justicia y santidad de la verdad» (Ef 4,22–24; Col 3,9–11). La «novedad pascual» de la vida cristiana es un tema preferido del Apóstol. «Si habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Aspirad a las cosas de arriba, no a las de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está oculta con Cristo en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida vuestra, entonces también vosotros apareceréis gloriosos con él» (Col 3,1–4). Es un texto eminentemente pascual; nos habla de la Pascua del Cristo resucitado, de nuestra propia pascua personal por el bautismo y de la Pascua definitiva de la historia cuando «se manifieste» Cristo. San Pablo nos describe las inevitables tensiones de esta vida nueva en el Espíritu; es una vida nueva que se realiza en la tierra, pero que está centrada en el cielo; que se desarrolla en la interioridad sagrada del hombre, pero que camina hacia su manifestación; que exige buscar constantemente las cosas de Dios, pero sin despreocuparse de los hermanos. Son tensiones que se superan por «la sinceridad del amor» (Rom 12,9) y «la alegría de la esperanza» (Rom 12,12).

La «novedad pascual» exige «revestirnos de Cristo» (Gál 3,27), el Hombre Nuevo, y asimilar sus «mismos sentimientos» (Flp 2,2). Sería largo describir ahora todas las características de este «hombre nuevo en Jesucristo» por la acción del Espíritu, porque deberíamos hacer una descripción de toda la vida cristiana. Quisiera, sin embargo, subrayar estos aspectos en los que insiste San Pablo: la filiación adoptiva y la libertad interior, la unidad fraterna y la sinceridad en la verdad, la muerte en Cristo al pecado y la vida nueva para Dios en Cristo Jesús (cf. Rom 6,3–11; Col 3,1–15; Ef 2,11–23; 4,20–24). «El que está en Cristo es una nueva creación; pasó lo viejo, todo es nuevo» (2 Cor 5,17). «En efecto, somos hechura suya: creados en Cristo Jesús, en orden a las buenas obras que de antemano dispuso Dios que practicáramos» (Ef 2,10).

Lo nuevo en la Iglesia es siempre «cuplimiento» y «profecía», «plenitud e interioridad». Puede haber ciertas actitudes de renovación en la Iglesia que sean simples intentos de «adaptación» o «modernización»: destruyen lo antiguo, pero sin sembrar lo nuevo en el Espíritu. Sólo un auténtico proceso de conversión —nacido de una profunda humildad y de un sincero amor a Dios— puede preparar tiempos nuevos para la Iglesia.

CARDENAL PIRONIO

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